Se colocó una vela sagrada en el campus para rememorar, agradecer y comprometer las acciones históricas, actuales y futuras que desea la comunidad universitaria fortalecer con las comunidades wixáritaari

Por Alondra Barba y Oscar Hernández – Colaboradores del Programa Indígena Intercultural en la Coordinación de Programas de Incidencia Social (COINCIDE) del ITESO y profesores del PAP-Indígena Comunitario. 

Ainicios de marzo pasado, se llevó a cabo en el campus de ITESO un momento de reflexión, escucha y agradecimiento en donde autoridades y colaboradores universitarios, así como estudiantes wixáritaari, se reunieron para rememorar la relación y el trabajo emprendido desde hace 40 años con diversas comunidades wixáritaari de Jalisco, Durango y Nayarit.  

A partir de una remembranza histórica de este encuentro entre mundos por parte de Oscar Hernández, ex coordinador del Programa Indígena Intercultural (PII), el rector Luis Arriaga SJ, refrendó la relación y el compromiso que la universidad sostiene con el pueblo Wixárika, así como con otros pueblos y comunidades originarias del país. En este tenor Efraín Jiménez, coordinador del PII y de la Coordinación de Programas de Incidencia Social, acentúo el momento como una coyuntura para todas y todos quienes colaboran desde distintos procesos – de manera directa e indirecta -, con las y los miembros del pueblo Wixárika.  

Minutos después, se colocó la vela sagrada en un sitio especial del campus. Esta vela fue intencionada y bendecida por un mara’akame (sabio wixárika) durante una ceremonia de agradecimiento a finales del año 2020 en la comunidad wixárika de Taateikié – Nuestra Madre Tierra -, San Andrés Cohamiata, municipio de Mezquitic al norte de Jalisco. Es importante recalcar que, por primera vez una comunidad wixárika solicitó a colaboradores del ITESO participar directamente en una ceremonia de agradecimiento al kiekari [1] y sus deidades, por las décadas de trabajo y vinculación entre wixáritaari, colaboradores, académicos y estudiantes en su territorio ancestral.   

A partir de este momento, la universidad resignifica y fortalece el respeto y la oportunidad de continuar construyendo diálogos interculturales y autorreflexivos con las y las wixáritaari de las comunidades del Gran Nayar, la zona conurbada de Guadalajara, así como con las y los estudiantes y egresados wixáritaari de esta casa de estudios.

Velas para agradecer y comprometer el futuro: ITESO y el pueblo Wixárika

A 40 años: la Universidad y el pueblo Wixárika 

Este trayecto se puede expresar en breve, a grandes rasgos, por sus tendencias más que por sus personajes o sus acciones concretas, buena parte de ellas relevantes para el pueblo wixárika (huichol) y también para la universidad. 

Los primeros contactos en la década de los setenta del siglo pasado parecen obra del azar, como meras coincidencias, aunque los hechos fortuitos son ya ideas del pasado. Algunos universitarios, apenas contados, llegan a la sierra wixárika por diversas razones, casi extraviados y sin mediar un proyecto intencionado de relación. Aunque en esa época la universidad se declara abierta a reconocer esos otros mundos que le eran especialmente ajenos y distantes: el urbano popular, el campesino e indígena. Primer vínculo que vislumbra el horizonte, cuando no había caminos. 

En la siguiente década se producen los primeros acercamientos intencionados, si bien apenas entreviendo posibilidades de colaboración sobre temas diversos y problemas concretos. Construcciones, agua potable, energía solar, entre otros, ponen a prueba a profesiones y universitarios para conformar una respuesta pertinente. Parecía más un acercamiento preliminar para reconocernos mutuamente, quizá para ponernos a prueba. El resultado empieza a dejar su huella. 

