El 24 de agosto del 2006, en la ciudad de Praga, el planeta Plutón dejó de existir luego de 76 años de su descubrimiento. La decisión de la Unión Astronómica Internacional (UAI) marcó el fin de un conflicto de más de 2 siglos entre Europa y Norteamérica.

La decisión de la Unión Astronómica Internacional (UAI) marcó el fin de un conflicto de más de dos siglos entre Europa y Estados Unidos. Al igual que Inglaterra y Francia, los estadounidenses deseaban tener un planeta entre sus descubrimientos.

Plutón fue un traje hecho a la medida, un descubrimiento forzado motivado por la ambición del vecino del norte, cuyas raíces provienen no de 1930, cuando Clyde William Tombaugh (1906-1997) encontró un pequeño punto de luz moviéndose en los cielos de Arizona, sino del año 1781, cuando el músico de origen alemán William Herschel (1738-1822) descubrió en Inglaterra el primer planeta en la historia de la humanidad: Urano.

Su nombramiento como planeta satisfizo los deseos estadounidenses, pero nunca acalló las críticas –muchas de ellas europeas–, sobre su verdadera naturaleza. Desde su nacimiento, Plutón agonizó. El mismo Tombaugh mostró sus reservas para llamarlo planeta y otros astrónomos lo identificaron con un asteroide o un cometa.

Una semana antes de su “degradación”, el 14 de agosto de 2006, cerca de dos mil astrónomos se reunieron en la XXVI Asamblea General de la UAI para formar parte de lo que Ronald David Ekers, radioastrónomo australiano y presidente de esta organización, calificó como: “uno de los más serios e interesantes debates en toda la historia de la astronomía”[1], y así definir, por fin después de cientos de años, lo que era un planeta.

La historia de Plutón está ligada a dos hombres: Percival Lowell y Tombaugh. Lowell (1855-1916), banquero, diplomático y astrónomo, nació en una familia bostoniana acomodada. Graduado de Harvard en 1876 con honores en matemáticas, su vida tuvo dos grandes proyectos.

El primero, estudiar a los seres que habitaban Marte; el segundo, encontrar el “Planeta X”, un planeta más allá de Neptuno. Entre 1880 y 1890 se involucró en misiones diplomáticas que lo llevaron a Japón y Corea. En la década de 1890 escuchó sobre los trabajos y las observaciones que los sacerdotes italianos jesuitas Pietro Angelo Secchi (1818-1878) y Giovanni Virginio Schiaparelli (1835-1910) y el francés Nicolas Camille Flammarion (1842-1925) realizaron de la superficie marciana y de la supuesta vida que albergaba, así como de las perturbaciones que sufría la órbita de Neptuno.

Estas descripciones lo cautivaron a tal grado que dejó sus negocios y se dedicó de lleno a la astronomía.

“La tarde del 18 de febrero de 1930 Tombaugh notó que una estrella cambiaba de posición. Había descubierto el Planeta X”

Escogió un lugar llamado Flagstaff, en Arizona –había escuchado que ahí la atmósfera era la más estable–, para fundar en 1894 el observatorio más grande de su tiempo.

Allí no solo estudió la vida extraterrestre de Marte, sino que pasó los últimos 11 años de su vida buscando el “Planeta X”, nombre que el mismo Lowell dio al misterioso planeta que perturbaba la órbita de Neptuno.

La búsqueda consistía en fotografiar una zona del cielo durante varias noches. Luego se comparaban las fotografías y si aparecían cuerpos de luz o estrellas desplazadas de su posición previa entonces se podría tratar de un planeta o un asteroide. Percival Lowell murió en 1916 sin descubrir su “Planeta X” –por lo menos no conscientemente, porque en varias de sus fotografías apareció sin notarlo– y el trabajo fue continuado por su familia.

En 1929, 18 años después, Clyde William Tombaugh (1906-1997), un joven astrónomo de Kansas, fue contratado. Su misión, encontrar el “Planeta X”.

La tarde del 18 de febrero de 1930, comparando las fotografías del 23 y 29 de enero, Tombaugh notó que una estrella cambiaba de posición. Lo había logrado.

