El fuego en el bosque no es malo, incluso es parte del ecosistema: “el problema de los incendios forestales es que han sido alterados los regímenes de incendios”, por la especulación de uso de suelos explicó Enrique Jardel Peláez, durante el Café Scientifique. Entérate por qué.

La relación entre los humanos y el fuego es tan antigua como la humanidad misma, pues el fuego ha jugado un papel importante en nuestra evolución biológica y cultural. Para Enrique Jardel Peláez, académico del Departamento de Ecología y Recursos Naturales del Centro Universitario de la Costa Sur (CUCSur) de la Universidad de Guadalajara (UdeG), “el tema de los incendios está malentendido”, porque no se conoce el papel del fuego en los ecosistemas. Así lo señaló durante su charla “Humanos, bosques y fuego, vulnerabilidad creciente”, en el marco del Café Scientifique ITESO,llevado a cabo en la Casa ITESO Clavigero, el pasado 4 de febrero.

Jardel Peláez explicó que vivimos en un planeta en el cual hay condiciones para que se propaguen incendios: material orgánico combustible abundante, oxígeno y una fuente de calor.

El académico dijo que el bosque y el fuego conviven desde que el planeta se empezó a poblar de plantas, hace más de 400 millones de años. Diversos ecosistemas se adaptaron a la presencia de fuego e incluso lo hicieron parte de su dinámica.

Sin embargo, el experto destacó que los principales factores que condicionan la presencia de incendios forestales son el clima y la abundancia y condición de los combustibles. “Si los humanos modificamos las dos cosas, agravamos el problema. Esto es lo que está pasando”, comentó.

Jardel lamentó que la opinión pública califique como malo al fuego, cuando en realidad “el problema central es la alteración de los regímenes de incendios, no los incendios. Cuando ocurren en paisajes transformados, y en un contexto de cambio climático, tenemos incendios mucho más intensos, severos y difíciles de controlar”, dijo.

Enfatizó que estos fenómenos no están faltos de una carga política y que en su momento se cuestionó a la actual administración federal por haber reducido el presupuesto para el combate a los incendios forestales. El costo social y económico asociado a los desastres naturales también aumentó. Por ejemplo, en 2017 la sierra de Manantlán registró su peor temporada de incendios al quemarse el equivalente a dos terceras partes del Bosque La Primavera. La nula repercusión mediática condicionó el bajo apoyo económico en la región. Es un caso opuesto a lo que sucede cuando se dan incendios, incluso de menor magnitud, en el Bosque La Primavera.

El problema en México:

  • En el caso de México, los siete años con mayor superficie incendiada han ocurrido en la década de 2010. Tenemos tres años seguidos (2017, 2018 y 2019)en los que se supera la media de los últimos 50 años, que era de 260 mil hectáreas anuales a escala nacional. Estos años hemos tenido superficies quemadas de entre 400 mil y 900 mil hectáreas.
  • En México, más allá de las quemas agrícolas, «la mayoría de los incendios forestales se produce por cambios de uso de suelo», aseguró el investigador, quien agregó que esta situación no se resuelve con inversión en el combate de fuegos, sino que se trata de un problema vinculado con el uso del territorio que se ha dado durante años, por lo que el reto para el gobierno es retomar el control y establecer políticas que protejan el territorio.