Este texto, parte de la investigación “Hogar, dulce hogar; La violencia doméstica: un silencio que habla a gritos”, recopila algunos testimonios de mujeres que hicieron pública la violencia de género que padecieron, así como de algunas personas que, desde el anonimato han dado también su testimonio

Por María del Carmen Reyna Guzmán y Jesús Iván Villalobos Alapizco

Nadie está exento de sufrir de violencia en el ámbito familiar. Esta una recopilación, por una parte, de testimonios de mujeres escritoras, poetas y actrices que han padecido violencia de género, en la que relatan cómo han vivido la experiencia con sus agresores, y, por otra, de personas que prefieren el anonimato y que han sufrido de violencia doméstica.

“Contra la violencia de género” es el título de un artículo publicado el 19 de febrero de 2020 en la página web de Letras Libres, en el que se muestran las posiciones de distintas mujeres respecto al tema de la violencia doméstica y de género.  Reproducimos las palabras de dos de ellas.

Atenea Cruz, narradora y poeta mexicana, cuenta: “A los once años de edad un hombre me atajó en un recoveco de las escaleras de la biblioteca para mostrarme su pene mientras se masturbaba, eran las tres y media de la tarde, salí huyendo. En 2019, camino a mi clase de natación, otro hombre me siguió a lo largo de tres cuadras hasta que me alcanzó para agarrarme las nalgas, eran las nueve de la mañana, lo perseguí, pero no logré alcanzarlo. Entre mi primer acoso y el más reciente ha habido cientos de miradas obscenas, frases lascivas, tocamientos. Veinticinco años de violencia gratuita por ser mujer”.

A su vez, Gabriela Damián Miravete, escritora, editora y guionista, dice: “En nuestro país es razonable pensar que las mujeres víctimas de violencia doméstica deberían resolver sus asuntos en privado, o bien, aceptar que eso les ocurre por tontas, por dejarse. No es una prioridad hacer de la violencia doméstica un asunto de interés público, a pesar de que la delincuencia, uno de nuestros problemas más graves, está inextricablemente ligada a ella”.

En una nota del diario Mural en la que se habla de Carolina Lerma, exnovia del conductor de Multimedios Adrián Marcelo, se lee: “Lleva mucho tiempo en mi cabeza este dolor, me di mi tiempo para procesarlo y hoy me siento lista para hablar porque ésta es mi historia: fui víctima de acoso/abuso sexual en más de una ocasión. Mis agresores son Adrián Marcelo, en febrero del 2022, y Miguel Ángel, en marzo del 2019” (“Acusan de abuso a Adrián Marcelo; Fiscalía abre carpeta”, 7 de abril de 2023).

Por último, Natalia Alcocer y Paula Levy, hija de Mariana Levy, exponen su caso. Natalia Alcocer es conductora y actriz: “Me uno a no callar. Esto es una pequeña muestra de la violencia que viví con mi AGRESOR. Me rehúso a que mis hijas crezcan con este patrón de violencia. HOY SALTO COMO UNA LEONA A DEFENDERLAS. La @fiscaliacdmx_ y las autoridades NO HACEN NADA! NO QUIERO NADA DE ESTE HOMBRE, SOLO PAZ PARA PODER SACAR ADELANTE A MIS HIJAS. Temo por mi integridad y la de mi familia […] #JUSTICIAPARAMISHIJAS”. Y Paula Levy, hija de la fallecida actriz mexicana Mariana Levy, narra: “Esta persona se enojó y empezó a amenazarme con compartir unos videos míos, lleva años acosándome de diferentes cuentas de Instagram y en una de sus amenazas dijo que iba a acabar con mi relación con Mau” (“Famosas que han sido víctimas de violencia doméstica y lo han denunciado públicamente”, Mamás Latinas, 10 de mayo de 2022).

Como lo dijimos, recogimos testimonios de cuatro personas de diferentes edades a las que entrevistamos para conocer un punto de vista más cercano sobre este problema. Les pedimos a ellas y ellos que hicieran un dibujo en el que expresaran cómo se sienten tras haber vivido una situación de violencia.

Persona 1. “Cuando era niño lloraba mucho y me decían que no llorara, me regañaban constantemente y dejé de llorar. Yo tenía tres o cinco años cuando me dijeron que los hombres no lloran. Me di cuenta de que era violencia hasta que estuve grande y mis hermanas me dijeron lo que era. Me sentía con impotencia, frustración al no poder defenderme, y ahora siento enojo, tristeza porque siempre que quiero llorar recuerdo que no puedo hacer esas cosas”.

Persona 2. “La primera vez que recuerdo a mi familia ejerciendo violencia contra mí fue respecto a mi peso, yo no era consciente hasta que todos comenzaron a hacerlo de manera constante, sería como a los ocho o nueve años. Yo creo que los factores fueron como esta ideología de qué es bonito y qué no, siempre ha habido una constante crítica hacia los cuerpos, no ha habido distinción de género, sino que es algo parejo hacia lo demás, a ellos mismos y entre ellos, era muy normal estar criticando y violentando a los demás, revisando qué comían o qué dejaban de comer.

Me di cuenta de que era violencia cuando me empezaron a restringir la comida y a mí se me hacía extraño ver que a los demás les servían más porción o cosas que a mí no me estaban dando; yo tenía mucha hambre y sentía que ya no era normal, entonces, cuando eso era muy repetitivo y me llevaban al nutriólogo yo estando muy chica pues eso me hacía pensar que yo ya estaba inmersa en ese mundo.

