Tres estudiantes del Doctorado en Investigación Psicológica del ITESO presentarán avances de sus tesis doctorales en el congreso Neuroscience 2022, el más importante del mundo en el área
A ello se aboca la línea de investigación de Neurofisiología y Conducta, trabajada desde el Doctorado en Investigación Psicológica del ITESO, donde se estudian emociones, conductas y trastornos en relación con factores biológicos y factores sociales.
Claudia Vega Michel, académica del Departamento de Psicología, Educación y Salud (DPES), compartió que tres estudiantes de dicho programa presentarán sendos trabajos en el congreso Neuroscience 2022, considerado el más importante del mundo en su rama y que se celebrará en San Diego, California, del 12 al 16 de noviembre próximos.
Los autores, todos profesores de la Licenciatura en Psicología del ITESO, tienen en común trabajar desde la ciencia básica para lograr una comprensión más profunda de fenómenos complejos y aportar evidencias para el correcto diagnóstico e intervención de las problemáticas.
La catedrática afirmó que la calidad de las investigaciones de los doctorandos los avala para estar a la par de otros expertos en el mundo y los acerca a esa visión ignaciana del magis, ligada a la misión del ITESO de ampliar las fronteras del conocimiento en búsqueda permanente de la verdad para alcanzar una sociedad más justa y humana.
Autismo, funciones ejecutivas y estrés en la infancia
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es un abanico: puede haber personas diagnosticadas que tengan un nivel de funcionalidad muy alto, pero también existen casos de personas con sintomatología muy severa, que resulta incapacitante para ellas y sus familias.
Acerca de este último grupo existe poca información neurofisiológica, dado que factores como la hipersensibilidad dificultan colocar el equipo necesario para medir la actividad eléctrica del cerebro. “Se deben registrar entre 20 a 30 minutos para obtener aproximadamente dos minutos de actividad eléctrica cerebral limpia y poderla analizar”, añade Claudia Vega, asesora del trabajo.
Esta investigación busca generar información para abonar a futuros tratamientos y diagnósticos más tempranos.
“Estamos haciendo un aporte al área de las neurociencias sobre qué pasa con la actividad eléctrica del cerebro de los niños con diagnóstico y una sintomatología severa. Evaluamos a niños de entre dos y cinco años, con varias sesiones de preparación para que confíen en nosotros y de esa manera podamos obtener datos”, señala Vega Michel.
Perteneciente a la primera generación del doctorado, Fernando Alcaraz Mendoza evalúa a nivel neurofisiológico y conductual la correlación entre la toma de decisiones en tareas de riesgo y la actividad eléctrica del cerebro, en su trabajo “Relationship Between Frontal Theta/Beta Ratio and Performance on the Ball Risk Test in Middle-aged Adults”.
“Se trata de una investigación para entender patrones en la actividad eléctrica relacionada con comportamientos de riesgo que repercuten en nuestra salud y calidad de vida”, explica Claudia Vega.
Para ello, el doctorando consideró variables como composición corporal, hábitos, alimentación, actividad física y patrones de sueño, entre otros. Una de las primeras conclusiones es que los hábitos saludables podrían tener repercusiones en el volumen estructural del cerebro, lo que podría impactar en funciones cognoscitivas como planeación, control inhibitorio y toma de decisiones.
El tercer trabajo admitido al congreso internacional es el encabezado por Guillermo Vega Oceguera, titulado “Decision Making and Early Life Stress: The Role of Autonomic Reactivity”.
Investigaciones previas demuestran que el estrés tiene un impacto importante en la actividad del sistema nervioso autónomo y del cerebro. Con ello en cuenta, el experimento consideró medir las respuestas fisiológicas de 30 adolescentes de entre 12 y 15 años con una historia de estrés en la infancia.
“Lo que se busca es encontrar la capacidad predictiva de la reactividad ante el estrés de estos niños en su toma de decisiones. Queremos entender si las condiciones de estrés agudo o crónico vividas en la infancia tuvieron consecuencias en su percepción de riesgos, [dado que] sí tienen repercusión en las funciones cognoscitivas y en la actividad eléctrica del cerebro a lo largo de la vida”, comenta Claudia Vega.
Los investigadores esperan que, a partir de la información obtenida, se puedan hacer propuestas de intervención eficaces para este sector de la población.