El 11 de febrero se conmemora el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Aunque el escenario ha cambiado y cada vez existen más opciones para que las mujeres se incorporen y se desarrollen en este ámbito, lo cierto es que todavía hay mucho camino por recorrer en aras de la equidad.

En diciembre de 2015, la Asamblea General de Naciones Unidas decidió proclamar el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, y fijó el 11 de febrero para la efeméride. Cuando leo la palabra “niña”, no puedo evitar pensar en Sofía, mi sobrina, que hace unos años, cuando apenas hablaba, era feliz escuchando nuestros corazones, poniéndonos inyecciones y dándonos jarabes imaginarios con su set de instrumental médico. Cuando leo “mujer”, vienen a mi mente dos imágenes en tonos sepia: primero, una mujer con el pelo desaliñado, vestida de negro y mirando un frasco: Marie Curie, la primera mujer en recibir el premio Nobel de Física, en 1903, por “sus extraordinarios servicios prestados en el campo de la radioactividad”; aparece después Mary Shelley, la mujer que en 1818 inventó la ciencia ficción con su novela Frankenstein o el Moderno Prometeo. Aunque en el siglo XXI muchas cosas han cambiado y para mi sobrina resulta normal fantasear con ser médica, el acceso y desarrollo de las mujeres al ecosistema de las ciencias y la tecnología sigue siendo bajo. O, en palabras de Gabriela Ortiz, profesora del ITESO: “No creo que haya suficientes mujeres. Son muchas más que hace 30 años, pero creo que podría haber más. Muchas más”.

Gabriela Ortiz Michel es profesora en el ITESO, donde hace tres décadas cursó la Ingeniería en Sistemas Computacionales. Después, hace 20 años, fue coordinadora de dicha carrera y luego directora del Departamento de Electrónica, Sistemas e Informática. Recuerda que desde niña tuvo habilidad para las matemáticas y por eso optó por una ingeniería. Por eso, y porque cuando vio la palabra “profesora” en la oferta laboral a lo que podía aspirar con una licenciatura en Matemáticas, inmediatamente pensó que “¡No quería eso!”, cuenta entre risas, y luego añade que formó parte de una generación excepcional, tanto por el buen ambiente que había entre sus colegas como por la proporción: “Nos graduamos 20 mujeres y 30 hombres. Pero luego pude darme cuenta de que sí había muy poquitas mujeres”.

Araceli García, actual coordinadora de Vinculación del ITESO e integrante desde hace 20 años del Instituto de Ingeniería Eléctrica y Electrónica (IEEE, por sus siglas en inglés), organismo que desde 1884 congrega a ingenieras e ingenieros electrónicos de todo el mundo, recuerda que cuando ingresó a estudiar Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica en la Universidad de Guadalajara, era la única mujer en su grupo.

Números y porcentajes en nuestra casa de estudios

En Otoño de 2009 el ITESO tenía inscritas a 393 mujeres en 9 programas, que representaban el 20.42 por ciento de la matrícula de ingeniería. Diez años después, la cifra ha crecido -al igual que los programas que son 14-, pero no mucho: el ciclo Primavera 2019 contó con 882 alumnas, equivalentes al 29.35 por ciento de la matrícula de ingeniería. Este porcentaje es consistente con una cifra dada a conocer hace un par de años por la Unesco, en la que se develó que las mujeres ocupan sólo el 28 por ciento de los puestos relacionados con investigación científica.

En su tesis Igualdad sustantiva en la participación de las mujeres en ciencia y tecnología, con la que obtuvo el título de maestra en Derechos Humanos y Paz por el ITESO, Daniela Pérez Sandi Fernández da cuenta de que, según el Índice Global de Género 2015, en México solo el 38 por ciento del total de personas graduadas de las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas son mujeres.

En su texto, Pérez Sandi comenta que, en el imaginario social, laboral y escolar es común y más aceptado que las mujeres opten por disciplinas asociadas a las humanidades, ya que éstas se apegan a roles que les han sido culturalmente asignados. “Cómo se percibe la participación de las mujeres en ciencia y tecnología ha impactado y sigue impactando el ingreso de las mujeres y su desarrollo en esta área. Por ello, es importante visibilizar los estereotipos de género involucrados y confrontar las ideas dominantes para deconstruir la visión de la ciencia como masculina y, con ello, abrir paso a más mujeres y que, a las que ya se encuentran dentro, les permita tener un desarrollo más satisfactorio y libre”.

Amigo, date cuenta

Cuando de estereotipos de género se trata, resulta fácil darse cuenta de que han estado ahí presentes desde mucho tiempo atrás. Para darnos una idea de lo que ha pasado en la ciencia, podríamos ir a 1896 y visitar el Instituto Politécnico de Zúrich, Suiza, donde conoceríamos a la alumna Mileva Marić. Para que ella pudiera estudiar Física y Matemáticas, su padre tuvo que pedir un permiso especial porque dichos estudios eran exclusivos para hombres. ¿Por qué sería importante conocer a Marić? Porque durante más de cien años su genio ha estado a la sombra de su marido: Albert Einstein.