En los noventa se produce la gran apertura de las comunidades wixáritaari que nos permite acercarnos al corazón de su vida como pueblo originario: la defensa del territorio y la construcción de futuro para sus jóvenes. Primero los juicios agrarios para la recuperación de parte de sus tierras invadidas, junto a planes comunitarios de reapropiación de su espacio inmediato; luego la primera iniciativa en el campo de la educación formal con un carácter intercultural. Ambas líneas de trabajo ponen a prueba la capacidad de aprendizaje de la misma universidad sobre temas todavía inexplorados. Al final del periodo se establece una alianza formal a través de la firma del primer convenio marco de colaboración, cuyo propósito buscaba la reconstitución del pueblo y el territorio wixárika. Se sellaba de esta manera una etapa de aprendizajes compartidos y valiosos para todos, además de la confianza y el respeto mutuo. 

En la primera década de los dos mil irrumpe en plenitud la energía de las y los jóvenes wixáritaari en esta relación, especialmente ellas, acompañados de sus comunidades, autoridades y padres de familia. Reclaman de manera silenciosa la oportunidad para construir su propio futuro, junto al de sus familias y comunidades, su futuro como pueblo. La educación pertinente, más que la sola escolarización, se torna en el centro de la relación entre las comunidades y la universidad.  

Poco a poco se difunde en la sierra la convicción de que es posible construir un sistema educativo propio, que rescate el conocimiento ancestral, su cultura y tradición, en diálogo con la ciencia y el saber universales. Se produce un modelo educativo alternativo al oficial, uno con raíz cultural, instalado en sus manos, mentes y corazones. Al cabo del ciclo se contaba una decena de centros educativos de nivel medio básico y superior, con la inclusión de algunos pertenecientes al pueblo na’ayeri (cora) vecinos en la región de El Gran Nayar. 

En paralelo, los juicios agrarios, todos con resultados favorables a las comunidades, se topan con el difícil proceso de restitución, por lo que se opta por la formación de técnicos topógrafos comunitarios que pudieran dar seguimiento a los largos procesos implicados. El convenio de colaboración se actualiza en diferentes momentos para mantener viva la relación, al que se suma la figura del Consejo Regional Wixárika.  En estas iniciativas de colaboración con las comunidades, se abre la participación de la mayor parte de los programas educativos de la universidad y se confirma la clara preferencia de las jóvenes mujeres universitarias por sumarse a ellas, y todos, hombres y mujeres, estudiantes y académicos, abiertos a una colaboración más allá de los límites de sus profesiones en la construcción de aportaciones pertinentes a las realidades comunitarias. 

En el siguiente periodo queda claro el reto que para hacer viables y sostenibles estas iniciativas educativas en la región debía de fortalecerse el inter aprendizaje y la solidaridad entre ellas, además de la apertura a otras iniciativas afines en múltiples comunidades, y el vínculo con la educación superior. Así es como nace la Red de Centros Educativos Interculturales Wixáritari y Na´ayerite, Red CEIWYNA, y se formaliza el convenio para recibir jóvenes egresados de estas escuelas para hacer estudios universitarios en Iteso, –ésta iniciativa se retoma de la experiencia tenida diez años antes en la que jóvenes wixáritaari cursaron sus estudios mediante un acuerdo entre comunidades y la universidad. Se abre el vínculo con la Asamblea Permanente de Pueblos Originarios de Nayarit, que estima de enorme importancia el recuperar, reconocer y valorar múltiples experiencias y procesos educativos alternativos impulsados por las  comunidades. En la medida en que este proceso se abre y bifurca en múltiples direcciones, se fortalece la estrategia de la comunicación virtual surgida y operada desde las escuelas y comunidades, especialmente por los mismos jóvenes wixáritaari. 

El periodo vigente, marcado por el distanciamiento social y el cuidado de la salud, ha obligado a reforzar la virtualidad y a poner en juego toda la imaginación creativa de cada centro para adecuar el modelo y la práctica educativa a estas circunstancias. En esa medida, se colocan frente al reto de reforzar los esfuerzos de compartición de estrategias, métodos y materiales. Y en el horizonte, el impulso sostenido al sistema educativo wixárika-na´ayeri, incluida la educación superior en la sierra.

[1] Su territorio, –kiekari-, “es el espacio geográfico donde construyen lazos religiosos, políticos, económicos y de parentesco que determinan su organización comunitaria” (Barba et., al, 2013, p.59). El kiekari se extiende a los lugares sagrados en donde realizan sus prácticas culturales intrínsecamente vinculadas a la naturaleza.