Rodrigo Torres, investigador del ITESO, obtuvo el primer lugar en un concurso de ensayos académicos con un trabajo enfocado en el llamado trabajo decente en un contexto de pandemia

Una de las máximas de Don Ramón, el célebre personaje de la vecindad del Chavo, afirmaba: “No hay trabajo malo, lo malo es tener que trabajar”. Para el papá de la Chilindrina seguro sería una gran sorpresa saber que sí hay trabajos malos, que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) llama precarios, y no sólo eso: seguro se iría de espaldas al enterarse de que hay trabajos decentes. Quien sí conoce muy bien ambas distinciones es Rodrigo Torres, investigador del ITESO, quien acaba de ganar el primer lugar en la categoría Estudiantes de Maestría y Doctorado del I Concurso Latinoamericano de Ensayos sobre Derechos Humanos y Empresas y Conducta Empresarial Responsable gracias a su trabajo titulado “El significado del trabajo decente en tiempos de pandemia”. 

Según explica el también académico del Departamento de Economía, Administración y Mercadología (DEAM) del ITESO, la diferencia entre un trabajo precario y uno decente tiene tres componentes principales: la seguridad laboral, la carga de trabajo y las jornadas laborales. Así pues, un trabajo será más decente o menos en la medida en que cumpla con estos tres parámetros. O así había venido siendo: con la llegada de la pandemia y sus afectaciones en el terreno económico “el foco comenzó a ponerse en la pérdida del empleo. Pero yo preferí dejar esto de lado para concentrarme en aquellas personas que no perdieron el trabajo pero que se han visto obligadas a mantener los mismos resultados de productividad a pesar de los recortes”, explica Torres Mejorada. 

Aunque reconoce que en los últimos tiempos se ha abusado de esta idea, señala que es un hecho que en la estructura neoliberal es más fácil precarizar los empleos ya que hay una búsqueda constante del crecimiento y, en un contexto de crisis como la que generó la pandemia, “si las empresas no van a crecer sus utilidades vendiendo más, entonces van a hacerlo recortando plazas sin reducir sus metas de producción”. Esta situación, señala, aprovecha la vulnerabilidad de las y los trabajadores, quienes quedan en una condición de aceptar prácticamente cualquier medida con tal de no perder el empleo.  

Rodrigo Torres, quien cursa el Doctorado en Estudios Científico-Sociales, explica que en primer momento su investigación estaba centrada en el tema del burnout laboral, sin embargo, conforme ha ido avanzando en ella ha ido reorientando los alcances de la investigación para “formar categorías que nos sirvan más para describir la realidad laboral, no sólo la dicotomía decente/precario”. Y es que, añade, aunque estas dos categorías son las más aceptadas por la OIT y la Organización de Naciones Unidas, “hay muchos matices que se han visto realzados por la pandemia”. 

Como ejemplo pone el número de empleos, un indicador que le gusta mucho a los gobiernos y que para el investigador no debería ser referente porque, de una manera y otra, “el número de empleos se va a recuperar, pero la pandemia tuvo repercusiones en la manera en que nos concebimos como trabajadores e, incluso, en la concepción que tenemos de lo que es el trabajo”. 

Para armar el ensayo con el que obtuvo el primer lugar, Rodrigo Torres contó con el apoyo de David Foust, también integrante del DEAM, y de su compañera Marcia Moreno. 

El I Concurso Latinoamericano de Ensayos sobre Derechos Humanos y Empresas y Conducta Empresarial Responsable fue organizado por la Academia Latinoamericana de Derechos Humanos y Empresas, en conjunto con la Oficina Regional para América del Sur de la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y la Organización Internacional del Trabajo, en el marco del proyecto de Conducta Empresarial Responsable para América Latina y el Caribe financiado por la Unión Europea.