Fue el 13 de marzo de 1930, cuando se cumplieron 75 años del natalicio de Percival Lowell y 149 años del descubrimiento de Urano por William Herschel, que el hallazgo se hizo oficial. El nombre de Plutón se debe a Venetia Burney (1918-2009) una joven inglesa de 11 años que mientras desayunaba con su abuelo, el librero de Oxford Falconer Madan (1851-1935), escuchó que buscaban un nombre para el nuevo planeta.

Burney sugirió el nombre de Plutón, el dios del inframundo, gracias a las clases de mitología y astronomía que tomó en su escuela y luego su abuelo pasó la sugerencia a Herbert Hall Turner (1861-1930), un profesor de astronomía de Oxford, quien a su vez lo telegrafió al director del observatorio de Flagstaff, Vesto Melvin Slipher (1875-1969). El nombre se adoptó y las letras P y L unidas se convirtieron en el símbolo del planeta, en honor de Percival Lowell.

Los primeros análisis mostraron que Plutón era mucho más pequeño de lo esperado. Casi 50 años más tarde, en 1978, en el Observatorio Naval de los Estados Unidos en Washington, el estadounidense James Christy descubrió que las imágenes tomadas de Plutón cambiaban su brillo. En algunas de ellas el planeta aparecía elongado y la apariencia cambiaba de un día a otro. James Christy correctamente conjeturó que los cambios se debían a la presencia de una luna. Quiso nombrarla Charlene, como su esposa, pero no sería aprobado por la UAI por ir en contra de la tradición. Sugirió entonces Caronte (Charon), como el mítico barquero que cruzaba las almas de los difuntos a través del río Estigia hasta el Hades; y cuya pronunciación resultaba muy similar al nombre de su esposa.

El descubrimiento de Caronte permitió a James Christy y a su compatriota Robert Sutton Harrinton calcular la masa de Plutón. Resultó ser de 450 veces más pequeña que la masa terrestre (0.25 %). Caronte por su lado es casi 3200 más pequeña que la Tierra. Sus masas tan pequeñas confirmaron las sospechas: no podían afectar de ningún modo a Neptuno. El Voyager 2 en 1989 encontró que el origen de las discrepancias en la órbita de Neptuno era una sobrestimación del 0.5% de su masa. La corrección comprobó que las trayectorias de Urano y Neptuno encajaban perfectamente con la teoría. El Planeta X, la supuesta fuente de perturbaciones de las órbitas de Urano y Neptuno, ya no tenía razón de ser.

El status planetario de Plutón se tambaleó cuando el inglés David Jewitt y la vietnamita-americana Jane X. Luu descubrieron en 1992 el primer objeto del cinturón de Edgeworth-Kuiper, el 1992-QB1.

Desde 1943 Kenneth Essex Edgeworth (1880-1972), un ingeniero, economista y astrónomo irlandés, había propuesto la existencia de una región, más allá de Neptuno, donde se originarían los cometas de corto periodo. Esta zona tendría miles o millones de cuerpos hechos principalmente de hielo que al ser atraídos por el Sol formarían cometas. Estas ideas también fueron desarrolladas independientemente por el astrónomo holandés-americano Gerard Peter Kuiper (1905-1973) en 1951. En honor de ambos investigadores la región se bautizó como el Cinturón de Edgeworth-Kuiper y los objetos en él se conocieron como Edgeworth-Kuiper Belt Objects (EKBO).

El descubrimiento de David Jewitt y Jane Luu (el 1992-QB1) inició un debate sobre si Plutón, el noveno planeta del Sistema Solar, era en realidad uno de los miles objetos circundantes de este cinturón. Los astrónomos a favor de considerarlo plantea (estadounidenses, la gran mayoría) argumentaron que Plutón era 3 veces más grande que cualquier otro EKBO descubierto hasta entonces. Otro grupo de astrónomos (europeos, muchos de ellos), sabían que sólo era cuestión de tiempo para encontrar EKBO semejantes o mayores a Plutón y por ende invalidar el argumento estadounidense. El mismo David Jewitt declaró en 1999 “lo que podemos inferir hasta el momento es que Plutón es un típico objeto EKBO, 3 veces más grande que los encontrados hasta el momento. Pero eso cambiará muy pronto, espero que en los próximos 2 o 3 años encontraremos objetos tan grandes como Plutón o incluso mayores”[2].

