Estudiantes del Proyecto de Aplicación Profesional “Manejo psicológico del dolor y cuidados paliativos” brindan atención a personas con enfermedades terminales.
Escribo estas letras con un dolor de días en una muela inferior derecha. Los dolores de muela quitan el hambre y, dicen, la claridad del pensamiento. Pero son nada comparados con los que experimentan algunas personas que viven con cáncer, herpes zóster, neuropatías, angina de pecho, artritis, fibromialgias y otros padecimientos en etapas avanzadas o terminales.
Con el apoyo de un conjunto de fundamentos teóricos, una asesora especializada con mucha fuerza interior —no se me ocurren otras palabras—, un grupo de estudiantes de Psicología y de Nutrición y Ciencias de los Alimentos del ITESO atienden a personas que, en distintas instituciones de salud pública, enfrentan una enfermedad que amenaza su vida y les provoca suplicio físico.
Los y las jóvenes en formación integran el Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) “Manejo psicológico del dolor y cuidados paliativos”, que coordina Patricia Eugenia Ornelas Tavares, profesora del Departamento de Psicología, Educación y Salud (Dpes).
Con casi 11 años de existencia y 114 estudiantes inscritos en su historia, los integrantes del PAP tienen por lo menos dos privilegios: reducir el sufrimiento de las personas y aprender en uno de los escasísimos grupos de pregrado en México en los que existe la formación para este propósito.
El PAP trabaja en conjunto con equipos médicos de tres espacios clínicos, todos ellos públicos: el Instituto Jalisciense de Cancerología; la Unidad de Cuidados Paliativos Pediátricos del Hospital Civil Juan I Menchaca, y el Hospital Regional Valentín Gómez Farías, del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).
En estos sitios, “se genera un radio virtuoso mayor, porque además de atender a los pacientes que viven con dolor, se atiende a sus familias y se trabaja con el equipo de salud cercano”. El propósito es mejorar la calidad de vida de todas las personas, como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Según esta agencia internacional, los cuidados paliativos se refieren a la prevención y el alivio del sufrimiento, mediante la detección y el tratamiento del dolor y las dificultades físicas, psicosociales y espirituales de las personas con una enfermedad potencialmente mortal (lee más en: bit.ly/2ObpTf6).
En México los cuidados paliativos son un derecho según la Ley General de Salud y de la Norma Oficial Mexicana 011-SSA3-2014, “Criterios para la atención de enfermos en situación terminal a través de cuidados paliativos” (bit.ly/2FgCRFC). La realidad es que, en la práctica, estos derechos se ejercen en muy pocos casos.
En su informe “Cuidar cuando no es posible curar: Asegurando el derecho a los cuidados paliativos en México” (bit.ly/2TTtdRd), de 2014, el organismo internacional Human Rights Watch señala: “Decenas de miles de pacientes con enfermedades terminales en México sufren innecesariamente dolores severos y otros síntomas”, por falta de acceso a una atención apropiada.
La OMS calcula que en el mundo unos 40 millones de personas —el equivalente a una tercera parte de la población en México— requieren cuidados paliativos. Sólo 14 por ciento los recibe.
Esta falta de acceso “es una de las desigualdades más importantes de la salud mundial”, lamenta este organismo.
Si bien en México disminuyó la burocracia en el acceso a los medicamentos contra el dolor como la morfina, gracias a la pelea que dieron los médicos y familiares de los enfermos, faltan equipos especializados en la atención psicológica, explica Patricia Eugenia Ornelas.
En el PAP “Manejo psicológico del dolor y cuidados paliativos”, el abordaje con los pacientes es individual, tras un censo en cada institución y el análisis de las diversas enfermedades y condiciones de las personas, a través de técnicas de respiración, relajación, hipnosis, imaginería guiada.
“Tratamos de que los pacientes sigan haciendo las cosas que les gustan; que no gasten la poca energía que tienen lidiando con el dolor y que no mueran con esta lucha infructuosa”, afirma la profesora del Dpes.
Para lograrlo, las y los estudiantes que integran el PAP revisan materiales teóricos y trabajan con emociones como los miedos existenciales, las culpas y el remordimiento.
Patricia Eugenia Ornelas recuerda que el dolor crónico genera daños neurológicos y depresión, pues se asocia a una forma de vida basada en el catastrofismo, lo cual puede acelerar la muerte de una persona. Cuando es crónico, desencadena desesperación e incluso ideaciones suicidas.
Desde su agonía, narra, los enfermos terminales siguen cuidando de su familia. Tratan de no agobiarla. Cuando se aproxima su momento de partida, el equipo del ITESO trabaja con las familias y procura que los pacientes regresen a su casa, cuando eso es posible.
¿Qué les pasa a quienes integran el PAP? Algunos deciden especializarse. A casi todos, el hecho de experimentar la cercanía de la muerte les ayuda a cuidar su salud y las relaciones con su familia: se dan cuenta quién estará ahí al final de su vida.
¿Quieres saber más sobre los programas de grado y posgrado del ITESO en Psicología, Nutrición y Educación? ¿Quieres ser parte de este PAP? Visita el Dpes, ubicado en el edificio M.