La pandemia del coronavirus no significará el fin del mundo ni nos comerá el cerebro, pero sí es una amenaza que lleva a una buena parte de la sociedad a una cuarentena no pedida. Un confinamiento en casa que nos obliga a replantear las relaciones con nuestros semejantes.
¿Recuerdas las películas de zombis, en las que los muertos vivientes deambulaban de manera lenta y torpe en busca de carne humana? La razón de esta sosa amenaza era más psicológica que real pues el verdadero enemigo, la metáfora a desgranar, era el encierro que los protagonistas tenían que soportar para sobrevivir, en el que distintos temperamentos convivían durante un largo periodo.
La pandemia del coronavirus no significará el fin del mundo ni nos comerá el cerebro, pero sí es una amenaza que lleva a una buena parte de la sociedad a una cuarentena no pedida. Un confinamiento en casa que nos obliga a replantear las relaciones con nuestros semejantes.
Veamos el lado turbio, que no lo es tanto. El conflicto. Estar bajo el mismo techo en tiempos de Covid-19 significa pasar más tiempo con nuestra familia y la posibilidad de que nos confrontemos. Liliana Guadalupe García, profesora del Departamento de Psicología, Educación y Salud del ITESO, explica que “el conflicto es una parte natural de la vida humana, pretender que no haya conflicto es pretender ir en contra de nuestra naturaleza. Son situaciones en las que tenemos posiciones, intereses o necesidades contrapuestas, ¿qué podemos hacer frente a eso?, en principio, analizar los problemas, para entenderlos y así tener una pauta para gestionarlos positivamente”.
Una estrategia para lidiar con esto, es reconocer qué nos está pasando y hablar de ello con nuestros cohabitantes, —conversar por ejemplo del miedo y la ansiedad en la situación que vivimos—, esto puede contribuir a mejorar la convivencia.
También es básico repensar nuestras rutinas y horarios ahora que estamos encerrados, así como reestructurar la manera de estar en los distintos espacios del hogar, redistribuir las responsabilidades y modificar los roles de una manera participativa, como una oportunidad para aprender a llevar situaciones con mayor equidad.