La Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús está encabezando, junto con la Conferencia del Episcopado Mexicano; la Dimensión Episcopal para los Laicos; y la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México; el esfuerzo de construir una red de acción nacional por la paz que pretende abordar las causas de las violencias en México
Pierre Vu Thompson, SJ, escolar jesuita
«México enfrenta hoy lo que probablemente sea la peor crisis de violencia de su historia contemporánea,” afirma la Agenda Nacional de Paz. Se trata de una “crisis multifactorial” que se extiende a los ámbitos de la familia, el trabajo, el gobierno, la escuela, la estructura de convivencia social e incluso la Iglesia.
Dicha agenda resultó de 1,004 Conversatorios por la Paz con un total de 14,225 personas, y 50 Foros Justicia y Seguridad con un total de 4,716 personas a lo largo de la República. Por tanto, se considera “un punto de partida para el diálogo y el trabajo conjunto hacia un país habitable para todas y todos.”
El Diálogo Nacional por la Paz
Diez jesuitas en formación asistimos al primer Diálogo Nacional por la Paz, que se llevó a cabo en la Universidad Iberoamericana de Puebla del 21 al 23 de septiembre. Mons. Rogelio Cabrera López, arzobispo de la Arquidiócesis de Monterrey y presidente actual de la Conferencia del Episcopado Mexicano, invocó las palabras del Concilio Vaticano II sobre la iglesia en el mundo actual: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”.
Los tres días que duró el encuentro nos permitieron sentir el sufrimiento del Pueblo de Dios por falta de justicia, seguridad y tejido social. La sagrada presencia y el compartir de quienes sufren las violencias nos ha recordado nuestra responsabilidad de acompañarlos en la misión de reconciliación y justicia. La magnitud del problema es inmensa: ha habido más de 110 mil personas desaparecidas y 52 mil cuerpos sin identidad. Imagínense todas las personas afectadas.
El testimonio de María Herrero Magdaleno, doña Mary
Una de las víctimas presentes en el diálogo fue María Herrera Magdaleno quien es madre de 4 hijos desaparecidos: Jesús Salvador, Raúl, Luis Armando y Gustavo Trujillo. El caso de su familia representa no solo violaciones a los derechos humanos, sino también las fallas de investigación y búsqueda debido a la indolencia e ineficacia de las autoridades locales y federales.
En lugar de darse por vencida, Doña Mary exigía justicia para sus hijos y se unió a los movimientos de familias de personas desaparecidas. Ella ha compartido su testimonio con el expresidente Felipe Calderón y el papa Francisco para instar acciones a nivel nacional e internacional. «A partir de esto, se convirtió en un referente para miles de familias que atraviesan la tragedia de la desaparición”, según el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro PRODH), una asociación civil de los Jesuitas en México que promueve y defiende los derechos humanos de personas y colectivos excluidos.
El ejemplo de doña Mary nos muestra un principio clave de la construcción de la paz: el proceso puede iniciarse desde lo local y desde los últimos. Incluso el papa Francisco en su carta encíclica Fratelli Tutti afirma que la construcción de la paz requiere un encuentro renovado “con los sectores más empobrecidos y vulnerables” para “reconocer, garantizar y reconstruir concretamente la dignidad tantas veces olvidada o ignorada de hermanos nuestros.”
Llamados a ser artesanas y artesanos de la paz
Como cristianos estamos llamados a ser artesanos de la paz. En Puebla, me encontré con muchas personas que han sufrido violencia e indiferencia, pero a la vez quedé lleno de esperanza al ver a la iglesia colaborar con todos para tomar acción por la paz.
En muchos sentidos, el Diálogo Nacional por la Paz reflejó el espíritu de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Medellín en 1968. Allí afirmaron los obispos de Latinoamérica que alentaran “las iniciativas y trabajos de todos aquellos que, en los diversos campos de la acción, contribuyen a la creación de un orden nuevo que asegure la paz.”
Ya entonces, en Medellín, se entendió que “la paz es obra de justicia”; que “la paz no se encuentra, se construye”; y que “la paz es expresión de una real fraternidad entre los hombres.” Y allí se presentó una visión cristiana de la paz como respuesta al problema de la violencia en Latinoamérica.
Hoy en día, la violencia en México puede compararse con una epidemia que requiere una acción rápida para detenerla. Si no se toman medidas, cada vez es más difícil abordar el problema. Por eso, el fruto principal del Diálogo Nacional por la Paz es el Acuerdo Ciudadano por la Paz en México, del cual afirman las partes interesadas que “en este deseo de seguir caminando, nos proponemos lograr una alianza ciudadana, de forma amplia e incluyente, para construir una red de acción para la paz en México”.
Dicho acuerdo fue dirigido a hombres y mujeres de buena voluntad de todo el país, incluyendo la sociedad civil, instituciones privadas y públicas, universidades, empresas, y distintos sectores de gobierno. Claro que caminar juntos y escucharse unos a otros es un deseo sinodal y probablemente el futuro de la toma de decisiones en la iglesia.
¿Qué nos toca?
Como comunidad universitaria del ITESO, estamos invitados a leer las realidades sociales tomando en cuenta las causas estructurales y culturales de las violencias. El método de mirar, interpretar, y actuar en relación con “los signos de los tiempos” como se desarrolló en Puebla, consuena con las Orientaciones Fundamentales del ITESO: La Inspiración Cristiana, Una Filosofía Educativa Específica y Un Compromiso Social Definido.
De nosotros depende que puedan integrarse en nuestro diario quehacer las buenas prácticas identificadas en la Agenda Nacional de Paz para trascender de una cultura de violencia hacia una cultura de paz. Que sigamos por el camino de todos aquellos que diariamente contribuyen a la construcción de la paz y que la entrega total de muchos, como los jesuitas Javier Campos, SJ y Joaquín Mora, SJ, en la Sierra Tarahumara, nos ayuden a generar un fuerte compromiso con la paz.