El poemario Se van fue elegido como ganador de la edición 2022 del certamen literario que, organizado en Quetzaltenango, Guatemala, es uno de los más longevos de la región. Su autor explica que el tema central es la migración

«Día 2: Comenzó mi periplo. / Desesperado, / me colé entre el gentío / que como yo / no quiso caminar a solas; / sino en mazorca. / Fuego de mariposa monarca / que surca el aire«

Pedro Antonio Aguilera, SJ, es hondureño, desde hace un par de años vive en México, y actualmente cursa la maestría en Filosofía en el ITESO. A diferencia de las miles de personas que abandonan su lugar de origen buscando una mejor calidad de vida, menos pobre o con menos violencia, de preferencia menos de ambas, él salió de su país para continuar sus estudios como jesuita, y en eso ha venido trabajando a la par que escribe poesía. Así como él, su poesía también hizo maletas: su poemario Se van viajó hasta Guatemala para participar en la edición 2022 de los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango, certamen en el que fue elegido como primer lugar de la categoría Poesía. 

«Día 4: Soy la cara / de las décadas de infamia /que han respirado /mis camaradas de camino».

Como miles de personas a lo largo del continente, cuando tenía 10 años Pedro Antonio vio cómo su padre se fue de su casa en Honduras para buscar un futuro mejor para su familia. En esos días, cuenta, no entendía bien qué pasaba. Sin embargo, con el tiempo, dice, “comencé a preguntarme que había detrás de ese proceso”. Entonces la migración se volvió un tema de su interés, tanto para su trabajo dentro de la Compañía de Jesús como en su oficio como escritor, mismo que comenzó antes de sumarse a la orden religiosa mientras cursaba sus estudios de Literatura y que ha continuado alimentando de manera paralela. 

«Día 5: El agua y la comida / se nos acaban sin darnos cuenta. / Hemos cruzado la frontera El Florido / después de romper / u n c e r c o p o l i c i a l / y ya respiramos aires chapines».

Aguilera Flores señala que “la poesía es un género privilegiado. Si uno logra compactar una idea, puede llegar al corazón del lector”, dice y añade que, en su caso, la tarea tiene cierto grado de dificultad porque el tema de la migración no suele ser abordado desde este género literario. “Quería sentir con la gente y poder trasladar ese dolor, ese sufrimiento, pero también esa esperanza, a la palabra”. 

«Día 12: Una muralla de hombres / vestidos de negro, / con cascos, / armas / y toletes / aguardaban nuestra llegada. / Hombres de carne y hueso, / de cerebro y corazón, / con familias / como nosotros».

Además de su experiencia personal con la migración, también conoce bien la situación que viven las personas migrantes, con quienes trabajó durante su estancia en Tierra Blanca, Veracruz. A toda esta experiencia suma también su vivencia como jesuita. “La espiritualidad ignaciana te carga de una visión de compromiso con el mundo y con la historia”, cuenta Pedro Aguilera y comparte lo que alguna vez le dijera el también poeta nicaragüense Ernesto Cardenal: “Platicar con él fue iluminador. Él me dijo que quizá mi vocación como jesuita era ser poeta”. 

«Día 15: Pero no soy nada más / el poema de los que vuelven, / soy también el poema / de quienes cruzaron / y burlaron la muralla humana, / aunque hubieron de besar / por ratos / la hiel de la muerte bajo los cactus, / hasta llegar a Tucson».

Como ganador de los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango, el jesuita se hizo acreedor a un pergamino, la publicación del poemario en un libro que recopila la obra de los ganadores de las otras categorías y 30 mil quetzales (poco más de 75 mil pesos). De común acuerdo con Luis Gerardo Moro, SJ, provincial en México de la Compañía de Jesús, el dinero fue donado a la obra que tienen los jesuitas en Frontera Comalapa. Para concluir, Pedro Antonio Aguilera señala que “parte de este poemario se lo debo a México y al ITESO por todo lo que he recibido y que está plasmado en él”. 

FOTO: Luis Ponciano