La decisión política de las universidades está en quién es el destinatario de su conocimiento y credibilidad, Rafael Velasco, SJ, párroco de Córdoba, Argentina.

Rafael Velasco, SJ, llegó la Rectoría de la Universidad Católica de Córdoba (UCC), en Argentina, en noviembre de 2005. Tres meses después, la universidad le otorgó el Doctorado Honoris Causa a Estela de Carlotto, presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo.

“Fue un problema enorme; incluso renunciaron docentes”, recuerda el jesuita. “Fue dejar la tarjeta de presentación del Rectorado, y dejar en claro una política de la universidad”.

Este, reitera, fue un mensaje contundente sobre la nueva orientación de la UCC, la cual había surgido tras el golpe de estado de 1976, en un momento convulso en el que el gobierno militar había expulsado de la universidad pública a docentes católicos y de ideologías de izquierda, y apenas se permitían universidades privadas.

“Surgió con todas las virtudes, pero todos los defectos. Una universidad clasista, centrada en los sectores católicos más conservadores y doctrinales. El lema era ‘universidad de ciencia y conciencia’, y hasta ahí llegábamos; después agregamos ‘compromiso’”, explica Rafael Velasco, SJ, quien ocupó el cargo hasta 2013.

Su visión era clara: tener un acercamiento político desde lo evangélico. Si la iglesia debe ser cercana a los pobres, la universidad debía serlo también. “Los problemas de los pobres deben entrar a la universidad, y no solo como un slogan; desde la docencia, desde lo que investigamos, desde dónde nos posicionamos públicamente”, afirma.

“La universidad tiene dos grandes capitales: el conocimiento y la credibilidad. Son de las pocas instituciones que todavía tienen credibilidad social. La decisión política es en favor de quiénes pones las dos cosas. Y yo creía —y sigo creyendo— que debe ser en favor de los más desprotegidos de la sociedad”.

Rafael visitó el ITESO para cerrar el ciclo de charlas Pensamiento jesuita sobre la actualidad del semestre de Otoño 2017. Su ponencia consistió en reflexionar sobre la misión de una universidad jesuita en el mundo de hoy, ya que su trabajo durante ocho años en la UCC significó un cambio de paradigma en el compromiso de una universidad con la sociedad con la que se relaciona, además de con su alumnado o su trabajo académico.

El actual párroco de San Miguel, en Córdoba, lideró el proceso de reconversión de la idiosincrasia educativa de la UCC a partir de 2007, cuando la responsabilidad social comenzó a ocupar el mismo rango de importancia que la excelencia académica.

A partir de los problemas principales que detectaron en Córdoba y Argentina, delinearon las áreas-problemas, que sumaron 130 proyectos de investigación de 70 equipos, priorizando estos temas con incentivos económicos de la universidad. “Donde pones personas y recursos, pones las prioridades. Se logró que colaboraran los académicos, cosa que no es fácil, hay mucho celo en la vida académica; es la hoguera de las vanidades si no hay papers que sirvan para algo, si no hay transferencia de conocimiento” no se involucran, dijo.

El jesuita entendió que la universidad puede hacer ese tipo de docencia pública y elegir dónde poner el foco de atención. “La universidad puede hacer gestos, como los baños sin género de la Ibero, o poner los temas de equidad de género sobre la mesa. La universidad tiene esa responsabilidad,

Esto fue un paso importante también como institución católica, en una ciudad conservadora y dividida. El jesuita recuerda que, en 2010, cuando se permitió el matrimonio igualitario y la Iglesia Católica protestó, escribió una columna cuestionando los temas a los que se sumaba y los que omitía.

“¿Cuáles son los temas que la Iglesia ponía en la agenda? Salimos ahora en contra del matrimonio igualitario, pero no salimos a la calle cuando desaparecieron 30 mil personas en la dictadura de Argentina; no salimos a la calle cuando toda esa gente perdió su empleo en la época de Menem; no salimos a la calle cuando se expropiaron empresas fraudulentamente. Nuestra agenda no es la agenda de Jesús, es la agenda de la moral conservadora”.

El jesuita tiene distintas historias sobre los proyectos de investigación y su impacto en la comunidad. Uno de ellos que recuerda mucho fue un grupo que llamaban El llano en llamas.
“Eran investigadores de ciencias políticas y de educación trabajando en los problemas habitacionales en Córdoba, que estaba vinculado a los desarrolladores urbanos que son los que tienen el dinero para hacer construcciones, y relegan a los pobres a la periferia, donde no hay servicios públicos y deben tomar tres medios de transporte para trabajar”.

