Estudiantes y miembros de la Compañía de Jesús, se sentaron a comer y charlar sobre diversos temas, en un ejercicio de convivencia que los organizadores esperan repetir periódicamente. “Vengo a la subasta de jesuitas”. Una voz femenina se distinguió entre una de las mesas de piedra ubicadas frente al Centro Universitario Ignaciano (CUI), ocupada por escolares y sacerdotes de la Compañía de Jesús.

Las risas le dieron la bienvenida a la comida y convivencia entre estudiantes y jesuitas, que se llevó a cabo el martes 5 de noviembre a las 13:00. La idea se gestó en una sobremesa entre estudiantes de Filosofía del ITESO y escolares de la Compañía de Jesús, quienes querían visibilizar su presencia entre los alumnos de esta universidad, confiada a dicha orden religiosa.

“Qué mejor que una sobremesa para conocernos mejor, que sea informal, donde los chavos puedan hacernos preguntas”, explicó  David Ortiz, escolar que junto a Eduardo Anaya organizó el convivio.

Aunque los volantes y carteles desperdigados por el ITESO invitaban a los interesados a llevar su propia comida, igual se montó una mesa con bocadillos y agua fresca para los miembros de distintos voluntariados de la universidad y otros curiosos sin afiliación que fueron uniéndose paulatinamente.

Entre los más de 60 asistentes, las playeras blancas con la frase de San Ignacio de Loyola (fundador de la Compañía) “En todo amar y servir”, delataban a los jesuitas, unos escolares, otros sacerdotes, unos del ITESO, otros de la casa de Ejercicios Puente Grande, y unos pocos más a punto de volver a Roma o a la capital mexicana para retomar sus responsabilidades.

“Sabemos que hay muchos chavos que salen de alguna de nuestras universidades sin conocer a un jesuita”, dijo David. “La intención no era convocar adeptos; en la noche tendremos una misa y una cena para aquellos que sí tienen inquietudes. [La comida] fue más para que platicaran, que conocieran que hay jesuitas en la universidad, estudiando y trabajando, y que pudieran acercarse a saludar”.

Lo que comenzó como una pequeña tertulia, se fue quedando sin espacio suficiente para que todos permanecieran sentados. Varios estudiantes rodeaban las mesas de pie y hacían preguntas sobre los estudios y los años de preparación necesarios antes de ser ordenados, sobre sus misiones, sus viajes, el descubrimiento de su vocación o el Papa Francisco. Incluso hubo quienes aprovecharon la hora de la comida para quitarse dudas teológicas.

No hubo pregunta sin responder; risas, alimentos y buen ambiente en cada mesa, además de la promesa jesuita de seguir con este tipo de convivencias. “Creo que fue muy buena experiencia, y hacen falta espacios de este tipo”, mencionó David. “El Rector nos mandó un correo apoyándonos, y mencionó que le gustaría que se hiciera una buena tradición, por lo menos una vez al semestre”.

Foto Roberto Ornelas