Con el campus central de la Universidad Católica de Montevideo como escenario, el pasado 22 de noviembre arrancó el encuentro auspiciado por la Ausjal. Mariana Maggio dictó la conferencia inaugural sobre la necesidad de transformar la enseñanza universitaria clásica luego de los aprendizajes que ha dejado la experiencia pandémica

Con el objetivo de reflexionar sobre las innovaciones en el modelo universitario ignaciano para estar a la altura de los tiempos actuales, el pasado 22 de noviembre arrancó en Montevideo el Simposio de Innovación de la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (Ausjal), en una jornada que tuvo como actividad principal la conferencia de Mariana Maggio, académica de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

El Simposio es organizado por la Universidad Católica del Uruguay, la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y la propia Ausjal. El encargado de dar la bienvenida fue Julio Fernández Techera, SJ, rector de la Universidad Católica de Montevideo. Después de las palabras del anfitrión, tocó el turno en el uso de la voz a Luis Arriaga Valenzuela, SJ, presidente de Ausjal y Rector del ITESO, quien en sus palabras para inaugurar el simposio señaló que «la tecnología por sí sola es insuficiente para el desarrollo de los pueblos, culturas y personas. Sin un acuerdo social justo, productivo, pacífico y sustentable puede, incluso, contribuir al deterioro de nuestra especie».

El Rector del ITESO planteó, como primera idea, el cuidado de lo radicalmente humano: «Nuestra apertura a la realidad, y nuestros márgenes de libertad para pensar y poner a prueba proyectos personales y colectivos». Esta libertad, afirmó, pone a las personas a cargo de su propia felicidad y de las consecuencias de sus acciones. Este, añadió, fue el descubrimiento de Ignacio de Loyola: «podemos abrir o cerrar nuestra libertad; no solo nuestras posibilidades de vida y las de nuestras familias, sino las de la sociedad y especie».

Arriaga Valenzuela continuó hablando de la aportación universitaria para el cuidado de lo radicalmente humano, como son la defensa de la dignidad y la documentación de lo finito de los recursos de la tierra.

Sobre cómo las universidades confiadas a la Compañía de Jesús enfrentaron la crisis sanitaria provocada por la pandemia de Covid-19, el Rector del ITESO afirmó que «recientemente probamos nuestra capacidad de formar, investigar e incidir; la nube cibernética ha sido aula, campo de experimentación y arena para la construcción de arenas sociales. En el simposio seremos testigos de las innovaciones que desde nuestras universidades hemos construido». Concluyó su mensaje señalando que todas las innovaciones surgidas en las universidades «queremos compartirlas como comunidad de aprendizaje, interuniversitaria, y en colaboración con organizaciones de la sociedad civil, empresariales, de gobierno y medios de comunicación. Esta quíntuple hélice de innovación impulsa, colectivamente, la cohesión social, la productividad, la política en el mejor sentido, la cultura y la sustentabilidad».

Por su parte, Fernando Ponce León, rector de la Pontificia Universidad Católica de Montevideo, recordó que el simposio había sido convocado en 2019 para ser realizado en mayo de 2020, pero debió ser pospuesto por la pandemia. También puso sobre la mesa el objetivo del encuentro —reflexionar sobre las innovaciones en el modelo universitario ignaciano— y recordó el sentido del magis ignaciano: ser más uno mismo, ser más para servir mejor. «En el contexto actual, el magis nos invita a innovar, a estar preparados para resolver los problemas que aún no conocemos. Osar más, atrevernos a más, en nuestra propuesta educativa y modelos educativos».

Ponce de León expuso los tres ejes principales del simposio: 1) innovar el núcleo de lo que hacen las universidades jesuitas, la formación integral y el currículo con base en la investigación y para la incidencia; 2) cómo se organizan y gestionan los procesos y las estructuras; 3) cómo se cuida la casa común para construir más universidades en línea con la encíclica papal Laudato si’. «La universidad jesuita puede ser relevante o no, según lo que nosotros mismos decidamos hacer para que siga siendo pertinente en este siglo, para pensar, diseñar y poner por obra innovaciones para ello», concluyó.

Tras las intervenciones iniciales, tomó la palabra Mariana Maggio, quien impartió la conferencia «Enseñar en la universidad. Pandemia… y después».

La académica de la Cátedra de Tecnología Educativa en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires propuso encarar un proceso de rediseño desde las tendencias culturales, recreadas por los estudiantes en las aulas. Planteó la necesidad de documentar el trabajo realizado en los medios contemporáneos; destacó la reconstrucción narrativa analítica para, después, aggiornar, es decir, renovar las teorías pedagógicas y didácticas empleadas. Propuso hacer lo anterior en diálogo con otras instituciones como museos, centros productivos y otras universidades.

