¿Que nos ofrece la pandemia a quienes nos hemos encerrado «voluntariamente» en nuestras casas? Para mí ofrece la esperanza en la renovación. Una oportunidad gratuita de estimar lo que teníamos como vida y familia, lo que concebimos por progreso, por desarrollo de la ciencia y por propósito de nuestras profesiones.

Hace unos días hacía algunas reflexiones sobre el tema de la pandemia que vivimos, de este aislamiento “obligatorio” y de todo este movimiento y fenómeno mundial, que no había experimentado en mis años de vida. Lo más cercano de lo que me di cuenta y fui testigo fueron el ataque a las torres gemelas de Nueva York, las explosiones en Guadalajara del 22 de abril y el terremoto en la Ciudad de México en 1985. Los demás incidentes mundiales (las guerras en el medio oriente, los golpes de estado, las hambrunas, los desastres naturales) habían quedado muy lejanos a mí y a mi trabajo, aunque si bien, generaron crisis económica, yo nunca sentí tan de cerca estos fenómenos y estas crisis tanto como la crisis que, por cierto, apenas inicia. Estoy seguro que muchas otras personas tampoco habían experimentado algo así, tan de cerca y tan intenso, que hasta nos llevó a hacer un alto en nuestra vida. Cuando reflexionaba, trataba de encontrar algunas explicaciones y cierta lógica en lo que está pasando y no logro conciliar y atar cabos, ¿acaso los hay? Lo que sí estoy seguro es que, como a mí, a muchas personas esta crisis nos obligó a hacer un alto en el camino de nuestra interioridad y tal vez a reconciliarnos con nosotros mismos y con nuestras familias; y nos hemos preguntado si lo que tenemos o teníamos es o era realmente necesario; si verdaderamente era forzoso que me trasladara a mi lugar de trabajo; qué tan indispensable era mi presencia y qué tan importante y trascendente es lo que hago en mi familia, en mi trabajo, en mi sociedad.

¿Qué pasó? ¿Por qué fue que nos metimos o nos metieron en esta encrucijada mundial? ¿Fue resultado de un avance científico mal logrado? ¿Fue el resultado de una intención no tan buena de algunos? ¿Acaso el papa Francisco había ya advertido sobre un riesgo ecológico en la humanidad y lo plasmó en su encíclica Laudato Sí? Si bien no he terminado de dar respuesta a estos y otros cuestionamientos que me han llegado, quisiera plasmar en estas reflexiones un mensaje de esperanza y buen augurio para lo que viene que no pinta del todo muy halagador, por lo que conviene que seamos positivos y finquemos nuestra esperanza en la renovación que estamos experimentando.

No digo que todos estamos pasando por una transformación profunda. Soy consciente que hubo gente que no pudo parar porque si lo hacía no comería ese día. Quienes colaboramos en ITESO somos de los pocos afortunados que han podido hacer una pausa en nuestro ajetreo diario de vida y de trabajo, y por esta bendición y talento otorgado, de seguro se nos pedirán cuentas algún día.

En estos momentos está también en juego la respuesta científica ante tal situación, los médicos y biólogos en busca de una vacuna, así como los matemáticos en el pronóstico de cómo se desenvuelve y evoluciona la pandemia apoyados en los datos. Nos damos cuenta de la importancia del papel que juegan en estos momentos estas áreas de la ciencia y que con todo y la larga trayectoria de su desarrollo, no alcanza a responder a la velocidad que se requiere. Como parte de esta reflexión debiera considerarse la encíclica Laudato Sí pues en ella el Papa afirma que “… los progresos científicos más extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el crecimiento económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso social y moral, se vuelven en definitiva contra el hombre”. (LaudatoSí, 4)

Y entonces empiezo a ver con claridad la relación e implicaciones de todas las dimensiones del ser humano, materia–sentimientos–espíritu, con sus tres inteligencias racional-emocional-espiritual. Aquí contemplo diferentes escenarios, desde donde se ven todos estos acontecimientos. Observo y escucho cómo cada persona reacciona, resuelve, responde y camina de acuerdo al estado de desarrollo que guarda en estas tres inteligencias. Y mi apuesta es a una nueva esperanza de solidaridad, colaboración y un fuerte compromiso con la otra y el otro, y conmigo.

