Luis Monárrez, Juan Carlos Ramírez, antropólogo social; Héctor Robledo y Sergio Salazar, profesores del ITESO, participaron en el Diálogo sobre Masculinidades que organizó el Centro de Acompañamiento y Estudios Juveniles (C-Juven) el jueves 27 de abril.

Sin el feminismo no existirían los estudios sobre masculinidades, afirmó Luis Monárrez, doctor en Ciencias Sociales, y abundó: “el vernos y asumirnos como individuos particulares es una herencia de los diversos feminismos que han existido y que permiten visibilizar ejercicios de poder y conductas nocivas, prácticas que van en detrimento tanto de mi integridad física y emocional como de los que me rodean”.

Además de Luis Monárrez, Juan Carlos Ramírez, antropólogo social; Héctor Robledo y Sergio Salazar, profesores del ITESO, participaron en el Diálogo sobre Masculinidades que organizó el Centro de Acompañamiento y Estudios Juveniles (C-Juven) el jueves 27 de abril.

Juan Carlos Ramírez señaló que, en las investigaciones sobre la violencia contra las mujeres para elaborar programas de intervención, se planteó que era necesario conocer qué era lo que pasaba con los hombres que ejercen violencia. Fue así como comenzaron a desarrollarse las investigaciones sobre la masculinidad y violencia.

“El feminismo es un contrapoder en términos expositivos”, dijo y agregó que los programas de intervención contra la violencia no funcionan porque hay creencias que perduran. “Es una estructura muy compleja que se entrelaza en la familia, el trabajo, la educación, la religión, es decir sobre la vida social”.

Héctor Robledo, por su parte, dijo que es en las familias donde más se encubre la violencia de género.

“Cuestionar esta violencia pasa también por desafiar estos modelos familiares, por comenzar a imaginar que podemos vivir colectivamente de otras maneras”, dijo el profesor del ITESO. Es pensar más allá del modelo familiar que gira en torno a la heterosexualidad, no solo como orientación sexual, sino como una forma de organización social.

El también doctor en Psicología Social definió la masculinidad como ciertos mandatos que se enseñan a quienes nacen con características biológicas masculinas, y que están relacionados con la necesidad de mostrar signos de fuerza hacia otros hombres, y cuyo objeto de demostración de poderío son las mujeres.

“Un hombre, cuando violenta a otra mujer, casi siempre lo que está haciendo es mandar un mensaje a los otros hombres para marcar el territorio; el ejemplo más claro lo tenemos con los grupos del crimen organizado. Ellos utilizan los cuerpos de las mujeres para dar mensajes de unos cárteles a otros”, detalló.

“Deberíamos estar pensando en cómo dejar de ser hombres, si ser hombre significa violencia hacia las mujeres; si significa violencia hacia todo aquello que representa lo femenino, hacia aquello que desafía mi poder masculino”.