Maggio explicó que en su diálogo interuniversitario con otras cátedras de innovación se ha encontrado que éstas ponen en tensión elementos de las comunidades universitarias. El espacio, dijo, deja de ser solo el del aula; el tiempo empieza a ser repensado: ya no horas clase versus horas tarea, sino días y semanas enteras para trabajar temas y proyectos.

«Estas cátedras empiezan a llamar la atención en los campos inter y extrauniversitario. Dialogan con el campo político, como un lugar de referencia innovador. Todavía pocas conviven con la hegemonía de la didáctica clásica, modelo agotado antes de la pandemia por Covid-19, y puesto en crisis con ella. Hoy se conversa abundantemente de la transformación de la enseñanza universitaria», dijo la académica.

La académica usó como referencia el libro The game, de Alessandro Baricco, que afirma que la sociedad se encuentra en una revolución mental, que inició con los primeros videojuegos y hoy se vive en dos planos: el físico y el virtual. Estos dos planos configuran la realidad, como si fueran dos motores. El proceso se profundizó con los teléfonos móviles, que son hoy la entrada al juego y tienen modalidad lúdica e intuitiva, libre, y no enfatiza el esfuerzo, según Baricco. A los docentes, afirma, les cuesta comprender esta revolución mental que viven los estudiantes y desde donde construyen conocimientos.

Maggio recordó la experiencia pandémica de 2020, lo que cambio el espacio de las universidades y reconfiguró su tiempo –el uso compartido del tiempo universitario y doméstico, colectivo y personal. Esto ayudó, por ejemplo, a repensar los currículos y poner muchos elementos innovadores a disposición: las herramientas tecnológicas presentes en las universidades desde tiempo atrás.

La incorporación de tecnologías, destacó, no cambia por sí misma la práctica educativa. «Implementamos soluciones de coyuntura, pero no transformamos nuestro quehacer. Mientras tanto, la sociedad mutó», dijo Maggio y luego citó a Jorge Carreón, quien en su libro Lo viral conecta las dimensiones biológica e informática de la referencia que da título a su libro: audios, microvideos, hilos, historias, performances y conversaciones.

En este contexto, planteó Maggio como hipótesis, la pandemia trajo una generalización de la adopción de las tecnologías de la información y la comunicación que, sin embargo, reprodujo los modelos pedagógicos clásicos, dada la celeridad con que las universidades transitaron al espacio virtual. La situación descrita ofrece la oportunidad de transformar la pedagogía y la didáctica, o bien volver a sus expresiones clásicas.

Los estudiantes, afirmó la investigadora, se han hecho conscientes y se preguntan cómo educarse ahora. Se oponen a la presencialidad compulsiva, proponen poder estudiar desde sus localidades de origen e incluso se conectan a clase mientras realizan trabajo de construcción, como pintar un muro.

Planteó como marco el minimalismo curricular, con lo esencial de cada disciplina en el programa, actualizado con los debates contemporáneos contra la saturación disciplinaria que no permite actualizar el aprendizaje, y el codiseño y la creación original. «¿Incluyen nuestros planes de curso realidades contemporáneas, como la pandemia? ¿Consideramos la depresión estudiantil pandémica en nuestros abordajes educativos? ¿Aprovechamos la ‘copia’ de respuestas estudiantiles para construir una universidad colaborativa?», cuestionó.

Invitó además a reconocer que las universidades se encuentran en un proceso de transformación, de abrirse a la experimentación en cada clase para que las y los demás quieran entrar en ella, se conmuevan, y el profesorado mismo quiera estar ahí.  Propuso también un ensamble de modalidades, en distintos momentos, como gestión de la clase, con momentos de encuentro donde todas y todos quieran compartir su quehacer. Asimismo discurrió sobre una gestión de la hibridación con nuevos modelos, en lugar de la reproducción del modelo clásico, expulsivo.

«En síntesis: venimos de la hegemonía de la didáctica clásica, mutamos socialmente con la pandemia, pusimos tecnologías a disposición, hemos experimentado, y concluimos con el predominio de la sincronicidad, y hoy, con condiciones alteradas, estamos volviendo a la presencialidad: ¿lo hacemos de manera clásica y nos volvemos irrelevantes para la sociedad, mientras otros forman a la juventud en coherencia con la cultura contemporánea?», volvió a cuestionar.

Concluyó señalando que toca reinventarse y dar un salto hacia adelante: abordar las deudas con el alumnado, defender las condiciones alteradas con conveniencia, ser relevantes para la juventud y la sociedad, ofrecer alternativas y recuperar la humanidad.