En el marco de la conmemoración del Día Mundial del Agua y con el problema del desabasto del líquido en Jalisco, la académica de la Ibero León, Loreto Soto, reflexiona sobre la reubicación inconclusa de Acasico, a causa del proyecto El Zapotillo.

Por Loreto Soto Rivas, egresada de la Maestría en Derechos Humanos y Paz del ITESO y profesora de la Ibero León.

En el marco de la conmemoración del Día Mundial del Agua (el pasado 22 de marzo), es importante hablar de ciertos conflictos socioambientales que, de forma directa o indirecta, tienen como causa subyacente el valioso recurso hídrico; prueba de ello es la promoción e implementación de megaproyectos como presas, trasvases, acueductos, mineras, etc.  Según se aprecia en las publicaciones y trabajos que realiza la organización regional AIDA “Desde las tierras altas de México hasta la cuenca del río Amazonas, megaproyectos hidroeléctricos están agravando el cambio climático, destruyendo ecosistemas clave y amenazando derechos humanos y culturas indígenas” (AIDA, 2021).     

En efecto, la puesta en marcha de los proyectos referidos es detonante para la manifestación de conflictos socioambientales. Un conflicto socioambiental es complejo de encuadrar, por tanto, hay variedad de conceptualizaciones. Algunas características comunes son: violaciones sistemáticas a derechos humanos, sensibles afectaciones al medio ambiente, sistemas hídricos o grupos de personas; gestión y administración de los bienes y/o recursos naturales; desplazamiento involuntario de grupos y/o comunidades.  La reubicación inconclusa de la comunidad de Acasico, comunidad del municipio de Mexticacán, Jalisco, a causa de los trabajos del conocido megaproyecto El Zapotillo en la región de los Altos de Jaliscose puede enmarcar en varias de las características aludidas. 

En el ‘borlote’ armado a causa de la construcción de la polémica presa El Zapotillo, los pobladores de Acasico no han llevado la voz cantante, tampoco figuran en la información del Diagnóstico del Municipio de Mexticacán del año 2018, realizado por el Instituto de Información Estadística y Geográfica de Jalisco (IIEG); en el que citan como principales localidades del municipio a: Cañada de Islas, Ojuelos, El Santuario y Chimaliquín de Arriba, sin mencionar a Acasico. Esto no anula su existencia Acasico ni la deuda pendiente que el Estado Mexicano tiene con sus pobladores.

La presa El Zapotillo y la comunidad de Acasico 

La iniciativa de la construcción de la presa El Zapotillo se formaliza con la firma de un convenio, el 1 de septiembre del 2005, por los gobiernos de Jalisco, Guanajuato y el Ejecutivo Federal, a través de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) y la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA). La materialización de tal iniciativa, según el Libro Blanco de CONAGUA-03, traía aparejada la reubicación de tres localidades, entre ellas, Acasico.  En el borlote armado a causa de la construcción de la polémica presa El Zapotillo, los pobladores de Acasico no han llevado la voz cantante, quizá por ello no sea un nombre que figure tanto en escena (como el nombre de Temacapulín), además de que, tampoco figura en la información del Diagnóstico del Municipio de Mexticacán del año 2018, realizado por el Instituto de Información Estadística y Geográfica de Jalisco (IIEG); que asienta que las principales localidades del municipio son: Cañada de Islas, Ojuelos, El Santuario y Chimaliquín de Arriba, sin mencionar a Acasico, lo cual no anula su existencia, ni la deuda pendiente que el Estado Mexicano tiene con sus pobladores. 

Es una práctica recurrente el hecho de que, cuando se ponen en marcha proyectos polémicos como lo es la presa El Zapotillolas autoridades respectivas les pasen inadvertidas las formalidades y/o criterios que establecen algunos instrumentos nacionales e internacionales como el Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en asuntos ambientales en América Latina y el Caribe (Acuerdos de Escazú), los criterios emitidos por las Naciones Unidas sobre los Desalojos Forzados y el Protocolo de Actuación para quienes imparten justicia en casos Relacionados con Proyectos de Desarrollo e Infraestructura, de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Algunas de las premisas que se tendrían que considerar previo a comenzar sus mega proyectos son:  

1) Información clara y precisa a las comunidades que se verán afectadas respecto de los impactos sociales, ambientales, culturales que traen aparejados estos proyectos;  
2. Obtener el consentimiento general de las comunidades para la construcción de proyectos
3. Consultas con los diversos actores, especialmente con las personas afectadas, respecto de la viabilidad de los megaproyectos, etc. 

