El Crystal Kiki Ball “Detén tu pose ahí”, parte de la escena Ballroom de Guadalajara, y organizado por instancias del ITESO y colectivos trans, reunió a la comunidad universitaria y visitantes para celebrar la diversidad, la resistencia y la identidad de la comunidad LGBTQIA+  

Tacones de aguja, botas altas, escotes, encajes, maquillaje, mascaras, brillantina, vestidos largos y cortos, mallas, cadenas, penachos, plumas y coronas; sonidos house y techno, luces brillantes y estroboscópicas; poses, giros, miradas de reto y seducción, caminatas y conteneos firmes; gritos, celebraciones, deleite, glamour y garbo; afirmaciones, compromisos, resistencias y orgullo. 

Es viable que, en una sola pasarela de unos cuantos metros y en una noche, todo esto cohabite para crear un espacio único de celebración de la diversidad y la identidad LGBTQIA+. Es el Crystal Kiki Ball “Detén tu pose ahí”, actividad escénica que celebró por segunda ocasión a la llamada comunidad Ballroom en la explanada de la Biblioteca Dr. Jorge Villalobos Padilla, SJ, del ITESO. 

“Un ball es un espacio donde aquello que toda tu vida te han dicho que está mal, no es así. Es un lugar que a mí me salvó la vida, porque me di cuenta de que no hay nada malo conmigo”, explicó Arséne Abaroa, estudiante de sexto semestre de la Licenciatura en Comunicación y Artes Audiovisuales, integrante de la colectividad trans y una de las organizadoras del evento. 

A medida que el azul crepuscular llega a la explanada, miembros del campus universitario y visitantes externos se van acomodando para disfrutar lo que se avecina. Daniela Hernández, alumna de la Ciencias de la Comunicación, abre la tarde con una declaratoria: “Los estudiantes nos pronunciamos en contra de cualquier tipo de violencia, discursos de odio, acoso, secuestro, desapariciones forzadas, agresiones físicas. Hoy nos falta una, nos faltan cien, nos faltan cientos de miles”. 

Tras esto, siete personas con larga túnica roja y capucha puesta se apoderan del escenario. Son parte del Taller de Vogue del Centro de Promoción Cultural, impartido por Diablo Prisma, una de las pioneras de la escena Ballroom en Guadalajara. Su actuación dura más de 10 minutos, pero es lo bastante premonitoria como para animarse a quedarse a ver lo que promete ser un carrusel emocional. 

Luego es tiempo de pasar lista —lo que en el argot Ballroom se llama hacer roll call o un LSS (Legends Statements and Stars)—. Traducido al vox populi, se trata de llamar a las personas que son valiosas o que destacan dentro de la comunidad. 

—¡Oye, yo quiero ver! — mencionan los chanters (animadores) del ball. 

—¿A quién? —responde el público, al que ya le han explicado un poco las reglas del juego. 

Es hora de revelar a las diosas de la noche: así, suben Nicky Bratzy, Inmaculada y Quimera — su apellido es 007, es decir, aquellas que no pertenecen a ninguna “casa”, agrupaciones en las que se suelen organizar los pertenecientes al universo Ballroom –; pasan también las Prisma (Kendra, Charlotte, Koji, Trin, Zatara y Narciso, por mencionar a algunas) y las Minerva. La velada apenas arranca. Abróchense (o desabróchense, como gusten) los cinturones. 

En el ITESO, el colectivo Secuencias, del que forma parte Arséne, ha hecho un sondeo y hasta ahora ha detectado a 50 personas de esta comunidad en los espacios universitarios: “Hay una falta fuerte de representación, tiene que ver con un montón de matices sociales, cuestiones económicas o raciales. A veces te toca estar informando lo que es una persona trans, el género o la comunidad Ballroom […]. Es un tipo de expresión e identidad, que tiene mucho que aportar a las personas en formación aquí, que van a salir al mundo, van a tener posiciones de poder y a tomar decisiones que afectan a muchísimas personas” 

Moda, pasarela y rostro 

En los balls, menciona Arséne, es posible ver a artistas multidisciplinarias como bailarines, actrices y diseñadores de vestuarios: “Pararse ahí es algo muy fuerte, y hacerlo frente a tanta gente, que no conoce lo que es una persona trans o la comunidad Ballroom, es algo de valentía”. 

La competencia está en pleno, las categorías centrales son tres: Face (cara), donde se trata de mostrar el rostro y destacar la belleza; Runway (pasarela), en la que los participantes se apoderan de la pasarela. La clave es el caminar, y para ello hay dos estilos, el americano que apela a la masculinidad de hombros rectos, y el europeo más femenino y orientado al movimiento de caderas; y el Fashion (moda), donde lo central son los atuendos y el diseño de moda. 

