La plataforma El país de las dos mil fosas recibió el premio Breach-Valdez de Periodismo y Derechos Humanos. En la investigación, que presenta una panorámica de uno de los problemas de seguridad recientes en el país, participaron Alejandra Guillén y Paloma Robles, egresadas del ITESO 

La crisis de inseguridad que vive el país desde hace ya varios años tiene en las personas desaparecidas una de sus expresiones más crueles. Miles de familias recorren el país buscando a sus seres queridos, topándose una vez y otra también con la inoperancia, y muchas veces la indolencia, de unas autoridades que se han visto rebasadas por la ola de violencia que se desbordó a raíz del inicio de la llamada “guerra contra el narcotráfico”. Sin embargo, la desaparición forzada no es el peor de los horrores: de unos años para acá los mexicanos han constatado con horror que prácticamente todo el país es una gigantesca fosa clandestina. De eso queda constancia en la plataforma El país de las dos mil fosas, material periodístico cobijado por Quinto Elemento Lab que permite tener un esbozo del tamaño de la tragedia llamada entierros clandestinos y que elegido como ganador de la segunda edición del Premio Breach-Valdez de Periodismo y Derechos Humanos. 

Alejandra Guillén, periodista y egresada de Comunicación del ITESO, cuenta que este trabajo se remonta a 2013, cuando fueron descubiertas cerca de cuarenta fosas clandestinas en La Barca, Jalisco. Señala que en ese entonces platicó con la también periodista Marcela Turati, que ha dado seguimiento a diferentes temas de derechos humanos en el país, y que ya venía dándole vueltas a la idea de realizar un mapeo de los entierros ilegales que comenzaron a surgir por todo el país y que es un problema que se ha venido complejizando cada vez más. “Entendemos como fosa clandestina cualquier entierro en el que se ha depositado con la intención de ser ocultado”, explica Guillén y añade que es muy difícil llevar una contabilidad precisa de las fosas porque “hemos visto que en Nayarit, por ejemplo, ahora las fosas se cavan con trascabo para enterrar los cuerpos. Hay corredores enteros que no se han explorado”. 

La periodista también explica que detrás del acto de hacer una fosa clandestina hay una intención “de generar terror, inhibir cualquier resistencia, romper la organización social”. A este dicho se suma Paloma Robles, también periodista y egresada de Ciencias Políticas, también por el ITESO. Ella explica que desde la perspectiva de la antropología forense un entierro clandestino “no sólo busca ocultar un cuerpo, sino que su propósito es negar la historia” de la persona que ha sido desaparecida y asesinada. Robles añade que la proliferación de fosas implica toda una “tecnificación, una logística que implica toda una economía paralela”. 

Además de Alejandra Guillén y Paloma Robles, el equipo que dio forma a El país de las dos mil fosas estuvo integrado por Mago Torres, Marcela Turati, David Eads, Erika Lozano y Aranzazú Ayala. Para su publicación se contó con el apoyo y el cobijo de la plataforma Quinto Elemento Lab (quintoelab.org). Paloma Robles explica que el proyecto “siempre estuvo pensado para presentarse en formato digital” y añade que se hizo todo un trabajo para lograr colocarlo en la opinión pública. Así, además de contar con el apoyo de periodistas locales para recabar información, en noviembre de 2018, cuando fue presentado en público, también se contó con la presencia de más de 20 medios nacionales y regionales.  

El país de las dos mil fosas, se lee en el sitio web del proyecto que recopila un reportaje y una base de datos por estado, da cuenta de que “de 2006 a 2016 en México las autoridades estatales reportaron el hallazgo de 1,978 fosas, y la PGR 232. Fueron 24 las fiscalías estatales que reconocieron que en su territorio encontraron fosas clandestinas con, al menos, 2,884 cuerpos. No es posible saber el tamaño exacto de la barbarie; los datos obtenidos mediante solicitudes de información nos acercan a entenderlo. Alejandra Guillén afirma: “Hicimos un poquito, falta un chingo”. Y es que, añade, el material recopila algunos datos, números, cifras, pero falta hacer registros más detallados, ponerle nombre a esos números, historias. Responder a las preguntas de por qué y para qué ocultar cuerpos. Además de esto, es necesario sensibilizar a las autoridades, que hasta ahora se han mostrado no sólo rebasadas, sino inoperantes. El material, afirma Guillén, es una manera de “decirle al Estado que es posible armar una base de datos, y que no hacerlo es una decisión política”. 

El Premio Breach-Valdez de Periodismo y Derechos Humanos fue creado por el Centro de Información y la Oficina en México del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos; la Embajada de Francia en México; el Programa Prensa y Democracia y el Área de Periodismo del Departamento de Comunicación de la Universidad Iberoamericana, así como la Agencia de Noticias France Presse (AFP). Esta dedicado a los periodistas Miroslava Breach y Javier Valdez, asesinados en 2017 por su labor periodística. Tanto Alejandra Guillén como Paloma Robles señalan que si bien recibir este galardón es motivo de gusto, es más bien un compromiso y una expresión del tipo de periodismo que les interesa hacer. 

Sobre la experiencia de haber pasado por las aulas del ITESO, Alejandra Guillén señala que fue relevante porque en la Universidad tuvo su primer contacto con el periodismo a través del proyecto El Puente, que se realiza en Ciudad Guzmán y cuyo método de trabajo en la toma de decisiones le influyó para decidir el tipo de ejercicio periodístico que le interesaba. Por su parte, Paloma Robles señala que la formación recibida en el campus propicia “una mirada involucrada con los conflictos sociales, fomenta el interés por entender los procesos políticos, reflexionarlos, discernirlos”. 

 

Para explorar 

El país de las dos mil fosas se puede consultar en este enlace: quintoelab.org/project/el-pais-de-las-2-mil-fosas