La pandemia nos reveló la imagen de una humanidad frágil, indefensa, miedosa y limitada; diferente a la concepción que teníamos de poderosa, triunfadora e irreductible. Nos sentimos agobiados, ansiosos y temerosos. ¿Tiene la espiritualidad algo que aportar a la persona para enfrentar el agobio, la ansiedad y el estrés?

 

“Niega la entrada a la desesperación y haz que, en todos los lugares que de sangre se tiñeran, fluya el gozo a manos llenas”[1]. Estas palabras del teólogo luterano Dietrich Bonhoeffer, nos invitan a vivir en dirección contraria a la ansiedad, angustia y miedo que nos genera la incertidumbre, ahora provocada por el confinamiento. Nos sentíamos seguros, contentos ante nuestros logros, casi poderosos; pero, sin aviso alguno, todo cambió repentinamente, nuestra fragilidad se hizo evidente, nos experimentamos débiles e indefensos. La pandemia nos mostró asustados, limitados y pequeños. Hoy vivimos agobiados por el Covid-19, la violencia o la inseguridad.

El estrés es la respuesta de nuestro organismo ante situaciones como estas, que nos desafían y vivimos como amenaza, nos angustiamos ante la incertidumbre de los resultados. La ansiedad nos lleva a ver como presente algo que no sucede aún o que nunca sucederá, como una muerte anticipada que no sabemos de dónde llegará. Este sentimiento de inquietud y miedo nos lleva a huir, a evadir o rechazar todo aquello que se relacione con lo que nos inquieta. Ante estas situaciones, ¿qué tiene que decir o aportar la espiritualidad?

LA ESPIRITUALIDAD EN TU SALUD
Cuando hablamos de salud generalmente nos referimos al estado físico o mental de una persona; sin embargo, nuestro ser no es sólo corporalidad, emociones o estados psicológicos, también lo compone una dimensión espiritual. En nuestra cultura a veces pasa inadvertida no tenemos consciencia de ello y no cuidamos nuestra salud espiritual. El trabajar nuestra espiritualidad fortalece nuestro cuerpo, emociones y psique. Una persona que desarrolla su inteligencia espiritual está mejor preparada para lidiar con el estrés y el dolor.

¿Cómo ayuda la espiritualidad a aliviar el estrés y la ansiedad, y a mejorar la salud física y mental? La espiritualidad es la dimensión central de la persona, le conecta con lo inmaterial de su vida, con su capacidad de amar, de tener compasión; se asocia con la trascendencia, la inspiración y los valores que guían y conforman su sentido de vida, así como con el sentido último de las cosas.

Para fortalecer tu espiritualidad es necesario el desarrollo de la inteligencia espiritual, un modo de inteligencia como lo son la racional o la emocional. La inteligencia espiritual es la esencia de la inteligencia, nos sana y nos completa; se desarrolla a partir de sus experiencias fundantes: experiencias relacionales constitutivas, personales o comunitarias, valores que se formulan desde lazos afectivos y experiencias sustanciales, anhelos y sueños que inspiran y fomentan la esperanza, así como de logros que fortalecen el amor propio y la satisfacción de sí mismo.

Mantener conexión con nuestro espíritu, con tu espíritu, te coloca como autor de tu propia vida y no solo como actor. La conexión con nuestro espíritu nos vincula con los otros y con el mundo, impulsa a la apertura al todo, a la esperanza, la gratitud, el perdón, la humildad, la compasión, la alegría y serenidad interior. La experiencia espiritual genera estados afectivos positivos, actitudes y comportamientos virtuosos, y pensamientos que fomentan la salud física y mental. En una charla entre los profesores de Yale, Miroslav Volf y Willie James Jennings, que puedes ver en este video, se señala que la alegría “es un acto de resistencia contra la desesperación y sus fuerzas”[2]

Y es que la espiritualidad genera una poderosa energía que nos fortalece para enfrentar y trascender dificultades, sufrimientos y angustia, desarrolla emociones positivas, nos conduce a profundizar en lo que es verdaderamente importante y constructivo para la vida. Te ayuda a dar rumbo y a desvelar los significados que la vida guarda para ti; te da consciencia de ser alguien entre otros muchos seres, a sentirte conectado con la creación entera y con el Espíritu, así, con mayúscula.

Esta manera de experimentarte parte de algo mucho mayor, mucho más íntimo, te lleva a un nivel de autoconciencia en el cual tienes plena percepción de ti mismo y te sientes responsable con el todo, sin necesidad de controlarlo. En esta experiencia se expanden tus redes de apoyo porque te haces parte de una comunidad cósmica, en la cual tus relaciones afectivas son alimentadas por la confianza, el amor y la fe. Todo ello redunda en un mejor estado de salud, física, emocional y mental.