También había una notable distinción con el cuerpo de mi hermana, pues ella era delgada y yo no; yo sabía que no gozaba de ese privilegio de tener un cuerpo delgado, todo eso sumado me hizo caer en cuenta de que la violencia no era sólo de ellos hacia mí, sino que yo la ejercía contra mí. Me sentía triste, frustrada, rechazada, enojada. Ahorita lo he tratado de canalizar, porque tener un cuerpo gordo no es sencillo, la violencia ya no es sólo en la familia, sino que traspasa a las redes sociales, a comentarios de compañeros de trabajo, en la escuela, es un poco difícil hacerse de oídos sordos. Para mí, la crítica corporal es la crítica más aceptada y más “correcta” socialmente pues la justifican con la salud, que hablan de un cuidado personal, de un quiérete a ti mismo, si no lo haces eres flojo, ¿por qué no vas y corres?, básicamente por “salud” y un discurso de “mejora tu autoestima”.

 

Persona 3. “Todo comenzó con palabras altisonantes en mi casa, recuerdo que tenía como doce años, ya no era una niña tan pequeña, ya me daba cuenta de las cosas que pasaban en mi casa, mas no sentía que se tratara de un caso de violencia. Creo que el origen del problema estuvo en la mala relación que tenían mis padres, mi papá es policía y por su trabajo a cada rato lo cambiaban de ciudad y una vez mi mamá se dio cuenta de que mi papá le era infiel, tenía otra pareja en otra ciudad y también tenía otro hijo, y eso le afectó mucho a mi mamá.

Cuando me di cuenta de que en mi casa se vivía violencia fue porque en la escuela nos enseñaron los distintos tipos de violencia que existían, y entre ésas estaba la del hogar. Estar en una situación de este tipo me hizo sentir mucha frustración, enojo y mucha tristeza, porque no sabía por qué las cosas pasaban así entre mis papás, yo esperaba que mi familia estuviera unida y era todo lo contrario. Después de que mi papá se iba de la casa cuando venía a visitarnos me comenzaba a sentir culpable, sentía que mi hermana y yo éramos el motivo de las peleas con mi mamá, nos sentíamos muy tristes. Pero, aun así, mi mamá lo justificaba, decía que no podíamos hacer nada porque mi papá ya era así, que así eran los hombres, pero no lo entendíamos.

La violencia que predominaba era la psicológica, porque era estar pensando y pensando en el problema y me sentía más mal conforme pasaba el tiempo. Actualmente estoy yendo con el psicólogo para tratar ese tipo de problemas en mí e ir superándolo poco a poco, porque fue muy fuerte tanto para mi hermana como para mí”.

 

Persona 4. “Yo tenía unos cuatro años cuando comenzaron las agresiones. Recuerdo un ambiente muy hostil y tenso, una falta de núcleo porque mi padre entre que trabajaba, entre que no y se iba de “viajes de trabajo”, mi mamá tenía que sacar adelante a la familia, entonces ninguno estaba. Había muy poca convivencia familiar, y lo que había eran gritos, amenazas, abuso verbal, emocional y psicológico; afortunadamente mi mamá no permitió que pasara a lo físico. Cuando ella se dio cuenta de que el alcoholismo de papá era irreversible, tomó la decisión de sacarlo de la casa y hasta la fecha estamos en pleitos legales, 17 años después, lo cual demuestra la falta de escucha hacia la mujer y cómo está el sistema jurídico del país.

Un factor importante es la crianza muy machista, el poco contacto que ha habido con mi familia paterna; se notan costumbres muy arcaicas, muy machistas, la mujer no debe opinar, no debe salir de casa, sólo debe tener hijos. Como él se la pasaba alcoholizado y mi mamá no estaba, tenía que brincar entre mis abuelos y primos, no podía estar solo porque tenía cuatro años. Esta situación fue la semilla para desarrollar una depresión, una falta de amor propio, pues si mi papá no me quiere, yo no debo de ser mucho.

Creo que principalmente la falta de figuras estables, figuras de autoridad, el contacto físico que se necesita para el desarrollo de un infante… no los tuve. No hubo un momento exacto en el que supe qué era violencia, hasta la fecha me sigo enterando de cosas y, como fueron situaciones traumatizantes, mi cerebro se bloqueó o simplemente son cosas que los adultos quieren que los niños no sepan. Después del fallecimiento de mi papá fue cuando vi las cosas de manera diferente, pero ha sido un proceso gradual.

Recuerdo sentir miedo, impotencia, eres un niño, no sabes lo que está pasando, sólo te sientes aterrado y es triste. En este momento me siento decepcionado, porque me cuentan que mi papá era una persona agradable y de buenos valores, entonces me siento decepcionado de que no se haya hecho responsable de la familia que había iniciado y trato de tomarlo de la mejor manera posible, trato de que sea un ejemplo de lo que no se debe hacer en lugar de tomarlo como excusa para sobrellevarlo de maneras tóxicas y negativas. En relación con la familia cuya educación era machista, nos decían que estaban exagerando, que debíamos aguantar, que era lo normal”.

 

María del Carmen Reyna Guzmán es estudiante de la Licenciatura en Comunicación y artes audiovisuales y Jesús Iván Villalobos Alapizco es estudiante de la Licenciatura en Diseño de Indumentaria y Moda. Este artículo es parte de la investigación “Hogar, dulce hogar; La violencia doméstica: un silencio que habla a gritos”, que se lleva a cabo en el Proyecto de Aplicación Profesional “Mirar la ciudad con otros ojos: Memorias e identidades”.

FOTO: Imagen de Diana Cibotari en Pixabay