Consultar e informar, antes de dar inicio a los trabajos de obra de El Zapotillo fue un pequeño detalle que omitieron las autoridades federales, estatales y municipales. 

La Fundación Desarrollo Sustentable, A.C. y la reubicación de Acasico: encuentros y desencuentros 

Según comentarios de los pobladores de Acasico, dos años después de anunciado el proyecto de la presa llegaron al poblado personal de la CONAGUA y representantes del gobierno de Jalisco, quizá por ello no fueron recibidos con los brazos abiertos por los campesinos de la comunidad.  Cuando no se toma en cuenta el parecer de los afectados por un proyecto que ellos no solicitaron, puede ser que haya contratiempos en la comunicación; tal es el caso entre las autoridades promotoras del proyecto El Zapotillo y los pobladores de Acasico, en que la comunicación no fluyó de la mejor forma, por esa razón, se contrató a la Fundación Desarrollo Sustentable, A.C. (FDS), para mediar entre la autoridad y los campesinos de la comunidad.  Con el fin de cumplir las obligaciones pactadas en el Convenio de Concertación (en septiembre del 2013), firmado por la Fundación Desarrollo Sustentable, A.C, y el Ejecutivo Federal, a través de la SEMARNAT y la CONAGUA, personal de la FDS llegó a instalarse en la comunidad de Acasico, en mayo del 2013, para elaborar un plan acciones que, culminaría con una exitosa y ejemplar reubicación de los pobladores de Acasico.  Dentro de esas acciones se contemplaron realizar gestiones administrativas para la exhumación de los cuerpos que estaban en el cementerio; la ubicación del nuevo templo; determinar el reacomodo de los espacios públicos y las vías de acceso hacia la nueva comunidad, etc. 

Los expertos en mediación dicen que un proceso de mediación debe ser a petición de parte, es decir, solicitarlo la persona (o grupos) directamente involucrados en un conflicto; cabe aclarar que los pobladores de Acasico nunca hicieron tal petición, según ellos, fue la instancia de la CONAGUA la que invitó a la FDS a fungir como mediadora, es por ello que, cuando se le cuestionó al personal de la Fundación, sobre la manera en cómo las personas de Acasico reaccionaron ante su sorpresiva llegada, dijeron que encontraron resistencia mezclada con un poco de interés. La reacción por parte de las personas de Acasico ante la presencia de personas externas y relativamente ajenas a la situación concreta por la que estaban pasando resulta del todo natural y comprensible; necesario decir que, previamente no se les consultó sobre la intervención de la Fundación en su problemática particular. 

Sea como fuere, la FDS llegó a Acasico y permaneció ahí alrededor de tres años. Tanto las personas de Acasico como el personal de la Fundación coinciden en que los primeros encuentros y reuniones fueron cordiales y hubo apertura y deseos de colaborar mutuamente.  Sin embargo, la dinámica misma de convivencia cercana y los roces al momento de generar acuerdos, sobre un tema de por sí escabroso, empezaron a pesar en el ánimo de las partes, lo que se materializó en desencuentros concurrentes.  Un poco en defensa de la Fundación, se puede argumentar que ésta no tenía una tarea fácil. Llevar a cabo una reubicación que no producía en la gran mayoría de las personas un sentimiento de felicidad, puesto que, suponía dejar su patrimonio y raíces, sin lugar a dudas, se antoja una tarea muy complicada. La FDS confió demasiado en las capacidades del grupo de trabajo interdisciplinar que llegó a la comunidad (antropólogos, psicólogos, ingenieros, arquitectos, etc.), y supusieron que podrían lidiar con todo lo que implica un proceso de reubicación involuntaria.  Dada la experiencia, se confirma que, la interdisciplina requiere de otros factores que apoyen al mero conocimiento, tanto así que, en enero del año 2015 la FDS, optó por irse de Acasico, quedando frustrada e inconclusa la reubicación y las personas del poblado en un estado de incertidumbre y división áspera.

