El más importante legado arquitectónico de Ignacio Díaz Morales no está necesariamente en las fincas que se han ido difuminando con los años y el inevitable crecimiento urbano, está en la creación de la Escuela de Arquitectura Tapatía, cuya corriente estética busca la máxima expresión de arte en las edificaciones.

POR JUAN JOSÉ GARCÍA DE ALBA, VÍCTOR IÑAKI BUSTEROS HERNÁNDEZ Y ESTHER ARACELI RODRÍGUEZ LÓPEZ, ESTUDIANTES DE ARQUITECTURA.

Hacia los años veinte del siglo pasado el panorama cultural en México comenzó a sentir la influencia de una nueva corriente estética, la Bauhaus, una escuela de artesanías, diseño, arte y arquitectura en Berlín, dirigida por Walter Gropius de 1919 a 1933. 

Ignacio Díaz Morales, entonces estudiante de Ingeniería civil en la Escuela Libre de Ingenieros de Guadalajara, tenía una enorme inquietud por la arquitectura y estaba en una constante búsqueda de lo “bello”, eso que hace que una obra sea de excelente calidad. Si bien la carrera de Ingeniería Civil tenía la posibilidad de cursar materias complementarias para alcanzar también el título de Arquitectura, Díaz Morales notó que existían deficiencias importantes en comparación con la Bauhaus, que entendía esta disciplina como la máxima expresión del arte. 

Díaz Morales se preocupaba por el futuro de Guadalajara, y creía que la solución estaba en comenzar una nueva generación de arquitectos comprometidos por su ciudad. En La fundación de un sueño, publicación de Fernando González Gortázar, Díaz Morales dice qué fue lo que lo motivó a fundar la Escuela Tapatía de Arquitectura: 

Ignacio Díaz Morales fue profesor del ITESO; se preocupaba por el futuro de Guadalajara, y creía que la solución estaba en formar una nueva generación de arquitectos comprometidos por su ciudad y con el arte.

 

En una ocasión, a los prohombres de Guadalajara […] los convidé a una comida en el club Campestre. Eran cerca de doce, y los convidé a comer a mis costillas; yo era un pobre diablo, como siempre he seguido siendo. Fueron, y después de la comida, ya en el café, les expuse el problema. Les dije: —Miren señores, Guadalajara está creciendo de una forma enorme, y va a crecer más todavía, va a rebasar todo lo que nos imaginamos. Entonces necesita Guadalajara arquitectos de aquí, con arraigo, que la quieran, porque a Guadalajara ya la están destrozando. 

Después de varios intentos de fundar la primera escuela de arquitectura de Guadalajara, Díaz Morales, patrocinado por el gobierno y el Instituto Tecnológico de la Universidad de Guadalajara, finalmente lo logra; además tiene la oportunidad de viajar a universidades europeas para traer profesores que aportaran al perfil académico de la nueva institución. 

Un grupo egresados de la Escuela de Ingeniería dieron clases en tanto Díaz Morales recorría Europa. Entre aquellos se encontraban Julio de la Peña, Juan Palomar, José Arreola, Jorge Matute Remus y Fernando González Barba. Julio de la Peña se encargó del taller de composición y Jorge Matute Remus impartía Resistencia de materiales. Tener maestros expertos en sus respectivas áreas y el contacto directo con los estudiantes era algo fascinante para éstos.  

El primer profesor europeo que llegó a la escuela, a finales de 1949, fue Mathias Goeritz para impartir Historia del arte. Gabriel Chávez de la Mora cuenta que “Fue una gran sorpresa descubrir una personalidad riquísima en Mathias Goeritz, con una efervescencia, una vitalidad increíble, que la tenían otros también, Horst Hartung, Bruno Cadore, Silvio Alberti, pero destacadamente yo lo percibí con Mathias”. 

En 1950 Díaz Morales, aprovechando su viaje de bodas, realiza un segundo viaje al viejo continente en busca de profesores. Visita Roma y se entrevista con Pier Luigi Nervi, quien le recomienda arquitectos de la Universidad de Florencia, entre ellos Bruno Cadore, descrito como de pocas palabras pero muy claro, quien fue contratado para el Taller de Proyectos. Uno más fue Angelo Kovacevich, también de Florencia, a quien entrevistó más tarde en Madrid, en donde invitó también a Herrero Morales. 

En Milán Díaz Morales se  encuentra con Silvio Alberti y Gian Carlo Brambila, quienes pedían 900 pesos al mes; Jorge Matute Remus, rector del Tecnológico, solamente había autorizado 500 pesos, aunque finalmente aceptó la cantidad que pedían. Brambila terminaría rechazando la oferta y Alberti estuvo durante muchos años a cargo de Materiales, estructuras y edificación en la Universidad de Guadalajara. 

En Viena, Díaz Morales quedaría impactado por la situación: “Viena estaba paupérrima, todo demolido, todavía patrullada por las cuatro potencias, Rusia, Francia, Inglaterra y Estados Unidos, con patrullas en todos los sitios”. La llegada de Díaz Morales fue anunciada en los diarios austríacos y el director de la Escuela Superior Técnica, Seckler, no sólo le recomendó profesores, también le sugirió a un pasante con mucho talento, de nombre Enrich Coufal. 

De Austria volvió a Milán con escala en Stuttgart, donde se encontró con la universidad demolida. El rector Horst Hartung arregló citas para entrevistas, pero Díaz Morales no quedó satisfecho con los profesores, de quienes diría que eran “fósiles con ideas del siglo XIX”. En cambio, Díaz Morales invitó a Hartung a Guadalajara; al llegar a la escuela éste quedó impresionado por el profesorado y decidió quedarse a impartir Urbanismo. 

Díaz Morales pasó a la historia como el arquitecto que demolió una gran parte del centro histórico de Guadalajara para construir la Cruz de Plazas y no como el maestro que inspiró a toda una generación de arquitectos. 

Ignacio Díaz Morales hacía reuniones con todos los profesores para que compartieran experiencias, se comunicaran el resultado de sus clases y formaran criterios de evaluación. Quizá el proyecto más importante de Díaz Morales fue la fundación de la Escuela Tapatía de Arquitectura, pues con ello logró que la arquitectura tapatía sobresaliera a escala nacional e internacional. Lamentablemente, su legado cada vez se difumina; en el resto del país no se le recuerda y su obra es mutilada y, en algunos casos, hasta demolida. Díaz Morales pasó a la historia como el arquitecto que demolió una gran parte del centro histórico de Guadalajara para construir la Cruz de Plazas y no como el maestro que inspiró a toda una generación de arquitectos. 

Juan José García de Alba, Víctor Iñaki Busteros Hernández y Esther Araceli Rodríguez López son estudiantes de la Licenciatura en Arquitectura del ITESO. Este artículo es parte de la investigación que realizan en el PAP “Mirar la ciudad con otros ojos. Memorias e identidades”, de Otoño de 2020.

 

Referencias. 

Mendoza, H. (2019). Movimiento moderno tapatío. Edificios públicos. Guadalajara: Arquitónica.  

González Gortázar, F., Chávez, G. (1995). La fundación de un sueño: la Escuela de Arquitectura de Guadalajara. Guadalajara: Universidad de Guadalajara.