A medida que los concursantes van subiendo, les jueces se encargan de calificarlos en una serie de audiciones. Un “diez” de todos implica pasar a las “batallas”, en las que se van eliminado por parejas. Pero un chop te manda directo al suelo, a la canasta de los principiantes. Al chop lo acompaña un chasqueo de dedos, algo que más bien parece un beso, como si los dedos se convirtieran en labios que van a decirte de la manera más aterciopelada que aún te falta sendero por recorrer para ser una femme queen, como se llaman a las que acumulan un largo recorrido en el Ballroom.  

Los chanters, dueños de los micrófonos en la competencia, se encargan del aderezo lirico que acompaña a un ball. 

“Yo soy rostro, te presumo rostro, pósame ese rostro, rostro tornasol, rostro inmaculado para ti, chécalo al detalle, checa mis labios, pómulos y mentón, checa esta piel. Rostro imperial, rostro indestructible, rostro cautivante”, menciona una de las voces, mientras las competidoras tratan de convencer a una juez de que tienen lo suficiente para pasar a la siguiente ronda. 

La pasarela abre el camino para la gracia y la desenvoltura: “Tacón, punta, tacón; modelo de revista. Batallando, caminando, voy sintiendo y demostrando paso firme al caminar, mira mi presencia. Detén tu runway ahí”. La presentación de atuendos permite detonar la creatividad —cabe mencionar que más de cien estudiantes de la carrera de Diseño de Indumentaria y Moda del ITESO vistieron a 32 personas de la comunidad Ballroom—, especialmente en la categoría de fantasía bizarra (con temática alienígena), en la cual cabezas lunares, capas abrumadoras, y pieles provocadoras son la tónica: “Texturas, detalles, pulcritud. Detén tu ofni (outfit o vestuario) ahí”.  

La etapa monarca es el voguing: hay nivel aficionado (baby performance), el old way y el Vogue femme; hay pasos definidos como el catwalk (arañar como gato), el duckwalk (caminar en cuclillas), el hands performance (mover las manos como egipcio), el floor performance (ejecuciones sobre el piso), hay spins (giros), pero el amo y señor de la categoría es el DIP. 

Este paso proviene del acrónimo descending in a pose o drop in a pose —que en inglés significa descender o caer en pose—, es decir, un descenso estilísticamente controlado, el cual, si es bien ejecutado, amerita un fuerte “¡Ja!” del público como recompensa. 

La voz de una comunidad 

El ITESO, a través de diversas instancias, se involucró en la organización de este evento que tuvo a más de 100 participantes provenientes de ciudades como Morelia, Monterrey, Ciudad de México, Puerto Vallarta, el AMG y hasta Vancouver, Canadá.  

Participaron el Departamento de Estudios Socioculturales (Deso), estudiantes, la productora del colectivo Secuencias, la Biblioteca, el Departamento de Formación Humana, la Coordinación de Participación Estudiantil, el Centro de Promoción Cultural (CPC), el Colectivo de Diversidad Igualitaria, la carrera de Diseño de Indumentaria y Modas, las áreas de Servicios Generales y Seguridad y la Comisión de Género. 

Nancy Sámano, académica de la Unidad Académica Básica Gestión Estratégica e Intervención (UAB GEI) del Deso, recordó que esta iniciativa llegó a su oficina cuando era coordinadora de Artes Escénicas del CPC. Arséne le preguntó si era posible abrir un taller de danza Vogue. Finalmente lo abrieron y como presentación final se hizo un primer ballroom. 

“Era una implicación compleja, pero necesaria, para darle voz a una comunidad que está presente en la institución y que en torno a ella giran prejuicios, derivado de una falta de información y de entendimiento. Es un tema del que, mientras siga habiendo prejuicios y mala información, debemos seguir hablando como institución educativa”, asegura. 

Para Ruth Rangel, también académica de la UAB GEI, este tipo de actos es un caldo de cultivo perfecto para desarrollar identidad y sentido de pertenencia, teniendo en cuenta que la comunidad trans es un grupo ha tenido que organizarse para resistir.  

“Construir y tejer como comunidad es vital. Nuestra Unidad Académica tiene el objetivo de trabajar con comunidades para que sus capitales simbólico, económico, cultural y social, transiten a situaciones mejores. Todos somos personas y tenemos el derecho de ser y expresarnos y manifestarnos en la forma que mejor nos quede, respetando a las demás personas”, menciona.  

Rangel explicó que ésta y otras actividades se evalúan en sus impactos para alcanzar un clima adecuado para la convivencia, entendiendo al ITESO como un espacio seguro para todas las comunidades que lo habitan, y como parte de un caminar hacia un mundo más justo y humano, donde palabras como inclusión o respeto a los derechos humanos, no tengan que ser aludidas y defendidas, pues existirá un ambiente de libertad para todos. 

FOTOS: Zyan André