El arte tiene un enorme potencial para ayudarnos a soñar y a vislumbrar escenarios esperanzadores. Dejémonos sorprender por las creaciones de otros y animémonos a soñar, a crear aquel mundo que vendrá, en donde reinen la paz, la justicia y la dignidad y en donde nos amemos los unos a los otros en nuestra diferencia
Por José Ignacio Maldonado Baeza, S.J., escolar jesuita, Centro Universitario Ignaciano
Es frecuente que, en diferentes momentos y situaciones de nuestro día a día, utilicemos el término “esperanza”: no pierdas la esperanza, la esperanza muere al último, los jóvenes son la esperanza… Sin embargo, pocas veces somos conscientes de que se trata de una parte fundamental para la fe cristiana. Incluso, la esperanza, junto con la fe y la caridad, es una de las “virtudes teologales” que, según el Catecismo de la Iglesia Católica, “fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano”.[1]
Como cristianos, estamos invitados a cultivar la esperanza pues confiamos en las promesas de Jesús y, por tanto, esperamos la vida eterna y creemos que la construcción de un mundo justo, fraterno y en paz es posible aquí y ahora. Confiamos en que no vamos solos, sino que el Espíritu Santo nos auxilia. La esperanza está muy ligada “al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre” y su impulso “preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad”. [2]
Ahora bien, en un mundo con tantos problemas como el nuestro, muchas veces podemos preguntarnos si aún hay esperanza. En ocasiones, el porvenir pareciera desolador y es difícil vislumbrar alternativas. Existe el peligro de decir “las cosas no pueden cambiar” o de dejarnos llevar por la tristeza. Sin embargo, una de las grandes lecciones del Evangelio es recordarnos que la Resurrección nos muestra que la muerte no tiene la última palabra y que, siguiendo a Jesús, las cosas pueden cambiar y que es posible un mundo en donde reinen la paz, la justicia y la dignidad para todos los seres humanos, en el que podamos convivir en la diferencia y en donde el amor sea nuestro principio y fin.
Por eso, el Papa Francisco nos invita a no dejar de soñar: “No tengas miedo de soñar. ¡Sueña! Sueña con un mundo que todavía no se ve, pero que ciertamente vendrá. La esperanza nos lleva a creer en la existencia de una creación que se extiende hasta su cumplimiento definitivo, cuando Dios será todo en todos”.[3]
En ese sentido, considero que el arte es un medio que puede ayudarnos a soñar ese mundo que vendrá. El arte, con sus propios lenguajes, como la ficción, es un medio maravilloso que nos ayuda, entre otras muchas cosas, a ser más empáticos y a vislumbrar un mundo diferente.
En primer lugar, el arte siempre supone un contacto con el otro. El hecho de contemplar la creación de otra persona implica situarnos frente a una manera distinta de ver y entender el mundo y la realidad. Ver alguna obra nos permite conocer otra interpretación de cierta experiencia o situación. Más aún, algunas creaciones logran que nos involucremos a tal grado que nos ponemos en el lugar del otro. En ese sentido, Jorge Volpi considera que leer una novela, asistir a una sala de cine o a una función de teatro no es un mero entretenimiento o diversión, sino que nos ayuda a “probarnos en otros ambientes y en especial para ser, vicaria pero efectivamente, al menos durante algunas horas o algunos minutos, otros”.[4]
Por su parte, Mario Vargas Llosa en el discurso que pronunció al recibir el Premio Nobel de Literatura en 2010, y el cual tituló Elogio de la lectura y la ficción apunta que “inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola”.[5] Por tanto, el arte nos ayuda a salir de nosotros mismos, lo que es clave para poder visualizar realidades esperanzadoras, ya que se nos abre el panorama y somos capaces de encontrar novedades.
Otro aspecto importante es que el arte puede ser un puente que nos une pues cuando aborda cosas tan humanas como el amor, el miedo, la tristeza o la alegría queda superada cualquier barrera. Como el mismo Vargas Llosa destaca, “la buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan”.[6] Esto nos recuerda que son más las cosas que nos unen que las que nos separan.