Esa investigación, dice, removió tanto, que incluso metieron preso a uno de los estudiantes que participaba defendiendo a los ciudadanos que se resistían a la toma de su terreno. Rafael Velasco convocó una marcha pidiendo la liberación del estudiante, junto con otros ciudadanos.

“Marcharon junto a mí el ex secretario de derechos humanos de la provincia; hasta la secretaria general del sindicato de meretrices (prostitutas) también estaba en el contingente. Y era en defensa de un estudiante nuestro que había estado en un grupo de investigación trabajando en el terreno con problemas reales de la gente, tomando partido por los más pobres”.

En diciembre de 2013 dejó el Rectorado, para tomar un rumbo inusual en un ex Rector: se convirtió en párroco de una de las zonas más marginadas de Buenos Aires.

“Donde yo aprendí que el evangelio venía por otro lado fue en esos barrios. En San Miguel, la localidad que forma parte de uno de los cordones conurbados. Cuando entré a la Compañía, trabajé en la parroquia en la que estoy ahora, de novicio. El primer párroco fue el padre Bergoglio, ahora el Papa Francisco”.

La Parroquia de San Miguel tiene una escuela barrial de primaria y secundaria con 830 alumnos, con financiamiento del estado para las cuotas. Él está a cargo de esa escuela y además da clases en el sexto año de secundaria de “Análisis crítico de la religión”.

Abrieron la escuela a la comunidad: hay talleres de futbol, de hockey, de ajedrez, de música. Los sábados la escuela funciona. Hay talleres de computación gratuitos para adultos, mesas de estudio y convivencia.

Pudimos armar una comunidad de inserción en el barrio: vivimos seis jesuitas que hacemos todo, no tenemos empleados, ni televisión. Vivimos en el mismo barrio en el que trabajamos, cerca de la gente”.

Una universidad para los más necesitados

Rafael Velasco, SJ, cuenta que en la comunidad de San Miguel donde es párroco y tiene distintos trabajos comunitarios, Doña Gina le ha marcado la pauta. “Ella dice: su conocimiento, pero con nuestras ideas”.

Y es con esta filosofía con la que se ha regido para trabajar en uno de los barrios más marginados de Buenos Aires; y también, con la que trabajó siendo Rector de la UCC. El jueves 16 de noviembre, en el Auditorio D2, el jesuita compartió claves de su trabajo para hacer su trabajo pastoral y universitario relevante para los más desfavorecidos.

“Las resistencias vienen porque vos le querés cambiar la vida a la gente de determinadas costumbres; es un error y yo no trato de hacer eso. A pesar de que yo tengo mis ideas bastante claras de cómo debería ser el trabajo, no empecé enunciando mis ideas. Empecé con una praxis que a partir de ahí la gente empezó a entender. Muchas veces lo arruinamos cuando llegamos predicando. Llegué a trabajar. De la orto praxis surge la ortodoxia, dice la Teología de la liberación, y yo lo creo firmemente”.

Rafael Velasco, SJ, compartió el trabajo que realizó en la UCC para convertir el compromiso social en el eje central, y que eso permeara la docencia, la investigación, e incluso la opinión pública de la universidad.

“Remodelamos la política de investigación, generando incentivos económicos para que se hicieran proyectos de proyección social. El 10% de aprendizaje vinculado a la realidad se volvió obligatorio en la currícula. Fue una cosa integral de todo el sistema de la universidad, de todo el proceso académico; eso era lo novedoso. No solo que hubiera algún tipo de acciones, sino que estuviera en el centro de la cuestión, en función de cinco áreas-problemas”.

Las áreas-problemas son: marginalidad, discriminación y derechos humanos; medio ambiente y desarrollo sustentable; tecnologías aplicables; salud de las poblaciones; prácticas institucionales y políticas públicas.

Estas fueron determinadas por las propias necesidades inmediatas de la comunidad de Córdoba, y las propias vivencias de Rafael Velasco, SJ como Rector y vocero de los posicionamientos públicos de la UCC.

“Para eso vale la pena ser Rector en una universidad siendo jesuita. Transformar la universidad en algo cercano a los pobres y desfavorecidos, un espacio de pensamiento crítico, político, donde se intente generar una estructura diferente, más cercana al Reino de Dios. Para eso nos llaman. Es tristísimo ser un administrador, eso lo puede hacer cualquiera”.