Tomó seis años encontrar un EKBO con dichas características. Los mismos astrónomos estadounidenses que el 14 de noviembre del 2003, en Monte Palomar, descubrieron a Sedna, el primer objeto de la Nube de Oort, observaron el  5 de enero del 2005 un cuerpo ligeramente mayor que Plutón. En ese mismo observatorio, Michael Brown y su equipo, Chad Trujillo y David Rabinowitz, descubrieron a Eris 100 km más grande que Plutón.

Eris fue nombrado provisionalmente  y fue el cuerpo más grande descubierto desde 1846 cuando la mayor luna de Neptuno, Tritón, se descubrió. Sólo meses después, el 10 de septiembre, el en Observatorio Keck de Hawaii, se le descubrió una luna a Eris. Mike Brown y su equipo sugirieron los nombres de Xena, para Eris y Gabrielle para su luna, inspirados en la serie “Xena: la Princesa Guerrera”, pero no fueron aceptados.[3]

Los cuestionamientos crecieron ¿Cuál era la diferencia entre Plutón y Eris para considerar al primero un planeta y al segundo un “simple” EKBO ?, ¿ La familia de planetas crecería de 9 a 10, gracias a Eris ? ¿ Eventualmente los planetas podría llegar a ser miles conforme se descubrieran más ? ¿ o sería hora de definir o redefinir quien es y quien no es un planeta?

La guerra estaba madura y la prensa internacional jugaba un papel fundamental en ella. Cada nuevo EKBO descubierto, como Sedna, era nombrado por los bandos en pugna según su conveniencia. Unos lo llamaban “nuevo planeta”; otros lo aprovechaban para cuestionar una vez más el statu quo de Plutón.

La batalla final se pelearía en agosto del 2006; el campo, la XXVI Asamblea General de la UAI, en Praga. El resultado sería la vida o la muerte no sólo de Plutón sino de muchos otros como Eris y Sedna. Entre los astrónomos reunidos, las discusiones fueron amargas y la polarización inevitable. El jueves 24 de agosto del 2006 a las 13 horas, una amplia mayoría de votos determinó que Plutón dejaba de ser planeta para convertirse en “planeta enano”. De ahora en adelante un planeta sería todo aquel objeto que cumpliera con 3 condiciones: 1.- circular alrededor del Sol; 2.- tener suficiente masa para tener una forma esférica; 3.- tener preponderancia orbital (limpió su órbita de otros cuerpos semejantes a él; o sea, ser el cuerpo más grande moviéndose en su órbita). Plutón, al igual que otros objetos como los asteroides, falló en la tercera condición ya que a su alrededor orbitan cuerpos muy parecidos a él. La tercera condición es lo que diferencia a un planeta de un “planeta enano”.

Obviamente la decisión no fue aplaudida por los perdedores, los estadounidenses; menos aún cuando 8 meses atrás habían lanzado la misión New Horizons cuyo objetivo era explorar Plutón y sus lunas (que para entonces ya contaba con 2 más, Nix e Hidra). Alan Stern lider del programa New Horizons declaró que la definición de planeta de la Unión Astronómica Internacional “apestaba por razones técnicas” y era “defectuosa y no científica” y que degradar a Plutón carecía de validez porque menos del 5% de los astrónomos en el mundo votaron esa resolución, “esto no perdurará, es una farsa” comentó[4].

Marc William Buie, astrónomo del observatorio Lowell y del Southwest Research Institute en Boulder Colorado, publicó en su página de internet: “¿ Esta resolución eliminará la controversia y la discusión ? No. Pase lo que pase en el futuro tú aun podrás llamar planeta a Plutón y si olvidas incluir la palabra – enano – no me importa en lo absoluto….. Tratar de degradar a Plutón y reescribir los libros de texto para regresar a los buenos y viejos tiempos con sólo 8 planetas, simplemente no va a funcionar”[5].