Por tanto, estos ejercicios de imaginación que posibilita el arte pueden llegar a transformarnos ya que, de una u otra manera, nos reflejamos en el otro y aprendemos algo del otro. Al respecto, Volpi dice que leer cuentos y novelas es de gran ayuda para comprender el mundo, a los demás y a uno mismo pues “leer ficciones complejas, habitadas por personajes profundos y contradictorios, como tú y como yo, como cada uno de nosotros, impregnadas de emoción y desconcierto, imprevisibles y desafiantes, se convierte en una de las mejores formas de aprender a ser humano”.[7]
Asimismo, muchas veces el arte nos ayuda a visualizar algunos extremos a los que podríamos llegar de seguir por caminos poco favorables. Basta leer 1984 de George Orwell o Un mundo feliz de Aldous Huxley para valorar la libertad y preguntarnos sobre ella. Por eso es importante, retomando al filósofo alemán Ernst Bloch, que vivamos un “optimismo militante” que, realistamente, nos lleve a “soñar despiertos” y vislumbrar un mundo mejor y, sobre todo, que nos invite a poner manos a la obra para que se haga realidad y que no se quede en una ingenua utopía fuera del mundo o un “tranquilizante” o distractor.
En ese sentido, Vargas Llosa considera que “las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad” pues “la literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas. […] Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible”.[8]
Y es que el arte tiene lenguajes que posibilitan aquello que racionalmente parecería una locura. Un ejemplo de ello es la obra Cuando la fe mueve montañas del artista belga Francis Alÿs. El 11 de abril de 2002 a las afueras de Lima, Perú, quinientos voluntarios literalmente desplazaron la cima de una montaña aproximadamente 10 cm. respecto a su posición original. Por supuesto que esto implicó la colaboración de muchas personas y, para el contexto histórico-social, fue muy significativo. Recomiendo ver el video que documenta el proceso de realización de la obra. ( https://francisalys.com/when-faith-moves-mountains/ ).
Como podemos ver, el arte tiene un enorme potencial para ayudarnos a soñar y a vislumbrar escenarios esperanzadores. Dejémonos sorprender por las creaciones de otros, atrevámonos a “ser otros” mientras leemos, vemos una película, una obra de teatro o una pintura y, sobre todo, animémonos a soñar, a crear aquel mundo que vendrá, en donde reinen la paz, la justicia y la dignidad y en donde nos amemos los unos a los otros en nuestra diferencia.
Así es que cuando pensemos que “las cosas siempre han sido así” o que “las cosas no pueden ser de otra manera”, acerquémonos al arte, para descubrir una infinidad de representaciones e interpretaciones de aquello que vemos de un único modo. Además, este acercamiento nos recordará que hay muchas cosas que nos unen como seres humanos y seguramente nos veremos reflejados en el otro. Atrevámonos a hacer realidad las “mentiras” de la ficción y aprovechemos la infinidad de lenguajes que nos ofrece el arte para plantear, de forma poética o ficticia, pero no por ello desanclada de la realidad, alternativas esperanzadoras a nuestro mundo herido y tan necesitado de amor.
Bibliografía
Catecismo de la Iglesia Católica, Ciudad del Vaticano, versión digital, https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html
Francisco, Audiencia General, Ciudad del Vaticano, miércoles 20 de septiembre de 2017, https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2017/documents/papa-francesco_20170920_udienza-generale.html
Vargas Llosa, Mario, Elogio de la lectura y la ficción, Estocolmo, The Nobel Foundation, 7 de diciembre de 2010, https://www.nobelprize.org/prizes/literature/2010/vargas_llosa/25185-mario-vargas-llosa-discurso-nobel/
Volpi, Jorge, Leer la mente: El cerebro y el arte de la ficción, México, Alfaguara, 2011.
[1] Catecismo de la Iglesia Católica, 1813.
[2] Catecismo de la Iglesia Católica, 1818.
[3] Francisco, Audiencia General, Ciudad del Vaticano, miércoles 20 de septiembre de 2017.
[4] Jorge Volpi, Leer la mente: el cerebro y el arte de la ficción, México, Alfaguara, 2011, p. 17.
[5] Mario Vargas Llosa, Elogio de la lectura y la ficción, Estocolmo, The Nobel Foundation, 7 de diciembre de 2010.
[6] Mario Vargas Llosa, Elogio de la lectura y la ficción, Estocolmo, The Nobel Foundation, 7 de diciembre de 2010.
[7] Jorge Volpi, Leer la mente: el cerebro y el arte de la ficción, México, Alfaguara, 2011, pp. 25-26.
[8] Mario Vargas Llosa, Elogio de la lectura y la ficción, Estocolmo, The Nobel Foundation, 7 de diciembre de 2010.