Lo asombroso de sus 42 años impulsando el proceso de aprendizaje de sus estudiantes, no solo son los cientos de grupos que en su clase han aprendido que la tecnología está al servicio del desarrollo de las personas; lo es que también fue el precursor de la internet para la educación en red en México. Fernando Escobar recibirá del ITESO la distinción de Profesor Emérito

“ ¿Y ahora qué?”. Ese es el título de un texto que sigue escribiendo Fernando Escobar Zúñiga. Lo empezó hace apenas unas semanas, cuando supo que el ITESO lo reconocería como Profesor Emérito este miércoles 15 de mayo. El texto sigue en construcción. Todavía no decidió si lo hará discurso o canción.

Es que Fernando, además de profe es poeta, músico y bicicletero. Nadie dijo que los docentes nomás deben ser docentes. Para hablar de la historia de quien ahora es maestro de la materia Cultura de información en Red y en la Red —antes Maninfo—, hay que viajar a un tiempo en el cual la mayoría de los mortales no conocíamos las computadoras. Ese tiempo es 1977. A principios de ese año, Carlos Orozco Pointelín, quien era director de los centros de Planeación y de Cálculo —cómputo—, lanzó una convocatoria innovadora para el momento, un curso para operar las computadoras. Fernando Escobar estudiaba Ingeniería Industrial en la Universidad de Guadalajara, de donde se graduó, y decidió apuntarse.

Hay que decir que en 1977 no existían las computadoras para el uso común, pero sí padres desesperados de adolescentes que reprobaban matemáticas y algunos buscaban al ahora Emérito para regularizar a sus vástagos. Por eso ni lo pensó, cuando después del curso, Carlos Orozco le preguntó si aceptaba ser el operador del Centro de Cálculo del ITESO. ¿El operador? El papel parece salido de una historia de ciencia ficción… y así era. El ITESO tenía una computadora que consistía en dos muebles de 170 centímetros de frente, con 16k de memoria y dos unidades para dos discos más grandes que un disco LP; les cabían 5 megas. Su impresora era del tamaño de un ropero y todo junto, la computadora y la impresora ocupaban una sala. Alguien tenía que operarla. De Fernando Escobar, sus colegas dicen que fue clave para el desarrollo de las tecnologías en el ITESO, a su vez una escuela de referencia en el tema; que además de haber sido el director del Centro de Cómputo entre 1983 y 1992, participó en el diseño del Servicio de Consulta a Bancos de Información (Secobi) de la Biblioteca Dr. Jorge Villalobos Padilla, SJ, y en la formación en el uso de las tecnologías para los procesos de aprendizaje. Entre todo eso, el hoy Emérito tuvo una idea que se le habría ocurrido a pocos en los tiempos de la Guerra Fría. Existía una amplia discusión internacional sobre los aspectos tecnológicos y desde el ITESO se planteó poner a disposición de profesores y estudiantes los recursos tecnológicos con los que contaba la institución: “Me parece que fue una postura que impactó a escala nacional, incluso internacional”. Pero estábamos en que todo comenzó con la operación de un mamotreto de computadora, desde donde ocurrió un paso natural a la docencia. Natural para sus tiempos; Fernando Escobar recién había cumplido 20 años y estaba en la última parte de su carrera de Ingeniería Industrial cuando el académico Javier Haro del Real lo invitó a impartir clases. Comenzó el 7 de marzo de 1977 y nunca ha dejado de hacerlo. Desde entonces transcurrieron 42 años, un matrimonio, dos hijas, un hijo, cuatro nietas, y hasta cinco discos de música compuesta y entonada por él.

A algunos Fernando nos da envidia por una razón de vanidad; sus alumnos siguen hablándole de tú, aunque en su oficina haya una grabadora y algunos casetes a la vista de todos. ¿Se parecen sus alumnos de 2019 a los de finales de los años 70 o 90? No, responde. Los de hoy son menos ritualistas con el profesor y le exigen más. Se aburren más pronto y lo dicen, entran al salón después de haber entrado a una pantalla donde todo es juego, brinco y manipulación. “Sí leen, pero de otro modo; hay algunas pérdidas, pero también ganancias. No podemos crear nuevas formas de hacer sin la participación de los estudiantes”

De su reconocimiento como Emérito, dice que lo mejor ha sido recopilar su propia historia a través de lo que recuerdan sus colegas. En su cabeza sigue dando vueltas la misma pregunta: “¿Y ahora qué?”