El martes pasado, la Caravana de Solidaridad Internacional con Nicaragua hizo una escala en el ITESO para contar, de viva voz, la crisis que atraviesa el país y la represión que ha surgido desde el gobierno del presidente Daniel Ortega.

En abril de este año, un incendio fuera de control en la reserva Indio Maíz, en Nicaragua, puso los reflectores de la opinión pública nicaragüense en un problema que venía gestándose desde hace años: el despojo de tierras de los campesinos para la construcción de un canal interoceánico concesionado a empresarios chinos. La indignación por el incendio, que misteriosamente no lograba ser sofocado, se sumó a la inconformidad por las reformas del gobierno liderado por Daniel Ortega a la ley de seguridad social. Los estudiantes salieron a la calle.

Ya sabíamos lo que iba a pasar, porque siempre las protestas terminaban en palos y piedras, pero igual íbamos”, narra Fátima Villalta, estudiante nicaragüense. Sin embargo, la reacción de las autoridades a la marcha del 18 de abril, detalla, fue más fuerte. “Creímos que no iba aumentar más, pero siempre puede ponerse peor y así ha venido siendo desde entonces”, añade Villalta. Su testimonio se escucha en el auditorio D2 del ITESO, hasta donde ha llegado la Caravana de Solidaridad Internacional con Nicaragua para compartir con la comunidad universitaria la crisis que vive el país centroamericano desde hace ya seis meses.

Durante su intervención, Fátima contó los orígenes de la crisis. Señaló cómo desde hace tiempo se sabía ya que los campesinos opositores al proyecto del canal eran perseguidos, “pero eso no llegaba a la ciudad”. Hasta que, dijo, “pasó lo que inevitablemente iba a pasar: las balas llegaron a la ciudad”. Así, la represión fue aumentando y, con ella, el nivel de involucramiento de la gente. “Nos organizamos por la urgencia de la situación. Las universidades contamos con el apoyo de los barrios. Algunos de ellos incluso desconocieron la autoridad del Estado y crearon una junta de autogobierno y autodefensa. Ante esto, el gobierno de Daniel Ortega emprendió dos medidas: la primera, una operación limpieza que echa mano de grupos paramilitares para desarmar la insurrección y desmovilizar; la segunda, la creación de una Ley de Terrorismo, que califica como acto terrorista prácticamente todas las acciones de los opositores, incluida, por ejemplo, la charla en el ITESO. Sin embargo, a pesar de este escenario, Villalta comentó que “llegamos a un punto del no retorno y vamos a llegar al final. Y el final es que se vayan”.

El foro también contó con la participación de la fotoperiodista Evelyn Flores, egresada del ITESO y que, luego de 30 años fuera de su país natal, regresó a Nicaragua en 2017 con la intención de establecerse allá con su familia. El proyecto fracasó: se topó con “una segunda batalla de un grupo armado contra un pueblo desarmado. Estamos viviendo otra vez una historia que ya conocemos y que repite los mismos esquemas”, relató haciendo referencia a la revolución sandinista, que en 1979 puso fin a la dictadura de la familia Somoza y de la que Daniel Ortega fue protagonista y primer presidente luego de la lucha. “Ortega, símbolo de una revolución, hoy es el represor, el tirano que cada día nos sorprende con una violación más a los derechos humanos”. Al igual que Fátima, Evelyn afirmó que lo que hoy pasa en Nicaragua no pasó “de la noche a la mañana. Era una olla de presión que tarde o temprano iba a tirar la tapa. Y la tiró”. La egresada del ITESO ha levantado un registro fotográfico de la protesta y algunas de sus imágenes pueden ser vistas en la Galería Jardín del campus.

Las mujeres nicaragüenses compartieron el foro —en donde se puso una manta con la leyenda “Nicaragua será libre”, así como una lista con los nombres de los más de 350 presos políticos y un tendedero con algunas de sus fotos— con Elizabeth Prado, profesora del departamento de Estudios Sociopolíticos y Jurídicos, y René Sequeira, jesuita nicaragüense en formación y estudiante de la carrera de Filosofía y Ciencias Sociales del ITESO. Prado, especialista en relaciones internacionales, describió el conflicto nicaragüense como “una espiral de violencia que parece no tener fin” y como una “gravísima crisis de derechos humanos” que incluye violaciones como ejecuciones extrajudiciales, desaparición forzada, obstrucción de la atención médica, tortura, violencia sexual contra mujeres y hombres, criminalización de la protesta, entre muchas otras. Por su parte, Sequeira aprovechó su intervención para hacer un repaso de los aciertos y errores de los gobiernos postdictadura, y enfatizó el hecho de que “Nicaragua es un país que no ha alcanzado sus metas como país. Estamos asistiendo a la caída del tercer proyecto de nación en 30 años”.

Cuestionados por los asistentes sobre cómo se puede apoyar la lucha desde México, todos los participantes coincidieron en que la difusión es fundamental y de gran ayuda, así como sumarse a los grupos de nicaragüenses organizados que están en el país y en la ciudad.