¿Acaso no es momento de repensar cuál es el sentido de nuestros trabajos de investigación? ¿Qué tanto aportan en la solución de nuestros problemas más urgentes, aquellos que tienen que ver con lo más importante para el ser humano, la salud, la seguridad y las relaciones humanas guiadas por la solidaridad, la misericordia y el amor? ¿Qué fue aquello que nos hizo refugiarnos en nuestras casas, no a voluntad nuestra, de lo cual no tenemos control y no podemos explicar? ¿Acaso la ciencia está atentando de nuevo contra nuestra humanidad? ¿Acaso nosotros no estamos atentando contra nosotros mismos? No es que quiera victimizar a la ciencia o a la tecnología, lo menciono porque está teniendo mucho que ver. Lo decía el papa Francisco: “… la ciencia y la tecnología son un maravillo producto de la creatividad humana donada por Dios”. (LaudatoSí, 102)

Tenemos la gran oportunidad de reorientar nuestros esfuerzos de trabajo hacia nuevos horizontes de investigación. ¿Cómo es que algo tan minúsculo ha hecho tambalear a nuestra humanidad que se sentía tan cómoda y establecida, en un mundo en expansión tecnológica y científica? ¿No es acaso un llamado de atención a voltear y ver lo más sencillo y simple de la vida? Decía Jesús que el que no se haga como niño no entrará al reino de los cielos … (Mt. 18, 2-3) ¿Dónde quedó nuestra candidez de niños?, ¿nuestra inocencia y nuestra buena voluntad?

Ya desde el año pasado el mundo estaba reclamando algo que no habíamos querido ver, algunos vivíamos en una cierta comodidad, mientras la pobreza en el mundo y en nuestro México seguía aumentando. Había ya un cierto malestar en el mundo, había muchas voces desde ámbitos muy diversos señalando la gran inconformidad y desigualdad que vivimos. Brotes de violencia, impunidad y violación a los derechos humanos; una creciente ola de consumismo en todos los niveles; un gran activismo originado por la velocidad del trabajo y la rutina ya establecidas, que no nos dejaban ver ni hacer cosas diferentes. Metidos en esa vorágine, se nos habían olvidado cosas esenciales que en este aislamiento reconocemos: la vida en familia, seguramente muchos de nosotros no nos habíamos dado cuenta lo maravillosa que es; la austeridad, la mesura en el consumo al ver que no requerimos de tantas cosas superfluas como ropa de marca, joyas, entre otras muchas. El ejercicio de no ir tan seguido a una tienda o a una plaza comercial, nos ha llevado a no consumir cosas que no necesitamos y a solo comprar lo necesario, con ello hemos disminuido los índices de contaminación. La incertidumbre y el miedo por la enfermedad, que no sabemos por dónde puede aparecerse, nos obliga a cuidarnos y a cuidar de los otros. Este hacer un alto real en el camino, nos impulsa a hacernos preguntas mucho más trascendentes, nuestra espiritualidad se vuelve más nuestra y más profunda, mediante la reflexión y la contemplación reacomodamos prioridades que según nosotros tenían cierto acomodo y ahora están cambiando.

Lo que sí es cierto, es que esto nos obliga a ser diferentes y sobre todo nos anima a repensar nuestra vida siguiente. Estoy seguro que seremos mucho más conscientes de nuestro prójimo, que esto nos ha hecho más solidarios y preocupados no solo por nosotros mismos sino también por los demás. Asimismo, nos hace repensar y convivir más de cerca con lo único seguro que siempre tenemos, la muerte; que, si bien ya lo sabíamos, ahora aparece como algo inesperado, de lo cual nunca habíamos tenido ni tendremos control. Seguramente también nos ha hecho reflexionar sobre nuestro trabajo y nuestra forma de realizarlo. Comentaba en alguna plática con mis compañeros del Departamento de Matemáticas y Física, que esta situación nos tiene que hacer reflexionar en serio sobre la forma en que realizamos nuestro trabajo, tiene que ser diferente, tiene que ser de otra forma.

Estoy seguro, y con mucha esperanza, que no regresaremos igual, que esto está sirviendo para hacer una transformación desde el fondo de nuestros corazones y que ahora más que nunca la solidaridad, el bien común y la responsabilidad por el otro y por el mundo, serán el motor de nuestros próximos pasos.

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