Las reacciones no sólo fueron científicas, también las hubo políticas y sociales. La Asamblea del Estado de California expresó que la degradación de Plutón por parte de la UAI “causaría daño psicológico a algunos californianos que se preguntan sobre su lugar en el espacio y se preocupan por la inestabilidad de las constantes universales”. Argumentó que “dejaría obsoletos millones de libros de texto, las exposiciones de los museos y los trabajos infantiles pegados en los refrigeradores; lo que representaría un gasto para el estado, mermando los fondos educativos y aumentando el déficit”. Calificó la determinación como una “apresurada y enferma herejía científica”[6].

En los estados de Illinois y de Nuevo México entre otras cosas se declaró, que Plutón “fue injustamente degradado …… y que como su distancia promedio al Sol es de 3 695 950 000 millas; su diámetro aproximado es de 1,421 millas y tiene 3 lunas conocidas como Caronte, Nix e Hidra; se resuelve que mientras Plutón pase a través de los excelentes cielos nocturnos, tanto de Nuevo México como de Illinois, será declarado planeta y el 13 de marzo será el día de Plutón en honor a Clyde Tombaugh”[7].

La Sociedad Dialéctica Americana, poco después de la votación del 2006, inventó el verbo “to pluto (pasado y pasado perfecto: plutoed)”, como sinónimo de degradar o devaluar; el cual fue seleccionado como la palabra del año en 2006.

Cabe señalar que también hubo científicos estadounidenses que apoyaron la decisión de la UAI. Mike Brown, codescubridor de Eris, comentó el día de la votación “a partir de hoy ya no he descubierto ningún planeta. La gente no estará contenta con el hecho de que Plutón fue expulsado.

Pero científicamente era lo correcto por hacer ….. Durante todo este loco procedimiento, que pareció un circo, de alguna forma la respuesta correcta estuvo tambaleándose …. Ha tomado mucho tiempo.

La ciencia eventualmente se autocorrige aun cuando se involucran fuertemente las emociones”[8]. Alan Boss, un astrónomo planetario de Carnegie Institution of Washington comentó “La nueva definición tiene mucho sentido en los términos de la ciencia que conocemos”[9].

Pero Plutón no fue un caso nuevo o aislado. A principios del siglo XIX se vivió una historia similar con Ceres, el primer asteroide descubierto. ¿ Cómo fue que en algún momento Ceres y Plutón llegaron a ser planetas ? ¿ De que forma influyó William Herschel y el descubrimiento de Urano ? La concepción de que la belleza del Universo proviene de un orden geométrico y matemático es parte de la respuesta.

Un Universo interrelacionado y estructurado geométrica y matemáticamente, un cosmos lleno de harmonías y estéticas secretas, ocultas y amalgamadas, accesibles sólo a partir de la develación del misterio, es una idea que acompaña al hombre de todas las culturas y de todos los tiempos.

Durante la antigüedad en Occidente, Pitágoras (569 a. C. – 475 a. C.) y sus seguidores, como Filolao (470 a. C. – 380 a. C.), propusieron la teoría de la “Armonía de las Esferas” donde relacionaron los números con los tonos musicales y los astros del cielo. Sus ideas fueron acogidas por Platón (427 a. C. – 347 a. C.), Marco Tulio Cicerón (106 a. C. – 43 a. C.), Plinio el Viejo (23 – 79), Nicómaco de Gerasa (60 – 120 d. C.), Anicio Manlio Boecio (480 – 525) y otros, quienes continuaron desarrollando y agrandando estas teorías revistiéndolas con modelos geométricos y numéricos.

En el Renacimiento el astrónomo y matemático alemán Johannes Kepler (1571-1630) retomó estas ideas. Mientras impartía una de sus clases de verano en la universidad de Graz, accidentalmente descubrió que las distancias entre los planetas, propuestas por Copérnico, (Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno) guardaban una relación con los 5 sólidos pitagóricos (el tetraedro, el cubo o el hexaedro, octaedro, dodecaedro, e icosaedro). Kepler vio en ello la mano y el Espíritu de Dios.