DESCUBRIR TU ESPIRITUALIDAD
El jesuita Teilhard de Chardin, teólogo y paleontólogo, afirma que “no somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual. Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana”. ¿Te has preguntado por tu espiritualidad y el nivel que tienes? Para ayudarte a responder, te invito a acercarte desde tus experiencias fundantes, desde lo que da sentido a tu vida y que te ha formado y definido como persona única y singular. Explora tu interior, las propuestas siguientes te pueden guiar, respóndelas y anota brevemente lo que vaya surgiendo, con ello podrás definir cuál y cómo es tu espiritualidad.

  1. Reconocer tus emociones y los sentimientos que predominan en ti durante el día.
  2. Identifica lo que verdaderamente valoras en tu vida.
  3. ¿En qué crees y porqué crees en ello?
  4. ¿Cómo manejas tus heridas afectivas y sentimientos de dolor?
  5. ¿Qué personas, prácticas o proyectos te hacen sentir pertenencia a una comunidad?
  6. ¿Qué tipo de situaciones o cosas te generan esperanza y gozo?
  7. ¿De cuáles logros personales te sientes más orgulloso u orgullosa?
  8. ¿Te sientes parte del mundo de los otros y a ti mismo(a) como parte del suyo? ¿Cómo te sientes religada o religado a los demás, al mundo y, quizás, a algo mayor a todo lo que percibo a través de tus sentidos?
  9. ¿Qué tipos de experiencias espirituales has tenido?

CULTIVO DE TU ESPIRITUALIDAD
Si optas por llevar una vida espiritual, si buscas dinamizarla, estarás optando por un estilo de vida y un sistema de valores en contracorriente con los que vive la sociedad, tan enfocados en el propio placer y gozo superficiales. Estarás tomando la decisión de conectar con tu interioridad, de crecer en tu nivel de autoconciencia y autocontrol, a no dejarte llevar como la veleta por el viento. Para el desarrollo o maduración de tu espiritualidad habrás de establecer tu propio itinerario espiritual. Te propongo que te des diariamente un momento o pequeños momentos para hacer lo siguiente, anotándolo en tu bitácora espiritual (cfr Torralba Francesc, 2013)[3]:

  1. Práctica del silencio de la soledad, ese estado interior es necesario para equilibrar lo exterior con tu interior. Según Francesc Torralba, es la mejor dieta espiritual.
  2. Oración, meditación y contemplación. Estas actividades espirituales te llevan a trascender el plano de los sentidos y estimulan tu inteligencia espiritual.
  3. Reflexión filosófica, te abre paso hacia una comprensión más profunda de las cosas en tu relación con el conjunto de la realidad, en la religación con el todo.
  4. Contemplación de lo bello, ya que despierta en ti la sensibilidad estética y estimula tu inteligencia espiritual. Una pieza de arte, un atardecer, la belleza humana…
  5. Sembrar esperanza, confianza y verdad, alejando la mirada de lo que deshumaniza y enajena. Niega la entrada a la desolación y abre tu corazón a la alegría y al amor.
  6. Ejercicio físico, favorece las diversas capacidades y dimensiones de tu persona, no solo lo corporal, fortalece tu disciplina y autocontrol, dinamiza las múltiples inteligencias.
  7. Experimentar la fragilidad, no evadir el encuentro con situaciones límite, con el dolor y la fragilidad propia y de los otros. Según Francesc Torralba “ser maduro consiste en ser consciente de la propia fragilidad, en tener lucidez respecto a lo que uno es”.
  8. Cultivo y práctica de la solidaridad: “anunciar la esperanza a los pobres y marginados, vendar los corazones rotos, trabajar por la justicia, consolar a los que lloran, alimentar al hambriento y dar de beber al sediento, levantar a los de espíritu abatido…” (Is 61,1-3). Hacerse el buen samaritano (Lc 10, 29-35), no por ego sino por amor a quien forma parte de mí mismo.

Realiza tu examen diario al modo ignaciano, examinándote y haciendo conciencia de tus apegos, esto quiere decir, de tu dependencia de cosas y relaciones que te enajenan y esclavizan. Gana en libertad, en desapego a todo, incluso de ti y tus propios logros. Es lo que conocemos como Indiferencia ignaciana. En tu bitácora espiritual toma nota de los movimientos de tu interioridad, esto te ayudará en tu discernimiento espiritual. También hazte acompañar espiritualmente por un guía, el camino no se puede recorrer a solas porque podemos caer en auto justificaciones y autoengaños. Participa en un grupo de espiritualidad, camina al lado de otros en tu aventura espiritual, nos construimos con otros, en fe y esperanza compartidas.

PRACTICAR LA MISERICORDIA Y LA SOLIDARIDAD
Finalmente, sobre este punto, quiero señalar que toda experiencia verdaderamente espiritual, para que sea tal, nos ha de llevar a dejar de centrarnos en nosotros mismos para voltear la mirada hacia los otros y nuestra casa común, a preocuparnos y ocuparnos de ellos.