La figura de Mileva Marić en la historia de la Física es fundamental, en tanto que Einstein recurría a ella para contrastar o corregir sus teorías. En una colaboración para la revista El País Semanal, la escritora Rosa Montero narra que “a la joven le obsesionaba encontrar un fundamento matemático para la transformación de la materia en energía; compartió con Albert esta fascinación y a Einstein le pareció interesante la idea de su pareja. En 1900 terminaron un primer artículo sobre la capilaridad; era un trabajo conjunto, aunque solo lo firmó él. ¿Por qué? Porque una firma de mujer desacreditaba el trabajo”. La losa del esterotipo de género es pesada y difícil de mover. En su tesis, Daniela Pérez Sandi señala, a partir de las investigaciones de Martha González y Eulalia Pérez, que “los estereotipos de género asocian a los varones con características como la racionalidad, dominación, independencia, frialdad y objetividad y por su parte a las mujeres con características como la irracionalidad, pasividad, dependencia, ternura, emotividad y subjetividad” y explican que esas características asignadas a hombres y a mujeres han sido un obstáculo para el desarrollo de una carrera científica, puesto que las características necesarias para hacer ciencia son las ‘masculinas’”.

Por su parte, Gabriela Ortiz Michel señala que “no se han resuelto ni el asunto de género ni los prejuicios”. Para ejemplificar, cuenta que cuando su nombre comenzó a sonar para ser coordinadora de Sistemas, allá por 1998, uno de sus detractores llegó a decir “que no podía ser una mujer quien ocupara el cargo para que no fuera como la mamá de los alumnos”. Su opositor creía que, dado su género, era probable que terminara siendo condescendiente con el alumnado. Por su parte, Araceli García cuenta que años después de haber cursado sus estudios de ingeniería, se enteró que gente cercana hablaba a sus espaldas: “Se preguntaban por mis preferencias sexuales, que si era lesbiana, que si me gustaban las mujeres, porque estaba estudiando una carrera de ‘hombres’”. Luego en el aula, más de algún profesor le dijo que mejor se fuera a su casa “a echar tortillas”.

En 2020 estas menciones han dejado de normalizarse y no obstante prejuicios que prevalecen Ortiz Michel se muestra optimista: “Me da mucho gusto encontrarme cada vez más mujeres que quieren ser ingenieras, sobre todo a las de Nanotecnología e Ingeniería Financiera”.

“Abandone la esperanza todo aquel que entre aquí”

Esta frase remata el verso que, según Dante en La Divina Comedia, se encuentra sobre las puertas del Infierno. Afortunadamente no es el caso cuando hablamos del acceso de las mujeres al entorno de la ciencia y la tecnología. Y es que si bien hay todavía muchos obstáculos —techos de cristal, falta de equidad salarial, acoso, falta de visibilización y reconocimiento de su trabajo y un largo etcétera—, hay razones para mantener el optimismo. O, para ponerse dantesco: para mantener la esperanza. Así lo cree Elsie Araujo, del Departamento de Matemáticas y Física (DMF), quien actualmente realiza una investigación sobre sensores de glucosa y cuyo equipo de trabajo, cuenta, está integrado sobre todo por mujeres. “Hay un interés bastante fuerte de parte de las mujeres. Cada vez hay más mujeres interesándose en estas áreas”.

La visión positiva es compartida por Araceli García, para ella “la sociedad está mucho más abierta a que las mujeres ingresen a las ingenierías. Ya no es tan extraño como era hace muy poco, cosa de diez años”. Susana Norzagaray, estudiante de la Ingeniería en Sistemas —y ahora de la Ingeniería en Seguridad Informática y Redes— señala que sí se notan cambios, sobre todo en la difusión que se les da a los trabajos que realizan las mujeres. En ese sentido, señala que para contagiar a las más pequeñas la curiosidad y el interés por la ciencia y la tecnología “lo más importante es que las niñas vean que es posible que las mujeres hagan las cosas”.

Por su parte, la profesora Elsie Araujo señala que es importante que desde la universidad se haga una apuesta importante para incluir más mujeres en la planta docente. En Matemáticas y Física “la mayoría son profesores, y conozco el caso de muchas alumnas que desistieron porque los profesores hombres no les hacían caso, no las tomaban en cuenta. Incluir más mujeres sería un mensaje fuerte que acarrearía muchas otras cosas (buenas)”. También afirma que mucho del trabajo también está en manos de las mujeres que ya están en el ecosistema: “Tenemos que apoyarnos, formar a otras mujeres académicamente”.

Una muestra de este esfuerzo por abrir espacios a otras mujeres es el trabajo que realiza la doctora Raquel Zúñiga, del Departamento de Procesos Tecnológicos e Industriales del ITESO y quien en sus proyectos ha impulsado la participación de mujeres, desde la integración de la plantilla docente del programa académico de Ingeniería de Alimentos, que ella coordina y fundó, así como la importante participación femenina estudiantil en sus proyectos.

Con la perspectiva que le da haber sido la primera presidenta de la Sección Guadalajara del IEEE, así como integrante del programa Women in Engineering del organismo internacional, Araceli García cuenta que “las mujeres cada vez destacan más. Antes estudiaban, pero no ejercían, ahora están más metidas. Sí hay esperanza. He visto los cambios, quizá no han sido tan grandes o tan rápidos, pero sí están ocurriendo. Vamos lento, quizá a nuestros hijos les toque verlo más avanzado”.

Yo lo he venido viendo, por ejemplo, en la curiosidad de Sofía, mi sobrina.