El colectivo Nuestras Culturas organizó una serie de actividades en el campus con el objetivo de visibilizar la riqueza y diversidad de las lenguas originarias y la necesidad de mantenerlas vivas en un contexto marcado por el racismo y la discriminación.
Luego de 300 años como colonia española, México alcanzó su independencia en 1821. Cuando se hizo el primer censo, más del 60 por ciento de la población hablaba una lengua originaria. Casi 200 años después, los números son muy otros. Según el censo intermedio de 2015, sólo el 6.5 por ciento de la población —aproximadamente ocho millones de personas— habla una lengua originaria. La cifra es relevante si consideramos que, con sus 68 lenguas, México es uno de los países con mayor diversidad lingüística del mundo y, al mismo tiempo, es también un país que abreva dinámicas y prácticas racistas que tienden a condenar a la extinción paulatina a las llamadas lenguas indígenas. Para reflexionar sobre todo esto, pero también para idear escenarios que puedan revertir la situación, el ITESO se sumó al Día Internacional de la Lengua Materna con un programa de actividades encabezado por el colectivo Nuestras Culturas (Nucu).
El encargado de dar la bienvenida a las actividades fue Luis Ángel Oseguera Farías, estudiante de Relaciones Internacionales afromexicano, quien explicó que desde el colectivo Nucu —que congrega a estudiantes itesianos de pueblos indígenas, afromexicanos y de comunidades rurales— se busca “dar acompañamiento y realizar actividades para hacer visibles a nuestros pueblos en un país racista, una ciudad racista y una universidad racista”. Señaló que el racismo está normalizado y esto se ve reflejado en la pobreza en la que se encuentran los pueblos indígenas y en el despojo territorial, entre otras situaciones. De ahí la importancia de que “abracemos nuestra diversidad cultural y lingüística”.
Después de su intervención, Oseguera Farías cedió la palabra a Nayeli Mateo Arenas, chatina oaxaqueña y que trabaja con niños nahuas en una escuela en Texcoco, Estado de México. Nayeli dictó una conferencia en la que habló de la necesidad de cambiar la narrativa educativa porque es importante “entender otras formas y otras realidades de vida”. Explicó que la educación occidental tiende a priorizar la razón, mientras que “los pueblos originarios construimos el pensamiento y el conocimiento desde el sentir. A través del cuerpo pasan los conocimientos y operan en nuestras subjetividades”.
La profesora señaló que en México se ha buscado homogenizar a la población y, en ese intento, se ha creado un estereotipo en el que el indígena siempre está asociado a la pobreza y a la idea de la inferioridad. Esto ha propiciado conductas racistas y dado pie a la discriminación, razón por la que, para proteger a sus hijos, “los padres ya no hablan su lengua materna y no les enseñan, para que no sean discriminados”.
Luego de la conferencia de Nayeli Mateo Arenas, se incorporaron a la mesa Carlos Ruiz, mazahua y promotor del jñatrjö, su lengua materna; Isidoro Félix, wixárika; y Saraí Jiménez, mixe y hablante de ayöök. Cada quien comenzó su intervención en su lengua materna, para luego señalar que conservar la lengua originaria es un orgullo. “Hablar mi lengua es enriquecedor porque demuestra que no hay una sola manera de ver y nombrar las cosas”, dijo Saraí Jiménez, mientras que Isidoro Félix señaló que “es una manera de resistir en la era de la globalización en la que las lenguas se han ido disolviendo”. Carlos Ruiz señaló que en un entorno urbano hablar la lengua originaria implica también asumirse como “un ser ajeno al entorno”.
Todos los participantes coincidieron en señalar que el desinterés por cuidar y promover las lenguas originarias pasa por la escuela, ya que pareciera que las políticas educativas del país están diseñadas para terminar con la diversidad lingüística y estandarizar la educación. A eso se suma, puntualizó Isidoro, una política que busca apostar “por una sola lengua, el castellano; una sola cultura y una sola nación”.