En el siglo XVIII personajes como el matemático y astrónomo británico David Gregory (1659 – 1708), el filósofo alemán Christian Wolff (1679 – 1754), el naturalista francés Charles Bonnet (1720 – 1793), el físico Johann Daniel Titus (1729 – 1796) y el astrónomo Johann Elert Bode (1747 – 1826), ambos alemanes, encontraron algunas relaciones numéricas en las órbitas planetarias. Sus trabajos quedaron sintetizados en la ley de Titus-Bode, una expresión matemática que aparentemente daba las distancias entre los planetas y el Sol.

Cuando William Herschel, un organista de la ciudad de Bath, descubrió Urano el 13 de marzo de 1781, la distancia entre el planeta y el Sol coincidió con la predicha por la Ley de Titus-Bode. Esto generó una enorme expectativa. Primero, la relación numérica (la Ley de Titus-Bode) apuntalaba la idea de un Universo geométrico y numéricamente estructurado que permitía su intelección; segundo, esta ley predecía la existencia de un planeta – aun sin descubrir – entre las órbitas de Marte y Júpiter.

El astrónomo alemán de origen húngaro, Franz Xaver von Zach, motivado por lo anterior, desde 1787 buscó sin éxito el planeta faltante. Para ello fundó en 1800 la liga de “los detectives de Lilleenthal” mejor conocida como la “Policía Celeste”, un grupo de 24 astrónomos, (Johann Bode, William Herschel, Charles Messier (1730 – 1817), Wilhelm Olbers (1758-1840), entre otros) que unieron esfuerzos y separaron el cielo en secciones para dar con el planeta faltante.

Por su lado William Herschel bautizó a su planeta como “Georgium Sidus” (estrella Jorge), en honor al rey Jorge III de la Gran Bretaña (1738 – 1760), lo que le valió una pensión del monarca permitiéndole mudarse a una mejor residencia y fundar ahí su observatorio. El nombre no duró más de 60 años; por un lado Jorge III no gozaba de popularidad debido a la independencia de las colonias americanas sucedida bajo su reinado. Por otro lado muchos astrónomos europeos no estaban convencidos de nombrar un planeta con el nombre de un rey extranjero.

Hubo varias propuestas como “Planeta Herschel” o “Herchelium”, “Neptuno de Grand-Bretagne”, “Neptuno de Jorge III” o simplemente “Neptuno”. Fue el alemán Johann Elert Bode quien propuso el nombre de Urano y continuar con la tradición de nombrar a los planetas como los dioses grecorromanos, siguiendo la línea de parentesco: Urano padre de Saturno; Saturno padre de Júpiter; Júpiter padre de Marte.

Fue el astrónomo y sacerdote italiano Giuseppe Piazzi (1746-1826), mientras revisaba el catálogo estelar de Nicolas Lacaille (1713-1762) el primer día de 1801, quien distinguió una estrella muy pequeña con movimiento propio. Piazzi creyó haber descubierto un cometa, pero después de algunos cálculos, supo que era un planeta. Lo nombró Ceres Ferdinandea en honor de la diosa romana de la fertilidad Ceres, patrona de Sicilia; y de Ferdinand IV (1751 – 1825) rey de Nápoles y Sicilia. La estrella se perdió días después, debido a su posición respecto del Sol y gracias a los cálculos del matemático Carl Friedrich Gauss (1777-1855) se encontró de nuevo el último día de 1801.

El tamaño y la masa de Ceres eran muy pequeños para considerarlo planeta. Este misterioso objeto se volvió más controvertido cuando en 1802 el físico y astrónomo alemán Wilhelm Olbers descubrió un segundo cuerpo al que llamó Palas. William Herschel bautizó a estos objetos, asteroides “como estrellas o cuasi estrellas”; y se opuso a considerarlos planetas ya que además de ser más pequeños que la Luna, acabarían con el aparente orden o estructura que ofrecía la ley de Titus-Bode. En cambio Wilhelm Olbers, argumentó que todos estos cuerpos (Olbers descubrió 2 más, Palas y Vesta en 1802 y 1803 respectivamente) bien podrían ser fragmentos de un planeta destruido en el pasado. Esta teoría quedó descartada con el tiempo y Ceres se consideró planeta por algunos astrónomos alrededor de 50 años.

