Andrés, Alejandro y Carlos Serrano Silva, estudiantes y egresado del ITESO, emprendieron con Kuit Kombucha, bebidas que abonan al equilibrio de la flora intestinal y al fortalecimiento del sistema inmune

Preparación y oportunidad son los ingredientes necesarios para la suerte, dijo Séneca. La receta para el éxito necesita de más elementos, y los hermanos Serrano Silva están listos para añadirlos a su fórmula. Al momento, han encontrado que probióticos, antioxidantes, vitaminas y un toque de innovación y compromiso social son un buen comienzo. 

Éstos son justamente los ingredientes de Kuit Kombucha, el emprendimiento que desde 2018 impulsan Andrés, Alejandro y Carlos, estudiantes y egresado del ITESO. Como su nombre lo indica, se dedican a la fabricación y venta de kombucha, bebida fermentada no alcohólica con orígenes orientales que ayuda al equilibrio de la flora intestinal y al fortalecimiento del sistema inmune. 

“La kombucha no tiene un sabor que te canse. Al ser una bebida viva, con la fermentación llega a cambiar ligeramente el sabor”, comenta Andrés, estudiante de la Licenciatura en Contaduría y Gobierno Corporativo. Kuit Kombucha ofrece diversas presentaciones: original (té verde con té negro), diet (limón con jengibre), tropical (maracuyá con menta) y red (jamaica, fresa y albahaca). 

Todo surgió cuando Alejandro salió de la preparatoria y tuvo la oportunidad de irse un año a Nueva Zelanda. Allá conoció a una persona que le compartió los secretos de cómo hacer una kombucha deliciosa y con grandes propiedades benéficas. 

“Cuando regresó a México nos contó de ello y estábamos fascinados de saber que esta bebida tiene tantos beneficios. Creímos que era muy apto para México, considerando que somos de los países con mayor obesidad tanto en adultos como en niños. Así que decidimos hacer nuestra propia kombucha para ofrecer una bebida saludable que abone al bienestar de las personas”, señala Andrés. 

Desde la academia, un aliado

La primera etapa de Kuit Kombucha se cocinó de forma totalmente artesanal. “En ciencia, estábamos en ceros. Pero sabíamos que el tiempo de la kombucha habría de llegar a México”, recuerda Carlos, egresado de la Ingeniería en Biotecnología

En el ITESO, los jóvenes encontraron un aliado para crecer la empresa, a través de la asesoría de académicos en temas técnicos, legales y financieros. 

“Emprender en una comunidad universitaria sí ayuda mucho al acceso a la información, que de otra forma sería muy complicado. El ITESO te acerca al maestro de un modo diferente, muy horizontal. Te permite acercarte y platicar del proyecto y pedir recomendaciones. Eso nos ayudó mucho; todos nuestros profesores nos han ayudado mucho, tanto en el desarrollo como en la empresa”, señala Carlos. 

Aunque sus perfiles profesionales los hacen más cercanos a ciertos temas, el emprendimiento los ha obligado a ser multidisciplinarios. “Un proyecto así te obliga a saber de todo, a ser autónomo y disciplinado”, afirma Andrés. 

Emprender en familia no ha sido difícil; la confianza y la buena comunicación han sido puntos fuertes en la relación de los hermanos. Además, ya antes habían tenido un par de emprendimientos fallidos. Mucho del don emprendedor lo adjudican a su mamá, quien tiene un doctorado en innovación social en el ámbito de economía.  

“Emprender en una comunidad universitaria sí ayuda mucho al acceso a la información, que de otra forma sería muy complicado. El ITESO te acerca al maestro de un modo diferente, muy horizontal. Te permite acercarte y platicar del proyecto y pedir recomendaciones.»

Un nuevo comienzo

Lo que a muchas empresas y emprendimientos aniquiló, a Kuit Kombucha le dio un empuje tremendo. “Antes del Covid-19, la empresa no era redituable pero siempre fue divertido”, señala Andrés. “El diciembre previo a la pandemia habíamos vendido muy poquito, ya estábamos cansados de no tener capital para invertir y seguir trabajando de a gratis”, coincide Carlos. 

La pandemia fue momento para que muchas personas pusieran atención a su salud, y en esa ecuación la kombucha hizo mucho sentido. “La gente empezó a consumir productos más saludables y nos liberamos de cargas de tiempo con la transición a clases en línea. Estábamos al cien por ciento con el proyecto de la kombucha”, apunta Carlos. 

De la noche a la mañana, las ventas se decuplicaron. Y con ello, llegó la necesidad de crecer en infraestructura. “Crecimos de una manera muy orgánica. Nos dimos cuenta de que necesitábamos más máquinas y de que una barrera de mercado importante era transportar el producto, la entrega de última milla”, recuerda el egresado. 

El escalamiento en la producción, comentan, ha sido un reto importante. Para lograrlo, desarrollaron un sistema de transferencia de masa que al momento está en proceso de protección ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI). Con esta tecnología, pasaron de producir en galones de tres litros a tanques de siete mil litros, conservando todas las propiedades de la bebida. Hoy en día, la empresa produce entre seis mil y ocho mil litros al mes. 

La empresa dio un brinco importante con una inversión no esperada de 200 mil dólares, con la que se actualizaron los sistemas de embotellamiento y producción, además de que se adquirió equipo de transporte. Debido a que la kombucha se sigue fermentando y gasificando, es necesario mantenerlo en cadena fría. Para solventar las necesidades de conservación y distribución, el equipo desarrolló un sistema de microsedes, con lo que respondieron a la demanda de Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro y Ciudad de México. 

Atentos a otras oportunidades de negocio, los hermanos participaron en la iniciativa Start Global, uno de los programas de innovación más importantes a nivel internacional, con el sistema de microsedes. Esto permitió que Alejandro, estudiante de Ingeniería Financiera, tomara una pasantía en Suiza para recibir mentorías de empresarios consumados que abonen al desarrollo del emprendimiento a través de la colaboración y la innovación. 

Como resultado, ahora se plantean explotar su ecosistema de bodegas y distribución para apoyar otros emprendimientos y pymes de la región y obtener ganancias para la empresa.  

Aunque hay puntos de venta —La Taquería en la cafetería central del ITESO es uno de ellos—, el 80 por ciento de las ventas de Kuit Kombucha están en el e-commerce. Al momento, el índice de recompra es superior a 65 por ciento. 

En un futuro, la intención de los jóvenes es convertir a Kuit Kombucha en una empresa con alcance nacional y, por qué no, internacional. 

De cepa itesiana

Los hermanos han impreso un sello ignaciano en la marca, con programas que abonan al cuidado del medio ambiente y evocan el compromiso social de la Universidad. La primera apuesta es la reutilización de los envases, para lo cual recolectan, limpian y sanitizan las botellas, con lo que han evitado que se desechen aproximadamente dos toneladas de vidrio. 

También es una marca comprometida con el bien común y lo hacen patente con el programa “Kuit para todos”, a través del cual donan kombucha a personas de la tercera edad a cambio de que dejen de consumir refrescos y se alimenten bien. 

“La kombucha es muy buena pero no hace magia. Pero cuando lo combinas con un cambio de estilo de vida y de alimentación, el impacto en la calidad de vida de las personas se nota”, señala Andrés. 

Además, los insumos para la bebida son locales, por lo que también abonan a la activación económica de la región. En cuanto a la ciencia detrás de sus productos, Carlos afirma que la investigación y optimización de los procesos biotecnológicos para la mejora de la fórmula es una constante, si bien no por ello se deja de lado el aspecto artesanal característico de la kombucha. 

FOTO: Luis Ponciano