Para Vicente Rojo, a quien el SUJ lo reconoció con el Doctorado Honoris Causa, trabajar por la cultura es trabajar por la vida.
“En 1949, acompañado por su madre, llegó a México un joven de diecisiete años al que Fernando Benítez describió tiempo después como pálido y silencioso. En ese momento creyó nacer de nuevo”. Estas palabras fueron pronunciadas por Vicente Rojo (Barcelona, 1932) durante su ceremonia de ingreso a El Colegio Nacional, el 19 de noviembre de 1994, en un discurso titulado “Los sueños compartidos”, en el que plasmó, de la manera en la que lo hace con sus lienzos, su amor por el país que lo vio nacer por segunda vez, nacer a la libertad desde la cual comenzó su carrera como pintor, grabador, escultor y diseñador gráfico.
“La libertad me ha permitido colaborar con personas de diferentes opiniones a las mías, sean ideas estéticas, políticas o religiosas”, dijo tras ser investido Doctor Honoris Causa en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México por parte de las instituciones que conforman el Sistema Universitario Jesuita [SUJ].
Al llegar a México en 1949 huyendo de la dictadura de Francisco Franco y alejado de la Iglesia –mas no de los católicos practicantes, quienes fueron el apoyo de él y su familia durante los años posteriores a la Guerra Civil– “sentí que volvía a nacer”. Supo que México sería su país.
En México ha desarrollado por más de medio siglo su labor artística, fundando editoriales y suplementos culturales que reflejan su línea vital: libertad, inconformidad y resistencia.
Dentro de su obra gráfica destaca el uso de las figuras geométricas, ya que para él estas simbolizan un deseo de construcción, de organizar las cosas para que sean mejores de lo que son.
Este deseo de mejora, aunado a su amor por México, es una de las razones por las que le fue otorgado el Doctorado Honoris Causa del Sistema Universitario Jesuita.
“Su obra escultórica y pictórica refleja la densidad sustancial del México moderno visto desde la mirada extrañada de quien por voluntad decide radicar su destino a estas tierras y a esta luz. Referente del diseño gráfico y editorial, entendido como apropiación inconforme de una realidad por transformar en la mejor expresión de la capacidad humana, posición de gran cercanía con la misión de las universidades jesuitas de nuestro país”, se lee en el acta oficial de concesión del Honoris.
En su discurso de aceptación del Doctorado, Rojo comentó que, pese a estar alejado de la religión y de todo lo que sea el culto a una imagen, como la de Francisco Franco, quien se hacía llamar Caudillo de España por la Gracia de Dios, no olvida que “tanto católicos practicantes como creyentes ayudaban a una familia de rojos y no solo por el apellido, con su cariño y su comprensión, cómo ayudaron también a sobrevivir aquellos tiempos también oscuros, hoy creo haber correspondido, pues si bien nunca antes lo había hecho, lo que he hecho ahora ha sido abrazar a un sacerdote”.
Luis Arriaga, SJ, Rector del ITESO, afirmó que Vicente Rojo fue un “protagonista muy señalado del proceso que permitió la eclosión de las nuevas generaciones de artistas que habrían de renovar el panorama cultural de un país cada vez más plural, más joven y dinámico” y recordó que las universidades jesuitas acompañaron este movimiento al fundar las escuelas de Historia de Arte y de Comunicación, pioneras en México.
Para Vicente Rojo, trabajar por la cultura es trabajar por la vida y este principio ha dirigido sus esfuerzos para llevar a la realidad la tan anhelada fusión entre la llamada “alta cultura” y la conocida como “cultura popular”, para dotar de imaginación y de hondura la vida de este país al que aprendió a amar apasionadamente, bajo la guía de Fernando Benítez.