Esta edición consta de más de 35 eventos, entre conversatorios, talleres, recorridos, cursos y actividades de corte artístico, académico y deportivo.
¿Has pensado cuánto te costaría adquirir esa prenda que te encantó (pero que en realidad no necesitas)? ¿O, tal vez, cuánto te costarán la comida de hoy, tus traslados o todos los artículos que vayas a adquirir este día? ¿Y cuánto le costará al planeta?
No lo pienses en términos monetarios. Piensa en la energía que se utilizó para hacer la playera, en las sustancias que se utilizaron para que se dieran las verduras que hoy consumes, en la gasolina utilizada por el vehículo que te trajo hasta la Universidad. Día a día, cada persona produce alrededor de 854 gramos de basura, estimó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en 2018. En términos macro, se trata de más de 107 mil toneladas de basura producidas diariamente.
A pesar de la espeluznante cifra, “se ha vuelto normal que no pasen por nuestra cabeza todas estas implicaciones, [seguimos] sin tener una idea de lo que nuestra huella de carbono significa para nosotros y para otros”, compartió María Saasil Macías García, estudiante de Ingeniería Ambiental, durante la inauguración de la Semana del Cuidado de la Tierra.
Mariana Carrillo Andalón, supervisora de Sustentabilidad en el ITESO, celebró que esta iniciativa haya encontrado eco en colaboradores y colaboradoras de diferentes áreas de la Universidad, haciendo de este evento una apuesta interdepartamental y rica en su oferta de actividades.
“Todos tenemos un objetivo en común: hablar de cómo podemos cuidar del planeta, de cómo sí hacer las cosas y de cómo no sentirnos tan solos en este gran problema”, mencionó.
La egresada de Ingeniería Ambiental compartió que desde sus días como estudiante sufría de ecoansiedad, que ella misma define como una sensación terrible ante la crisis ambiental que afecta al mundo y sus posibles repercusiones para la humanidad y el planeta, con noticias sobre incendios, problemas de basura y mala calidad de agua y aire.
La inauguración coincidió con el Día Internacional de la Madre Tierra, celebrado el 22 de abril de cada año desde 1970. La agenda consta de más de 35 eventos, entre conversatorios, talleres, recorridos, cursos y actividades de corte artístico y deportivo. El evento tiene por objetivo, además de señalar y concientizar respecto a las diferentes problemáticas socioambientales que vive el mundo, buscar soluciones en conjunto.
María José Núñez Serrano, también estudiante de Ingeniería Ambiental, compartió con los presentes el poema de su autoría titulado “Hija de la Tierra”. Esta pieza, dijo, fue el resultado de un profundo proceso de discernimiento, durante el cual se entendió como una persona vulnerable y vulnerada, pero también muy capaz de vulnerar, en este caso, al planeta.
Invitó a la comunidad universitaria a plasmar sus ideas en un cartel que lanza un reto: “Como comunidad, ¿qué podemos hacer para sanar la Tierra? “Porque, al final de cuentas, somos parte de la humanidad y cuidarnos a nosotras y a nosotros es cuidar a todos”, mencionó.
Investigación multidisciplinaria en torno al agua
Una de las primeras actividades fue un conversatorio encabezado por Susana Herrera Lima y Juan Larrosa Fuentes, académicos del Departamento de Estudios Socioculturales (DESO). Los investigadores recordaron el proyecto que desde hace años ha trabajado un equipo de académicos y estudiantes del ITESO, de la mano con activistas y habitantes de las comunidades ribereñas de Mezcala y San Pedro Itzicán, en las que el principal problema es la contaminación del agua que consumen y sus consecuencias socioambientales.
Son apenas 31 kilómetros los que separan a estas comunidades de Ajijic, localidad que alberga una gran comunidad de residentes extranjeros de tiempo completo y de temporada y que, desde 2020, es considerado Pueblo Mágico. Las diferencias son abismales: mientras en Ajijic abundan imponentes casas de veraneo y sus habitantes gozan de un alto nivel de ingresos, Mezcala y San Pedro Itzicán son comunidades indígenas con un nivel de marginación alto, punteros a nivel mundial de casos de Enfermedad Renal Terminal (ERT), comentó Larrosa Fuentes.
El también director del DESO señaló que este puede ser un caso paradigmático de las luchas y problemáticas que tienen otras comunidades en el país y en el mundo en torno al agua como recurso, pero también desde sus dimensiones cultural y socioambiental.
“Vemos una serie de injusticias epistémicas que tienen que ver con estas cuestiones de igualdad y desigualdad. En particular, nosotros buscamos investigar cómo se produce el conocimiento en torno a estos problemas de salud y socioambientales”, añadió.
Al respecto, Susana Herrera, quien ha hecho de los cruces entre la comunicación y los problemas socioambientales su principal área de trabajo, señaló que un parteaguas en su carrera lo marcó su acercamiento con el Tribunal Latinoamericano del Agua, que en otoño de 2018 celebró una audiencia pública en el ITESO.
De esa experiencia, la investigadora se quedó con una nueva manera de entender la relación que puede desarrollarse entre los diferentes actores alrededor de una problemática. “Entendí cómo las comunidades afectadas acuden a la academia, no para solicitar no ayuda, sino colaboración para comprender y construir conocimiento en común. La academia sí tiene un lugar en estos espacios, siempre y cuando no llegue a querer imponer el conocimiento”, afirmó.
Desde esa posición es que el Seminario Permanente en Estudios del Agua del ITESO (SEA), del que ella forma parte, busca producir conocimiento desde una mirada interdisciplinaria e intersectorial, desde hace más de 20 años.
Añadió que es fundamental comunicar estas problemáticas con atención a lo académico y lo social, es decir, “desde el conocimiento de las comunidades que viven, sufren y enfrentan estas problemáticas de muy diferentes maneras”.
FOTOS: Zyan André