Años más tarde, en Inglaterra, el astrónomo real George Biddell Airy (1801 – 1892) observó que Urano (planeta descubierto por William Herschel) presentaba discrepancias en su trayectoria. Estas irregularidades hicieron dudar de la Ley de Gravitación de Newton ¿ era válida hasta ciertas distancias ? ¿ Urano fue golpeado por algún cometa ?, ¿ tal vez tenía una luna capaz de desviarlo o de perturbar su trayectoria ? o ¿ existía de un fluido, substancia u otro planeta que alteraba su recorrido ?. Estas perturbaciones también se habían observado en la trayectoria y periodo del cometa Halley.

Urbain Jean Joseph Leverrier (1811-1877), un estudiante francés de química, matemáticas y mecánica celeste, estudió el caso en 1845. Para el 18 de septiembre de 1846, después de ser rechazado por todos los astrónomos franceses, (era el hombre más detestado de Francia debido a su enfermiza obsesión por la eficiencia), escribió al alemán Johann Gottfried Galle (1812-1910), del Observatorio de Berlín y le dio la posición del supuesto nuevo planeta causante de las perturbaciones de Urano. El 23 de septiembre de ese año Johann Galle y uno de sus estudiantes, Heinrich Louis D’Arrest (1822-1875) encontraron el planeta a los 15 minutos de iniciar la observación con 1° de error de las predicciones de Leverrier. El descubrimiento se convirtió en júbilo nacional en Francia. Ahora, al igual que Inglaterra, Francia entraba al selecto grupo de países con un planeta entre sus descubrimientos.

Desgraciadamente los festejos pronto acabaron para los franceses cuando los ingleses dieron a conocer que un año atrás, en septiembre de 1845, John Couch Adams, un joven matemático y astrónomo inglés, ya había llegado a la solución. El trabajo de John Couch Adams no se dio a conocer gracias a la burocracia e ineptidud reinante en los círculos astronómicos británicos de aquella época.

John Couch Adams (1819 – 1892), hijo de un granjero de Cornwall, destacó desde joven en el área de las matemáticas. Recién graduado, a los 24 años, empezó a trabajar en el problema de las discrepancias en la órbita de Urano. Para octubre de 1843 ya tenía propuesta una solución. Para corroborarla necesitaba más datos de observación. Los consiguió contactando al astrónomo Real George Biddell Airy en el observatorio de Greenwich en febrero de 1844. El contacto lo hizo a través del clérigo, astrónomo y director del observatorio de Cambridge, James Challis (1803 – 1882). Con los datos obtenidos John Couch Adams calculó la órbita y la masa del misterioso planeta. Leverrier llegaría casi dos años después a las mismas conclusiones.

A mediados de 1845 John Couch Adams fracasó en 2 ocasiones al intentar entregar sus resultados personalmente a George Biddell Airy. La primera vez que lo buscó Airy estaba en Francia (ahí escuchó que Leverrier trabajaba en la localización del planeta); la segunda vez el mayordomo de Airy salió y le dijo que el astrónomo Real se encontraba cenando por lo que no podía ser interrumpido. Solo consiguió dejarle una copia de sus investigaciones. En septiembre, Adams ya desesperado, le pidió a James Challis que comenzara la búsqueda del planeta, pero a James Challis, no le gustó el tono en que lo hizo y lo ignoró.

Urbain Leverrier publicó sus descubrimientos un año después, (septiembre de 1846). Inició no sólo una agria pelea entre la Gran Bretaña y Francia por la primacía del descubrimiento; sino la exposición de culpas, disculpas y pretextos entre James Challis y George Biddell Airy por la ineptitud mostrada al dejar escapar semejante descubrimiento.

