En México, tres de cada diez personas han manifestado sentirse deprimidos, según una encuesta del INEGI y de acuerdo con la OMS, en 2020 la depresión será la segunda causa de discapacidad a nivel mundial. Es muy posible que conozcas a alguien con depresión y la mejor manera de ayudarle es conocer qué es esta enfermedad.

A sus 25 años, Octavio González cayó en depresión. Estudiaba Comunicación, su tercera licenciatura luego de abandonar otras dos carreras, sin apasionarse por lo que hacía y presionado por no culminar la universidad. En lo emocional, le costaba mucho trabajo entablar una relación de pareja y se sentía cada vez más solo.

Octavio cuenta que en esos días hacía esfuerzos sobrenaturales por levantarse de la cama todos los días y pasaba dormido días enteros. Recurrió al consumo de drogas y alcohol para olvidarse de sí mismo. “Sentí que me daban la chispa y la energía que creí que me hacían falta, pero después de que pasaba el efecto, el sentimiento depresivo era todavía más fuerte”.

Debido a su adicción, fue internado en un centro de rehabilitación. Allí entendió que sufría una depresión profunda.

“El motivo por el cual estaba infeliz era porque no sabía lo que quería, por una necesidad mía de cumplir las expectativas de mis papás, que además eran imaginarias, porque nunca me presionaron por tener un título universitario”, recuerda Octavio a tres años de esa crisis.

Este caso representa uno de muchos ejemplos de la depresión, una enfermedad mental que sufren alrededor de 300 millones de personas a nivel mundial, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). De acuerdo al propio organismo, para el 2020 la depresión será la segunda causa principal de discapacidad a nivel mundial, y el primer lugar en los países en desarrollo.

¿Qué es la depresión?

Síntomas como el escaso interés en las actividades cotidianas, una alteración en los patrones de sueño (duerme poco o duerme mucho), la falta de disfrute de actividades que resultaban placenteras, el cese de movilidad física, y la incapacidad para cumplir con las obligaciones escolares y/o laborales durante un periodo prolongado de tiempo, pueden ser indicadores de depresión.

En términos generales, los trastornos depresivos presentan como rasgos más comunes la presencia de un ánimo triste, vacío o irritable, y se acompañan de cambios somáticos y cognitivos que afectan significativamente la capacidad funcional de las personas, señala el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la American Psychiatric Association.

La misma fuente identifica cinco tipos de depresión: trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo; trastorno de depresión mayor, trastorno depresivo persistente (distimia), trastorno disfórico premenstrual, y el trastorno depresivo inducido por una sustancia o medicamento.

Teresita Morfín López, profesora e investigadora del Departamento de Psicología, Educación y Salud del ITESO, apunta que, si los síntomas persisten durante un periodo de tiempo igual o superior a seis semanas, la persona sufre de una depresión mayor.

“El paciente, por más que intenta salir por sí solo de este estado, no puede, allí se habla de la necesidad de algún apoyo externo psicoterapéutico, emocional, incluso de medicamentos, porque al no dormir, la química del cerebro cambia”.

Por lo general, una depresión mayor se produce por la combinación de diversos elementos que afectan la psique de la persona, por ejemplo: la pérdida del empleo, la muerte de un ser querido, un rompimiento amoroso, un accidente u otra crisis.

“Se siente incapaz de responder, y en lugar de resolver o enfrentar los problemas, hace exactamente lo contrario. Es una retroalimentación hacia sí mismo de verse como una persona incapaz, y eso genera una autoestima negativa”, explica la especialista en temas de depresión y suicidio.

También hay factores sociales y económicos que contribuyen al incremento de la depresión como el estrés laboral, la pobreza, la violencia intrafamiliar o la falta de empleo. Esto suele golpear especialmente a los jóvenes de 15 a 29 años de edad, menciona Everardo Camacho, investigador y coordinador del Doctorado en Investigación Psicológica del ITESO.

