Egresados de la Licenciatura en Arquitectura se hicieron con el tercer lugar del Concurso Internacional para estudiantes John P. Eberhard de la Asociación Internacional de Neurociencia para la Arquitectura (ANFA).

Un proyecto centrado en el movimiento, la emoción, la sensación y la percepción fue el que trabajaron estudiantes de la Licenciatura en Arquitectura para ganar el tercer lugar en el Concurso Internacional para estudiantes John P. Eberhard de la Asociación Internacional de Neurociencia para la Arquitectura (ANFA, por sus siglas en inglés). 

Jaime Saldaña Guevara, Francisco Alejandro Lara Bernal e Isaac Alejandro Hernández González, ahora recién egresados, participaron en este concurso que convocó a estudiantes de todo el mundo a diseñar un centro comunitario inspirado en la sede de la ANFA, ubicada en el Instituto Salk de Estudios Biológicos, en La Jolla, California, Estados Unidos, y que proponía como escenario el terreno vecino a este recinto, diseñado por el afamado arquitecto Louis Kahn. 

El objetivo central fue conectar neurociencia y arquitectura, fomentando diseños que mejoren la calidad de vida. 

“Lo que nos pidieron era crear un espacio en el que tanto arquitectos como neurocientíficos pudieran convivir y trabajar, con espacio para hacer exposiciones y eventos”, explicó Saldaña Guevara.  

Lara Bernal comentó que el concepto principal que utilizaron fue un recorrido sensorial en el que entrelazaron elementos de la naturaleza con la construcción, para tratar de evocar una experiencia profunda y envolvente. 

“Descubrimos que un espacio bien vivido es un espacio que te hace sentir algo y experimentas a través de los sentidos, entonces, tratamos de aplicar la mayor cantidad de estos sentidos en un recorrido para que tú, tanto térmica, como visual, olfativa y auditivamente, puedas saber dónde estás ubicado y que sea fácil de recordar”, mencionó. 

A este concurso fueron invitados más de 170 estudiantes de 30 universidades de 14 países –de México invitaron a la UNAM y al ITESO–. Los primeros dos lugares los ganaron equipos de la Universidad de Berkeley en California. Un jurado de siete expertos de Australia, Italia, México y EU, entre los que había arquitectos, neurocientíficos y diseñadores, evaluó estos proyectos en función de su creatividad, viabilidad e integración de los principios de la neurociencia. 

El premio del concurso fue, además de 500 dólares para el tercer lugar, la participación de los finalistas en una exhibición en la sede de la ANFA a finales de año, y la invitación a la conferencia anual de esta organización en 2025. 

Para estos tres alumnos, todo comenzó con una conferencia sobre neuroarquitectura dictada por el arquitecto Luis Villegas en el ITESO, durante la cual surgió la inquietud de trabajar con esta rama de la arquitectura que se dedica a estudiar cómo el espacio te hace sentir y te hace mejorar para ser más productivo, y cómo se respalda el diseño desde la neurociencia.  

“Hay factores dentro de la nueva arquitectura como los ambientales, que son las alturas, colores, la luz, las sensaciones que vives en el espacio y esta esta otra parte de las necesidades fisiológicas. Cómo percibes el espacio, qué temperatura hay, cómo percibes los colores y cómo te hacen sentir”, expresó Hernández González. 

Los estudiantes fueron asesorados por Adolfo Romero Villaseñor, profesor de asignatura en el Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano (DHDU), quien los acompañó durante las 12 semanas que tomó completar el proyecto. 

“Nos reuníamos para hacer crítica, reflexión, rebote de ideas y definíamos los retos para la siguiente semana. Fue un proceso muy horizontal; ellos eran los que definían el rumbo de su propio proyecto. Yo les iba guiando y ofreciendo alternativas, conceptos o referencias. Me gusta acompañar ofreciendo alternativas sobre cómo proceder ante un proyecto y que ellos decidan qué hacer y cómo actuar”, señaló el académico.  

El proyecto, un centro comunitario 

El trabajo diseñado estuvo orientado a facilitar la flexibilidad del usuario, garantizando una conexión con el entorno natural y las actividades externas. Una fachada curvada y fluida, una zona de exposiciones subterránea con vistas abiertas al cielo y grandes espacios para eventos, texturas en movimiento, énfasis en el juego de luces y sombras, así como acabados elegidos para evocar tranquilidad fueron parte del proyecto, el cual se hizo teniendo en cuenta la conciencia espacial, la mejora del estado de ánimo, la reducción del estrés, el aumento de la concentración y el establecimiento de vínculos sociales más profundos, todos impactos pensados desde la neuroarquitectura. 

Los recién egresados, quienes ya forman parte de algunos despachos locales y constructoras, tienen planes de seguirse especializando, algunos de ellos precisamente en neuroarquitectura. No descartan la posibilidad de colaborar a futuro en un despacho conjunto, pues en esta competencia generaron una buena dinámica de equipo y en el ITESO una gran amistad. 

“Yo sí veo una relación directa (de la neuroarquitectura) con lo aprendido en el ITESO. Aquí se maneja mucho el tema del concepto, de lo social, de cómo se vive el espacio. Si bien tal vez lo vimos sin la etiqueta de neuroarquitectura, es algo en lo que el ITESO siempre estuvo insistiendo. En palabras cotidianas, el concepto era básicamente: ‘qué es lo que quieres transmitir, cuál es tu mensaje con el edificio’. No es construir por construir, es hacerlo con una idea y una intención”, dijo Lara Bernal. 

 

FOTO: Zyan André