Ahora, con el simple hecho de caminar por las rústicas calles de Acasico se siente un ambiente de hostilidad, se deja ver un recelo y desconfianza hacia los ‘extraños’ que llegamos a la comunidad y entre las mismas personas que siguen viviendo ahí, situación que se comprende, ya que la gente de Acasico ha sido lastimada, no se le han respetado sus derechos humanos y han tenido precarias oportunidades de participación en un proceso que les afecta directamente a ellos, a sus familias y a sus patrimonios. 

¿Otra mirada es posible para lo sucedido en Acasico? 

La dinámica familiar y laboral de las personas de Acasico se desarrollaba en una sencilla tranquilidad; a pesar de ello y sin tener vela en el entierro, esta comunidad se ha visto arrastrada por un conflicto socio ambiental en cuyas entrañas se cobijan diversidad de intereses, anhelos, aspiraciones y egos que, han alterado la rutinaria vida de los campesinos de ésta, y ha colapsado el tejido social y cohesión de la misma. Los adultos mayores de Acasico, con sus palabras simples y sinceras, refieren que la comunidad solía estar unida, realizaban ciertas actividades para fomentar esos vínculos de amistad y familiares, como convivencias a las orillas del río Verde, etc.  Ahora, con el simple hecho de caminar por las rústicas calles de Acasico se siente un ambiente de hostilidad, se deja ver un recelo y desconfianza hacia los ‘extraños’ que llegamos a la comunidad y entre las mismas personas que siguen viviendo ahí, situación que se comprende, ya que la gente de Acasico ha sido lastimada, no se le han respetado sus derechos humanos y han tenido precarias oportunidades de participación en un proceso que les afecta directamente a ellos, a sus familias y a sus patrimonios. El discurso retórico de las autoridades promotoras de la construcción de esta presa, en ocasiones persuasivo y otras tantas amenazante, ha generado en los comuneros de localidad una actitud de desconfianza, además, de un cansancio legítimo por oír tantas promesas y ver que, la voluntad real para cumplirlas es poca, escaza o nula. 

A más de seis años de que el personal de la FDS fue invitado a dejar la comunidad de Acasico, resulta de vital importancia hacer una relectura de lo sucedido ahí, es decir, los pobladores de Acasico deberían echar un vistazo al pasado y repensar la película. Mirar todo lo acontecido de forma objetiva les posibilita dejar de asumirse como meras víctimas del proceso.  Se requiere ser valientes y autocríticosreconocer con honestidad sus yerros…  Han de convertirse en víctimas empoderadas; víctimas con autodominio y dignidad. Sujetos protagonistas de su reciente historia que, les permita entablar un diálogo y acercamiento, en igualdad de condiciones con las autoridades federales, estatales y municipales y exigir el cumplimiento de tanta promesa contenida en el aire. 

En conclusión, existen suficientes elementos para decir que, en efecto, Acasico es una estorbosa piedra en el zapato del Estado Mexicano; piedra molesta que seguirá ahí hasta que se generen las condiciones idóneas para ponerle fin a ese conflicto socioambiental. Más de cinco años hace que se realizaron las gestiones para la reubicación exitosa de Acasico y, hasta la última visita que se hizo a la comunidad (agosto del 2019), la construcción del nuevo poblado sigue inconclusa. Tan poca voluntad y harta pasividad, por parte de las autoridades correspondientespor cumplir los acuerdos pactados conscientemente con los pobladores de la localidad, han orillado a que la poca gente que vive todavía en Acasico pinte sus casas, les haga un arreglito por aquí y otro por allá, pues, de cualquier forma, para que la reubicación pase del dicho a ser un hecho en sí, va para largo.  Lo cierto es que, tanta promesa hecha se esfumó con el viento y, las personas que aún habitan la comunidad reconstruyen su dinámica cotidiana, eso sí, con mucha zozobra en relación a un futuro incierto. 

Mirar todo lo acontecido de forma objetiva les posibilita a los pobladores de Acasico dejar de asumirse como meras víctimas del proceso. Han de convertirse en víctimas empoderadas; víctimas con autodominio y dignidad. Sujetos protagonistas de su reciente historia que, les permita entablar un diálogo y acercamiento, en igualdad de condiciones con las autoridades federales, estatales y municipales y exigir el cumplimiento de tanta promesa contenida en el aire.