Julieta Fierro[4], Investigadora del Instituto de Astronomía de la UNAM, señala posibles efectos de la pandemia en el corto plazo: consolidación de regímenes totalitarios pérdida de negocios pequeños, favoreciendo a los grandes capitales y al comercio en línea incremento de la delincuencia, en gran parte por la desesperación; aumento de la pobreza en el planeta, acompañada de una mayor desigualdad. Por otro lado, se advierte que en México aumentará en 14 millones el número de personas de en pobreza, ¿y qué decir del acceso a la educación?

Lo peor de la pandemia y el confinamiento no es mi aumento de peso o el estrés o ansiedad que me genera. Yo tengo comida, casa, agua caliente para asearme, jabón y desinfectante para limpiar mis manos y cuerpo. Tengo familia y una comunidad que me acompaña en sana distancia; mientras muchos, muchos otros no tienen trabajo o están solos en su desamparo. Empleadas domésticas, jardineros, obreros, meseras y meseros que perdieron su fuente de sustento ante el cierre de sus lugares de trabajo y ahora salen a pedir a las calles para poder llevar alimento a sus familias, enfermos que no tienen un espacio en los hospitales para ser atendidos… los efectos ya ahora son cuantiosos y dolorosos.

Ante esta realidad, que nos llama a la solidaridad y la compasión, se hace presente el coloquio de los Ejercicios que San Ignacio de Loyola [EE 53] y que parafraseo de la siguiente manera:

¿Qué he hecho por mi hermano?

¿Qué hago por mi hermano?

¿Qué debo hacer por mi hermano?

No podemos responder como lo hizo Caín respecto a su hermano Abel: ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? (Gn 4,9). A partir de lo que has encontrado en el ejercicio sobre cómo es tu espiritualidad, desde tus experiencias fundantes, y haciendo un balance de tus recursos (de salud, económicos, conocimientos, tiempo, actividades que te atraen, etc), plantea tu propio camino para el ejercicio de la solidaridad y la misericordia, con acciones como las que te sugiero en seguida:

  1. Poniéndote en el lugar del otro apoya a quien te necesite, comparte tus recursos sin discriminar a nadie.
  2. Toma tiempo para escuchar a los demás (fórmate para ello).
  3. En tu ejercicio académico, educa en la solidaridad y el compromiso.
  4. Comprométete en la lucha por los derechos de todas las personas.
  5. Participa en el cuidado de nuestra casa común, participa en campañas de justicia ambiental y de consumo responsable.
  6. Ofrece alimento y vestido a quienes pasan necesidad.
  7. Elabora proyectos sociales o participa en algún voluntariado o grupo de ayuda.

Si necesitas apoyo en tu ruta espiritual acude al Centro Ignaciano de Espiritualidad del ITESO.

[1] Bonhoeffer, D. (2008). Resistencia y Sumisión: Cartas y Apuntes desde el Cautiverio. Salamanca: Sígueme.
[2] https://www.youtube.com/watch?v=1fKD4Msh3rE&t=261s
[3] Francesc Torralba. (noviembre 2013). El cultivo de la inteligencia espiritual. cuadernos formativos. 23/05/2020, De https://www.gazteok.org/wp-content/uploads/2013/11/CF-Cultivo-de-la-inteligencia-espiritual.
[4] Julieta Fierro. (junio-julio 2020). después de la pandemia: riesgos y oportunidades. Ibero, 68, 34-35. http://revistas.ibero.mx/ibero/uploads/volumenes/54/pdf/34-Despues-de-la-pandemia-Julieta-Fierro.pdf

¿Te gustó la ilustración de Edwin? Descárgala aquí.

Lee más artículos de la serie ESPIRITUALIDAD EN EL CONFINAMIENTO:

Lee más artículos de la serie Espiritualidad en el confinamiento:

  1. La Pascua en tiempo de confinación, por Luis Arriaga, SJ
  2. En primavera aprende a amar los días grises, por Juan Enrique Casas Rudbeck, SJ
  3. La meditación como camino espiritual, por Jorge del Valle
  4. Pandemia, un pozo para el hogar y el reposo, por José Martín del Campo, SJ
  5. Orar con el cuerpo, de Resurrección Rodríguez
  6. Oportunidad para la espiritualidad, de Fernando Villalobos.
  7. Alivio, gozo y solidaridad en tiempos de incertidumbre y ansiedad, de Gerardo Valenzuela Rodríguez, SJ
  8. Vivir al modo de Jesús: más cercanos que nunca, de Javier Escobedo, SJ
  9. El ancla en medio de la tormenta, de Paulina Quintero Toscano
  10. La esperanza de un ingeniero desde el confinamiento, de Bernardo Cotero
  11. Hiperconectividad, ¿espiritual?, de Francisco Cibrián
  12. Fortes in proelio: Una compañía universal ante los grandes retos de la humanidad, de Jorge del Valle Márquez