George Biddell Airy expresó que el trabajo del Observatorio y de un Astrónomo Real no era estar buscando planetas. Para ello había motivado a James Challis que hiciera lo propio en el observatorio de Cambridge. James Challis, que no tenía todas las herramientas necesarias para realizar semejante tarea, la puso al final de su lista de prioridades. La búsqueda de cometas y su nula confianza en las predicciones de Adams hizo que tomara las cosas a la ligera. Más tarde, en medio de la cacería de brujas, culpó a su esposa: supuestamente la noche del 12 de julio de 1846, observando las estrellas (una de ellas era en realidad el planeta), no llegó a identificarlo porque su esposa, preocupada por todo el tiempo que empleaba su marido bajo los cielos a la intemperie, le llamó para tomar una taza de té, dejando el trabajo a medio terminar.

Las recriminaciones entre franceses e ingleses se daban a diario. Los primeros acusaron a los segundos de quererse robar el planeta. Se publicaron en Francia caricaturas burlándose de Adams supuestamente descubriendo el planeta. La disputa, que ya tenía tintes nacionalistas, logró ser zanjada por un par de distinguidos científicos de la época: John Herschel, por parte de los ingleses; y Jean Baptiste Biot del lado francés.

John Herschel logró reunir a los contendientes, Adams y Leverrier, en 1847 en su residencia de Collingwood en Kent. Ambos fueron reconocidos como codescubridores del planeta. Los alemanes, Johann Galle y Heinrich Louis D’Arrest, quienes lo encontraron, lo nombraron como Neptuno.

Pero las cosas no acabaron aquí, años más tarde un nuevo actor, del otro lado del Atlántico, entraría en escena. El matemático Benjamin Peirce (1809-1880) y el astrónomo Sears Cook Walker (1805-1853) ambos estadounidenses de la universidad de Harvard, observaron que los desplazamientos de Neptuno, su trayectoria y su distancia al Sol eran muy diferentes de las predichas por Adams y Leverrier. Vieron que la Ley de Titus-Bode – que había sido el punto de partida para el descubrimiento de Neptuno – ya no encajaba con los datos observados y que también Neptuno presentaba irregularidades en su órbita.

Los estadounidenses Peirce y Walker en marzo de 1847 demostraron que con los pocos datos que tuvieron Adams y Leverrier para trabajar, varias trayectorias se podían obtener, pero sólo una era la verdadera; y esa no fue la de Adams ni la de Leverrier. Concluyeron que Adams y Leverrier descubrieron Neptuno no por los cálculos realizados, sino por su gran suerte en haberle atinado en el lugar y en la hora. Los astrónomos europeos se dividieron. Un grupo se convulsionó y desgarró sus vestiduras impugnando las afirmaciones y asegurando que los estadounidenses, por tener mejores observaciones, habían montado todo un plan para quedarse con el planeta, bajo el argumento de que sus cálculos eran realmente los verdaderos. El otro grupo simplemente aplaudió las declaraciones de Pierce y Walker y vieron en ellas un ejemplo de la honestidad y del trabajo científico en los Estados Unidos.

Urano, Neptuno y Plutón no fueron hallazgos astronómicos aislados en la historia de la humanidad. Formaron parte de las exploraciones y descubrimientos que intentaron agrandar la Tierra pero que sólo consiguieron empequeñecerla a costa de expandir el universo. Plutón fue el boleto que permitió a los Estados Unidos mantenerse en la Astronomía de las grandes ligas y rivalizar con los descubrimientos europeos, fue también producto de la necesidad estadounidense por encontrar un nuevo mundo, y hacerse de un pedazo del Sistema Solar.

Herschel, Leverrier, Adams, Lowell, Tombaugh, pertenecieron a la Edad Heroica de las exploraciones, a ese grupo de científicos exploradores, románticos y aventureros cuyas hazañas achicaron la Tierra.

En 1769, sólo 12 años antes que William Herschel descubriera Urano, el capitán James Cook (1728-1779), al mando del Endeavour, circunnavegó los océanos, como Magallanes y el Cano en 1519, pero esta vez para observar desde Tahití el tránsito de Venus por el Sol; y medir la distancia que nos separa del Sol y para calcular las dimensiones y las escalas del universo. En 1847 mientras Adams y Leverrier estrechaban las manos y ponían fin a uno de los capítulos por la disputa de Neptuno, el capitán Sir John Franklin (1786-1847) y su tripulación perdían la vida tratando de encontrar un paso por el ártico canadiense.

