El Papa Francisco convivió en el Vaticano con 9 mil jóvenes estudiantes de colegios jesuitas de Italia y Albania, con quienes bromeó y se confesó de muy distintas maneras.
“Pero… ¿Querías ser Papa?”, le preguntó al Sumo Pontífice Teresa, una pequeña italiana muy sonriente, matriculada en un colegio jesuita. La respuesta la hizo reír a ella y a buena parte de los 9 mil niños y adolescentes de Italia y Albania, estudiantes de colegios encomendados a la Compañía de Jesús, quienes el 7 de junio se reunieron a charlar con el recién nombrado jefe de la Iglesia católica en la Aula Pablo VI del Vaticano.
“¿Tú sabes qué significa que una persona quiera ser Papa? Es una persona que no se quiere tanto a sí misma [risas]. Dios no la bendice. No, yo no quería ser Papa”.
¿El Papa tiene amigos? ¿Por qué quiso ser jesuita? ¿Por qué decidió no vivir en el Palacio Apostólico? ¿Es fácil ser Papa? Fue el propio Papa quien abrió la puerta a la curiosidad de los jóvenes, cuando decidió no leerles el discurso que tenía preparado para ellos y mejor optar por el diálogo, la sinceridad y el humor.
“¿Ha renunciado a la riqueza?”, le cuestionó otra niña, interesada en saber por qué el Papa decidió no vivir en el Palacio Apostólico del Vaticano, sino en la Casa Santa Marta, mucho más modesta.
“Creo que no solo es una cuestión de riqueza. Para mí es un problema de personalidad, yo necesito vivir entre la gente. Si yo viviera solo, un poco aislado, no me haría bien”, empezó a responder el Papa, el número 266 en la historia oficial de la Iglesia católica.
“Esta pregunta también me la hizo un profesor: ‘¿Por qué no va a vivir ahí [en el Palacio Apostólico]?’ Y le respondí: ‘Por motivos psiquiátricos’ [risas de todos los presentes]. Es un escándalo la pobreza del mundo. En un mundo en el que hay tantas riquezas, tantos recursos para darle de comer a todos, no se puede entender por qué hay tantos niños hambrientos, tantos niños sin educación, tantos pobres. La pobreza es hoy un grito”, remató.
Otro niño le preguntó si desde que es Papa sigue teniendo amigos, y el sucesor de Joseph Ratzinger le respondió que sus amigos viven a 14 horas de avión [en Argentina], que tres ya lo visitaron en Italia y que con el resto se escribe periódicamente. “No se puede vivir sin amigos”, dijo el Papa.
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“No ha sido fácil”
Uno de los momentos más reveladores en cuanto a la personalidad del nuevo jerarca católico, llegó cuando Eugenio Serafini, del Instituto CEI (Centro Educativo Ignaciano), le preguntó lo siguiente: “¿Cómo ha sido, cuando ha decidido no ser Papa, sino párroco, cuando ha decidido ser jesuita? ¿No ha sido difícil abandonar o dejar la familia, los amigos, no le ha sido difícil?”
Y el Papa Francisco respondió: “Siempre, siempre es difícil; para mí no ha sido fácil. Hay momentos muy bonitos, Jesús te ayuda y te da momentos de alegría, pero hay momentos difíciles en los que te sientes solo, seco, sin alegría interior. Hay momentos de oscuridad interior, dificultades, pero es tan bonito seguir a Jesús, ir por su camino, que tú haces un balance y sigues hacia adelante y después llegan momentos más bonitos.
Minutos antes, una profesora se fue un poco más atrás y le preguntó por qué había decidido ser jesuita.
“Lo que me ha dado fuerza para convertirme en jesuita es el sentido de ser misionero, andar fuera, ir de misiones, anunciar a Jesucristo. Creo que esto es propio de nuestra espiritualidad. No permanecer quietos en nuestras estructuras que tantas veces son estructuras caducas”.
Al abordar la filosofía del modelo educativo jesuita, responsable de más de 500 instituciones en todo el mundo, el Papa fue generoso en su discurso sobre los principios que la sustentan.
“En la educación que impartimos en los jesuitas, el punto clave para nuestro desarrollo como personas es la magnanimidad. Tenemos que ser magnánimos, de corazón grande, sin miedo, apostar siempre por los grandes ideales, pero magnanimidad también en las cosas pequeñas, en las cosas de cada día. El corazón ancho, el corazón grande”, mencionó ante esos miles de profesores y alumnos.
“Al educar hay que guardar un equilibrio, hay que sopesar bien los pasos: un paso firme en el marco de seguridad, pero el otro yendo a la zona de riesgo. Y cuando este riesgo se convierte en seguridad, el paso siguiente busca otra zona de riesgo. No se puede educar solo en la zona de seguridad, no, pues significa impedir que las personalidades crezcan. Pero tampoco se puede educar solo en la zona de riesgo: es demasiado peligroso. Este equilibrio en los pasos, recordadlo bien”.
La política y el compromiso social también aparecieron en la ronda de preguntas, y para Jorge Mario Bergoglio (Buenos Aires, 1936), la labor del cristiano es bastante clara.
“Implicarse en la política es una obligación para un cristiano; trabajar por el bien común, es el deber de un cristiano. Nosotros los cristianos no podemos actuar como Poncio Pilato: no podemos lavarnos las manos”.
“Apóyame… Intento creer”
En medio del ambiente distendido que se vivió durante la reunión, la intervención de Francesco Bassani, adolescente italiano, externándole al Papa las dudas sobre su fe y pidiéndole consejo, hizo que el jesuita elaborara una intensa reflexión.
Bassani: Yo intento ser fiel, pero tengo dificultades. A veces me surgen dudas. Y creo que esto es absolutamente normal a mi edad. Como tú eres el Papa al que creo que llevaré más tiempo en mi corazón, en mi vida –porque te he conocido en mi fase de adolescencia, de crecimiento–, quería pedirte alguna palabra para apoyarme en este crecimiento y apoyar a todos los chicos como yo.
Papa Francisco: Caminar es un arte, porque, si caminamos siempre deprisa, nos cansamos y no podemos llegar al final del camino. Si, por el contrario, nos detenemos y no caminamos, tampoco llegamos al final… ‘Yo quiero permanecer fiel a este camino, pero no es fácil, oye: hay oscuridad, hay días de oscuridad, incluso días de fracaso, incluso algún día de caída… uno cae, cae…’, pero pensad siempre en esto: no hay que temer los fracasos, no hay que temer las caídas. En el arte de caminar, lo que importa no es el no caer, sino el no ‘quedarse caídos’. Levantarse pronto, enseguida, y seguir andando. Y esto es bonito: esto es trabajar todos los días, esto es caminar humanamente. Pero también es feo caminar solo: feo y aburrido. Caminar en comunidad, con los amigos, con los que nos quieren: esto nos ayuda, nos ayuda a llegar precisamente a la meta a la que tenemos que llegar. No sé si he contestado a tu pregunta. ¿Estás ahí? ¿No temerás el camino?
Los niños y jóvenes le agradecieron al Papa su espontaneidad, e incluso hubo alguno que lo describió “como un niño”. “Usted sonríe mucho, usted es muy bueno y amable”, le dijo Gugliemo, quien remató con una frase que volvió a arrancar las risas de la concurrencia: “Sabemos que el trabajo de Papa es difícil, pero lo está haciendo bien”.
Los regalos no faltaron, y a las manos del Sumo Pontífice llegaron cartas, dibujos… Y hasta una oveja. Texto Enrique González Foto Archivo