La Espiritualidad Ignaciana ofrece una valiosa aportación para el desarrollo integral de quien decida experimentar un cambio significativo en su vida; el Centro Universitario Ignaciano es uno de los caminos para llegar a ella y comenzar nuestro peregrinar interior, es decir, caminar de un estado de vida a otro nuevo

Por Ana Laura Calderón

La formación académica en el Centro Universitario Ignaciano (CUI) del ITESO tiene como objetivo “Formar alumnos y alumnas en la reflexión crítica desde la fe cristiana y el diálogo con los entornos culturales actuales para la generación e intercambio de conocimiento dentro y fuera de la universidad” [1]. Con este objetivo, desde el CUI se ofertan cada semestre cuatro materias complementarias: Arte y espiritualidad, Autoconsciencia y meditación, Integración personal a través del discernimiento y Cristología. 

Al concluir el semestre de primavera 2021 se consultó a los estudiantes acerca de su experiencia con los espacios formativos que ofrece el CUI. El 90.7% de los estudiantes que participaron en el sondeo señala que recomendarían a otros compañeros la asignatura que cursaron, lo cual significa que son espacios bien valorados por los jóvenes. 

Ante esta valoración positiva, en el Centro nos surgen estas preguntas: ¿qué experiencia interior les provocan los contenidos de esas materias? ¿por qué les resultan significativas? ¿qué reciben en ellas? ¿qué vivencias y aprendizajes los llevan a valorar esos espacios? ¿qué necesidades enfrentan los estudiantes en este periodo largo de pandemia que les lleva a valorar de forma nueva estos y otros espacios formativos de la Universidad? 

Frente a lo anterior, afirmamos que en la Espiritualidad Ignaciana que permea las materias del CUI hay elementos que se podrían intencionar con claridad en las diversas actividades formativas del ITESO. En este escrito, abordaré las respuestas más representativas del sondeo mencionado, posteriormente muestro un acercamiento a las necesidades expresadas en ellas. Finalmente, menciono algunos de los rasgos de la Espiritualidad Ignaciana que pueden aportar al proceso de desarrollo personal.  

De acuerdo con lo expresado por los jóvenes en las asignaturas del CUI, en ellas están presentes de manera especial la interioridad, el autoconocimiento, la dimensión espiritual y la posibilidad de ampliar su mirada y de profundizar. Son asignaturas que tocan su vida de diferentes maneras, los llevan a preguntarse por el sentido que tiene su vida, los humaniza, les ayuda a crecer y a aprender para la vida. Afirman que el aporte de las materias es la oportunidad de alcanzar un mayor conocimiento de sí mismos, identificar y poder expresar sus sentimientos y emociones a otros, de interiorizar en sí mismos, así como de aprender a escuchar a sus compañeros. 

De igual manera, es muy valorada la interacción con sus profesores. Expresan que son personas de gran calidad humana, que se interesan por ellos, que son cercanos, empáticos y les apasiona su tema. Muchos expresan que en estas materias les hacen reflexionar, cuestionarse, hacerse nuevas preguntas, ampliar su perspectiva, profundizar, abrir la mente hacia temas que no son abordados en su carrera, ni en su entorno más cercano. De manera más práctica, también mencionan que aprenden a meditar, a estar en el presente, a tranquilizarse, a discernir y a tener herramientas o recursos para lidiar con la presión actual para tener paz. 

De lo mencionado en este y otros sondeos recientes de distintas áreas de la Universidad se puede rescatar que los estudiantes enfrentan o han enfrentado en los últimos semestres sentimientos de ansiedad, incertidumbre, miedo a la enfermedad o muerte de sus familiares, preocupación por el futuro, soledad, aislamiento, entre otros; a su vez también han revalorado tener a su familia y pasar tiempo con ella, así como la salud, la vida y la presencia de los amigos. 

Desde la experiencia de San Ignacio, cuya conversión celebramos este año, todos, jóvenes y adultos, somos invitados a la renovación, a la transformación, a experimentar un cambio significativo en nuestras vidas. Así como Ignacio se convirtió en un peregrino, nos podemos hacer peregrinos, no desde lo geográfico, sino un peregrinar interior: caminar de un estado de vida a otro nuevo. 

Desde la reflexión de las respuestas en los sondeos que el CUI ha aplicado, podemos decir que los jóvenes expresan una necesidad de experiencias que les ayuden a replantearse su sentido de vida, de conocerse mejor, de ir más allá de explicaciones superficiales, y de profundizar para hacerse preguntas vitales. Necesitan tener vivencias que les ayuden a integrar las dimensiones de su persona, tener experiencias que les hagan salir fuera de ellos y solidarizarse con otros. 