Percival Lowell, Angelo Secchi, Giovanni Schiaparelli y Camille Flammarion con sus telescopios descubrieron mundos similares a los encontrados a lo largo del río Mekong o en las fuentes del Nilo. El hallazgo de Clyde Tombaugh bien podría compararse con los vuelos sobre el Atlántico de los estadounidenses Amelia Earhart (1897-1937) y Charles Lindbergh (1902-1974); o el vuelo entre Gran Bretaña y Australia de la británica Amy Johnson (1903-1941).

El 14 de julio del 2015 la misión New Horizons llegó a 12,500 km de Plutón. Desde entonces explora a Plutón y sus lunas. A mediados del 2016 se dirigirá al cinturón de Edgeworth-Kuiper para estudiar otros EKBO. Los datos que arroje la misión ¿ Tendrán el peso suficiente para convencer a la UAI de regresarle su lugar a Plutón ?, ¿ O serán una palada más de tierra a la tumba del que fuera el noveno planeta ? El tiempo lo dirá.

Si quieres saber más sobre el tema te recomiendo las siguientes lecturas y sitios de internet:

 

“The Cambridge Illustrated History of Astronomy” editado por Michael Hoskin.

 

“Historia Fontana de la Astronomía y la Cosmología” de John North.

 

“Cosmos” de Carl Sagan.

 

“The History of Astronomy” de Heather Couper & Nigel Henbest.

 

“Universe The Definitve Visual Guide” de Editor General Martin Rees.

 

“Astronomy Encyclopedia” Editor General Sir Patrick Moore.

 

Neptune in America – Negotiating a Discovery” de Hubbell, J. G. & Smith, R. W.
Journal: Journal for the History of Astronomy, Vol.23, NO. 4/NOV, P.261, 1992
Bibliographic Code: 1992JHA….23..261H    Pag. 271.

 

http://www.leginfo.ca.gov/pub/05-06/bill/asm/ab_0001-0050/hr_36_bill_20060824_introduced.html

 

http://www.spaceref.com/news/viewsr.html?pid=23558

 

http://www.nmlegis.gov/sessions/10%20Regular/final/HM017.pdf

 

http://articles.adsabs.harvard.edu//full/1992JHA….23..261H/0000265.000.html

 

http://www.space.com/12710-pluto-defender-alan-stern-dwarf-planet-interview.html

 

http://www.boulder.swri.edu/~buie/pluto/planet.html

 

http://pluto.jhuapl.edu/

 

http://www.americandialect.org/plutoed_voted_2006_word_of_the_year

 

http://www.nytimes.com/2006/08/24/science/space/25pluto.html?_r=0

 

 

[1] The History of Astronomy de Heather Couper & Nigel Henbest, pag. 198

[2] The History of Astronomy, de Heather Couper & Nigel Henbest, pag. 196.

[3] Fue hasta el 13 de septiembre del 2006 que la UAI nombró de manera oficial al   como Eris, la diosa griega de la discordia y el conflicto; y su luna Disnomia, como el demonio griego de la ilegalidad y el desorden.

 

[4] http://www.nbcnews.com/id/14489259/#.Vv2VUXqwQWI

[5] http://www.boulder.swri.edu/~buie/pluto/planet.html

[6]http://www.leginfo.ca.gov/pub/05-06/bill/asm/ab_0001-0050/hr_36_bill_20060824_introduced.html

[7] http://www.nmlegis.gov/sessions/10%20Regular/final/HM017.pdf, http://ilga.gov/legislation/fulltext.asp?DocName=&SessionId=76&GA=96&DocTypeId=SR&DocNum=46&GAID=10&LegID=40752

[8] http://www.nytimes.com/2006/08/24/science/space/25pluto.html?_r=1&

[9]http://www.nytimes.com/2006/08/24/science/space/25pluto.html?_r=1&