“Más de la mitad de la población está en condiciones de pobreza y los jóvenes que están en esa condición experimentan falta de esperanza para cambiar su situación, ante la carencia de acceso a oportunidades de desarrollo y satisfacción en la vida”.

En el peor de los casos, un episodio depresivo grave puede llevar a que la persona piense en quitarse la vida. Octavio González lo intentó mediante la ingesta desmesurada de Alprazolam, un medicamento utilizado para tratar síntomas de depresión y ansiedad. Sin embargo, su madre se dio cuenta a tiempo y lo llevó al hospital.

“El pensamiento de suicidarme se presentaba en pensamientos de tipo ‘¿qué pasaría si muriera? o ¿para qué vivo si voy a sufrir, a trabajar, y al final me voy a morir de todos modos?’”. “Me sentía cansado de la vida”.

 

Hacia una nueva visión de la vida

Cuando el trastorno depresivo es profundo, el paciente sale adelante con una combinación de tratamiento psicoterapéutico y psiquiátrico, en el cual se reconstruye la identidad de la persona, se le ayuda a descubrir sus talentos y se le activa tanto físicamente (a través del ejercicio) como socialmente (mediante terapias de grupo y actividades enfocadas a servir a otras personas), coinciden expertos.

“Si conocemos a alguien en situación así, lo primero es no juzgar, y segundo, no querer que las cosas salgan a nuestro ritmo. Consejos como ‘échale ganas’ o ‘es bonita la vida’ no sirven para nada, es mejor decir algo como ‘dime tú si te puedo ayudar en algo’, o acudir juntos a pedir apoyo”, recomienda Teresita Morfín López.

La investigadora del ITESO considera que un tratamiento médico que no incluye la psicoterapia es un tratamiento incompleto. “El medicamento solo nos dará un alivio temporal, pero no explicará lo que nos está sucediendo y qué tipo de pensamientos nos están llevando a permanecer en depresión”..

Culturalmente, la sociedad mexicana carece de herramientas para percatarse de un estado depresivo y pedir ayuda antes de que se vuelva un trastorno profundo, de allí la necesidad de estimular al paciente a auto conocerse mediante la meditación u otras actividades productivas y espirituales.

Teresita Morfín explica que “se nos enseña que tenemos que ser fuertes, que tenemos que resolver las situaciones de la vida como sea, pero nunca aprendemos que hay toda una estructura emocional muy delicada que no conocemos”.

“Si nos buscamos conocernos mediante cualquier vía: meditación, psicoterapia correctiva, grupos donde estoy con otras personas hablando de mi problemática, donde se comparten situaciones que no se hablan en la vida cotidiana, eso nos puede ayudar”.

Una educación psicológica donde se enseñe a los seres humanos a relacionarse con sus semejantes y a tolerar la frustración, es otra vía para reducir la depresión, concuerda Everardo Camacho.

Relacionarse es una forma de blindar a las personas, desde su infancia y juventud, involucrándolas en actividades donde puedan relacionarse con otros y desarrollar intereses, compromisos y prácticas que les apasionen y gusten”.

“Además, en la medida en que se nos eduque a tolerar la frustración, a experimentar pérdidas, a reconocer que la vida a veces tiene ganancias y a veces pérdidas, eso nos protegerá de la depresión. Pero si tenemos a padres que sobreprotegen a los niños, tratando de que no sufran de manera excesiva, eso los vuelve paradójicamente muy vulnerables”, detalla Camacho.

Desde el 2016, Octavio González se ha mantenido alejado de la depresión. Reconoce que le ha costado trabajo, pero ha logrado encontrarle un nuevo sentido a su existencia. “He tenido caídas, pero aprendo de las experiencias. Me doy cuenta de que, cuando he tenido sentimientos depresivos, es porque me alejo de mí, me olvido de que no debo cumplir las expectativas de los demás, y de depender demasiado de mis padres”.