La tesis doctoral de Ana Georgina López Zepeda, coordinadora del programa Universidad Solidaria del ITESO, fue reconocida con el Premio a la Mejor Investigación sobre el Campo Mexicano

Comerciante, panadera, costurera y cafetalera. Esposa, nuera y madre también. Ella es Consuelo, campesina tzeltal de 43 años originaria del ejido Zaragoza, en Ocosingo, Chiapas. Como lo marca la tradición, en ella recae la responsabilidad de la crianza de sus hijos y los quehaceres del hogar.

A pesar de ser un pilar importante en la economía y dinámica familiar, su esposo Pepe, quien sufre “del vicio”, siempre está presto a alzarle la mano o hacerle cosas peores. Su suegro la vigila y amenaza constantemente.

Una realidad parecida la viven Mariana, Armanda, Valentina, Felipa, Candelaria, Lucha, Rumina, Micaela, Macaria, Roberta y Andrea. El común denominador entre ellas y el resto de las mujeres de esa comunidad es ser discriminadas, humilladas, violentadas y transgredidas en sus derechos humanos.

Esto es parte de lo que retrata Ana Georgina López Zepeda, coordinadora del programa Universidad Solidaria del Centro de Acompañamiento y Estudios Juveniles (C-Juven), en su tesis doctoral “Campesinas indígenas cafetaleras en cooperativa: violencias y alternativas de agencia. El caso del Ejido Zaragoza, Municipio de Ocosingo, Chiapas”.

La investigación da cuenta de las diferentes situaciones de violencia económica, patrimonial, sexual y física a las que se enfrentan las mujeres tzeltales y tojolabales de Zaragoza. Indaga, también, si hay alguna diferencia en cómo viven estas violencias a partir de que se organizaron en cooperativa.

La vida en cooperativa

En 2006 los ejidatarios de la cooperativa Sociedad de Productores Orgánicos de la Selva Lacandona (Sposel) decidieron crear una rama exclusiva para mujeres, con la intención de reforzar la marca desde una visión mercadológica. Así nació Nich Capeel (flor de café en tzeltal).

Desde esta instancia, las mujeres asociadas se encargan del tostado, molido y envasado de su café orgánico, bajo la marca “Najá”. El producto llega a diversas localidades chiapanecas. Más allá de su naturaleza productiva, la cooperativa ha resultado un espacio para la denuncia, refugio y el acompañamiento entre mujeres.

La comunidad se rige bajo un esquema en el que, tras casarse, la mujer se muda a la casa de la familia del esposo para formar parte de la fuerza de trabajo del hogar. Esta organización supedita a las mujeres más jóvenes al servicio de los suegros, cuñados y de la familia en general, dentro de un ambiente de violencia cotidiana.

Ana Georgina López afirma que esta práctica limita la posibilidad de agencia de las mujeres. La investigadora encontró que el contexto familiar (si son casadas, solteras, viudas o separadas) y la etapa de la vida en la que se encuentran (si están en edad reproductiva o no) son factores determinantes para su participación en la cooperativa.

“Encontré que las líderes de Nich Capeel estaban separadas o viudas. Hay socias casadas, pero siguen bajo mucha violencia e incluso más por involucrarse en estas actividades”, mencionó la académica.

No son víctimas

Las mujeres encuentran un espacio de empoderamiento, con posibilidad de lograr cierta independencia económica, con ingresos promedio de 60 a 70 pesos diarios, con un impacto importante en su economía familiar.

“Las mujeres indígenas pueden aportar mucho. No son víctimas, ellas se saben poderosas a partir de que están en espacios como la cooperativa”, dice.

Y se empiezan a dar cuenta. “La agencia tiene que ver justo con entender las normas culturales asumidas y de cómo las pueden romper, pero mientras no confronten estas prácticas, no cambiará la situación de desigualdad para estas mujeres indígenas”, comenta López Zepeda.

Sin embargo, este empoderamiento no necesariamente ha cambiado la condición de vida de las mujeres indígenas en el contexto rural. La académica señala que el trabajo de ellas sigue siendo subvalorado, además de que continúan siendo discriminadas por su calidad de mujer en cuestión de derechos de propiedad.

El cambio generacional, si bien ha significado en cierta medida un rol más activo para la mujer dentro de la dinámica económica familiar, no ha permitido erradicar las jerarquías que promueven la violencia contra la mujer.

Diseñar estrategias adecuadas, el propósito

La investigadora comparte que durante todo el planteamiento de la tesis y el trabajo de campo siempre tuvo en mente el compromiso social de su investigación. Por ello utilizó un enfoque de género, a fin de favorecer el tratamiento adecuado de la información.

Enfatiza la importancia de implementar estrategias que fortalezcan a la mujer por medio de un proceso de aprendizaje, como capacitaciones agrícolas, la obtención de microcréditos y la participación en cooperativas.

A decir de López Zepeda, esta investigación servirá “para cuestionar proyectos de empoderamiento, desde su diseño y hasta su implementación. Es un recuento de lo que necesitan saber las autoridades para diseñar estrategias dentro de la comunidad”.

Con este trabajo López Zepeda obtuvo el grado como doctora en Ciencias Sociales por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Occidente.

En junio de 2019 la Asociación Mexicana de Estudios Rurales (AMER) reconoció la investigación con el Premio Arturo León López a la Mejor Investigación sobre el Campo Mexicano, en la categoría Tesis Doctoral.

La ceremonia se llevó a cabo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el marco del XII Congreso Nacional de la AMER. Además de la publicación y difusión de la investigación, López Zepeda recibió un estímulo económico y comenzó un vínculo con el organismo para seguir impulsando otras líneas de investigación derivadas de su tesis doctoral.