En el cuarto Encuentro de Innovación Jurídica, coorganizado por la carrera de Derecho del ITESO, se habló de los avances en equidad.

El presidente Adolfo Ruiz Cortines hizo en 1952 una promesa de campaña: las mujeres tendrían derecho a votar y ser votadas. Como presidente, presentó la iniciativa y reforma constitucional donde se reconocía de manera expresa el voto para las mujeres, en 1953.

Ruiz Cortines quiso nombrar a una mujer ministra de la Suprema Corte de la Justicia de la Nación (SCJN). Algunos ministros fueron a advertirle que, de elegir a una mujer, ellos renunciarían en pleno; así que nunca lo hizo.

En 1961, el presidente Adolfo López Mateos designa a la primera mujer ministra de la Cuarta Sala de la SCJN: Cristina Salmorán de Tamayo, mujer oaxaqueña presidenta de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje y jurista en materia laboral muy reconocida.

“Empezaron a surgir una serie de bromas y situaciones que se daban en relación con la nueva ministra”, contó Margarita Beatriz Luna Ramos, ministra de la SCJN. “Decían, por ejemplo, ‘la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya no es Corte de Justicia: es de Corte y Confección’”.

Eran producto de la cultura, aseguró la ministra. Y es la cultura la que debe cambiar, a la par que las legislaturas, para que se logre poner el piso parejo para hombres y mujeres.

Ella fue la encargada de conducir la conferencia de apertura del Encuentro de Innovación Jurídica, el viernes 12 de enero, en el Auditorio Pedro Arrupe, SJ. Este encuentro es organizado por la Licenciatura  en Derecho del ITESO, la Barra Mexicana Colegio de Abogados, Capítulo Jalisco, la ANADE Jalisco, Colegio de Abogados, y el Colegio de Abogados de Jalisco Constituyente Luis Manuel Rojas.

“Lo que se ha entendido ‘lo propio de los hombres y las mujeres’; ya no es igual lo que se entiende como ‘propio de los hombres y las mujeres’ ni en otros países, ni en nuestro propio país. En ese sentido, la perspectiva de género en la Sierra Tarahumara o en la Ciudad de México sí varía dependiendo del tipo de ciudad y el tiempo en el que está la sociedad o la cultura de cada país”.

En México, expresó, todavía hay camino que recorrer en la perspectiva de género en varios aspectos, entre ellos en materia de legislación. La ministra realizó un contexto histórico. En este, dijo, se puede comprender cómo se fueron dando las desigualdades en materia de oportunidades. En acceso a la justicia, en derechos laborales y en derechos humanos.

“Ser proveedor se fue tecnificando, con la oportunidad de que los varones accedieran a una educación diferente y a las mujeres se les relegó a actividades domésticas ‘propias de su sexo’, pero no estaba bien visto ir a una universidad. Y cuando hubo carreras destinadas al sexo femenino, estas eran para ser maestras de escuela primaria, y asistían a escuelas para educadoras mientras se casaban.

La Segunda Guerra Mundial permitió que, a falta de hombres en las sociedades por estar en el frente, que las mujeres salieran a trabajar y realizar otras actividades. Intelectualmente se muestra así que tienen la capacidad de realizar otros roles. ‘¿Por qué no voto, por qué no voy a la universidad a estudiar ingeniería o leyes; por qué solo puedo ser secretaria o educadora? Y si realizo la misma función del varón, ¿por qué no puedo generar la misma remuneración?’”. La organización de estas inquietudes se concreta en la posguerra.

El 18 de diciembre de 1979, la Asamblea General de la ONU aprobó la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, que entró en vigor como tratado internacional el 3 de septiembre de 1981 tras su ratificación por 20 países, entre ellos México.

Legislar con perspectiva de género, explicó, no es otorgar preferencia entre hombres o mujeres. “Es poner el piso parejo entre ambos, para que las condiciones de igualdad se puedan dar siempre”.