La presencia o ausencia de las aves, bajo la mirada atenta de quien hace parte de su rutina observarlas, se convierte en una manera más de contar el tiempo
Por Brince Tapia Graniel
A primera vista las plumas parecen ser negras, a menos de que la tierra del parque se haya levantado por el viento opacando su color, pero en cuanto el primer rayo de luz las refleja, ese tono tornasol inconfundible resalta. Para los observadores resulta alucinante, quizás así fue para el emperador azteca Ahuítzotl en 1486, y hoy, en pleno 2023, lo fue para Luis. Un hombre de 54 años, soltero, dueño de su tiempo y fiel a su rutina diaria de cada tarde a las 5:30 p.m., sentarse en una banca del Jardín de la Rapsodia Húngara, entre la calle Justo Sierra y Lincoln, en Guadalajara.
Para Luis esta rutina es religiosa y ya de muchos años; comenzó cuando se mudó por la zona hace doce años. En una de esas tardes harto de desempacar y sentirse acorralado por cajas de cartón salió para respirar aire fresco, pero sus oídos lo llevaron a un lugar ruidoso, fresco y donde el sol pintaba cada esquina. Lo que lo atrapó del parque fue la música —como llama al canto de los zanates y otras aves del lugar—; en segundo lugar, la belleza que encontró en un ave tan común. Se creería que, para considerar hermosa a un ave tendría que estar repleta de colores vibrantes y una extrañeza majestuosa. Para Luis bastó el tornasol de sus plumas, la simpleza y lo sutil de su caminar.
A lo largo de doce años de una estricta rutina que ha resultado ser terapéutica, también ha visto de todo; no sólo Luis convive diariamente con las aves, sino ellas y su hogar con él. Desde pájaros muertos, a los cuales recuerda con profunda tristeza, hasta el maltrato y deterioro del mismo parque; niños que juegan a atrapar pájaros y otros que juegan a aventar piedras a los árboles para ahuyentarlos. Este ciudadano sencillo es una especie de observador sensibilizado por la naturaleza, que ha vivido de primera mano la convivencia y los cambios de los que vuelan los cielos de su lugar favorito.
Brince Tapia Graniel es estudiante de la licenciatura en Periodismo y Comunicación Pública en el ITESO. Esta crónica es parte de la investigación “Las aves y la ciudad”, que se lleva a cabo en el Proyecto de Aplicación Profesional Mirar la ciudad con otros ojos. Memorias e identidades, primavera de 2023.
ILUSTRACIÓN: Khina Moreno