Lo anterior nos lleva a asegurar que la Espiritualidad Ignaciana ofrece una valiosa aportación para el desarrollo integral de nuestros jóvenes. Desde la experiencia de San Ignacio, cuya conversión celebramos este año, todos, jóvenes y adultos, somos invitados a la renovación, a la transformación, a experimentar un cambio significativo en nuestras vidas. Así como Ignacio se convirtió en un peregrino, nos podemos hacer peregrinos, no desde lo geográfico, sino un peregrinar interior: caminar de un estado de vida a otro nuevo. El Papa Francisco nos recuerda que La conversión es un asunto cotidiano, rara vez es de una vez por todas, la conversión de Ignacio comenzó en Pamplona, pero no terminó ahí, durante toda su vida se convirtió día a día”. [2] 

Algunos elementos de la Espiritualidad Ignaciana que pueden estar presentes en las diferentes materias y experiencias formativas de la Universidad, y no solo del CUI o de la DIC, sino también en aquellas de formación profesional que ofrece la Universidad:

Favorecer el autoconocimiento

El conocimiento de sí mismo para descubrir sus fortalezas, sus límites, sus deseos, sus esperanzas, sus capacidades y potencialidades. Un autoconocimiento que les permita ganar libertad interior, tomar o dejar lo que les ayude a ser mejores personas. 

Buscar mayor profundidad

La invitación a profundizar, a no quedarse con lo momentáneo el “post” de las redes sociales, los “likes”, sino a ir más allá de lo aparente y lo inmediato. Hacerse preguntas profundas, indagar, buscar la explicación a los temas que más les apasionen, no quedarse con frases hechas o con “slogans” de la mercadotecnia. Construir sus propias respuestas de manera informada. 

Encontrar el sentido a la vida

Desde los elementos que brinda el autoconocimiento, la propia historia y el contexto y desarrollando una actitud de búsqueda, interrogarse para de respuesta a: ¿para qué estoy aquí?, ¿para qué vivir?, ¿cuál es el sentido que tiene mi vida? En palabras del Padre Carlos Morfin S.J “poder elaborar un horizonte de sentido”, lo que en los Ejercicios Ignacianos se propone como el “Principio y fundamento”. 

Cultivar una mirada agradecida y esperanzada

Desarrollar en los estudiantes una actitud de agradecimiento por “tanto bien recibido”[3] porque la vida pone delante muchas posibilidades, oportunidades, ocasiones de aprendizaje y de crecimiento. Ofrecer espacios que les ayuden a desarrollar una disposición para dejarse sorprender por la vida y por las personas que forman parte de ella, así como una mirada esperanzada al futuro. Cristóbal Jiménez lo expresa de esta manera «La esperanza, vivida en clave ignaciana, supone trabajar con ánimo sabiendo que lo más importante está en manos de ese Dios que nos habita, que también ´trabaja y labora por mí en todas cosas criadas´ y que nos va guiando hacia un futuro que será de plenitud». [4] 

Caminar junto a otros

La Espiritualidad Ignaciana invita a dejar el autocentrismo y el individualismo para caminar con otros, para aprender a encontrarse en la diferencia, a compartir vida, a acompañar en las búsquedas. Aprender a hacer amistades profundas, a crecer y aportar a la vida de otros, a sostenerse en las dificultades y celebrar las alegrías. 

Hacer silencio

Promover momentos en los que puedan silenciarse, desconectarse del ruido que les propone el mundo, escucharse de manera que puedan identificar sus miedos, sus deseos profundos, sus necesidades, así como también desarrollar la capacidad de escuchar a otros. El silenciamiento es necesario para acceder a una experiencia espiritual. 

Ser solidarios

Favorecer experiencias que los ayuden a salir de la propia vida, para colaborar en la construcción de mejores condiciones de vida para los que actualmente son excluidos, para los vulnerables, para los que más sufren. Ser buena noticia y esperanza para otros. 

Estos son sólo algunos elementos de la Espiritualidad Ignaciana que se pueden promover en diversas actividades y espacios de la Universidad, están expresadas de forma sintética en el entendido que abarcan más. 

Para quienes estén interesados en un acercamiento a la Espiritualidad Ignaciana, algunos recursos recientes muy interesantes, que se han realizado a propósito del año Ignaciano: 

  1. Una Espiritualidad para una vida con sentido en libertad y dispuesta a servir. Carlos Morfín O., S.J.
  2. Rasgos esenciales de la Espiritualidad Ignaciana. Ernesto Vásconez R., S.J.
  3. Espiritualidad Ignaciana para la vida diaria. Gustavo A. González Castañeda, S.J.
  4. En camino con Ignacio. Arturo Sosa, S.J., Padre General de la Compañía de Jesús.
  5. Programa del Año Ignaciano ITESO

[1] Cfr. Programa Unidad Básica del CUI, 2019-2021. 

[2] Papa Francisco. (2021). Mensaje con motivo del inicio del Año Ignaciano. 8 de septiembre, de Jesuits Global Sitio web: Pope Francis’ message on the Ignatian Year 

[3] Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales. Contemplación para alcanzar amor [233] 

[4] Jiménez Ariza, Cristóbal “Esperanza a la ignaciana: entre la confianza en Dios y el uso de los medios” en Revista Manresa Vol.92. P.247.