El jesuita Jesús Vergara reivindica el enorme valor que tienen las enseñanzas de San Ignacio de Loyola en la construcción de una universidad contemporánea y de seres humanos capaces de enfrentarse a un mundo “indiferente ante lo religioso”.
El 31 de julio es el Día de San Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús, una fecha en la que se conmemorará el 458 aniversario del fallecimiento de un hombre cuyo pensamiento teológico, filosófico y humanista tiene en el ITESO a un tenaz portavoz: el padre Jesús Vergara, SJ, conocido cariñosamente por muchos como “El Colorado”.
Exalumno en Innsbruck, Austria, del célebre teólogo y reformador de la Iglesia católica Karl Rahner, Vergara y en el último año ha impartido un par de “Talleres de discernimiento ignaciano” organizados por el Centro Universitario Ignaciano del ITESO. Su vasto conocimiento sobre la obra de San Ignacio le permite transmitirla de una manera paciente y clara a jóvenes, adultos, laicos, religiosos o cualquiera que se lo pida.
“Los talleres nacen del afán por hacer familiar a los estudiantes el pensamiento de San Ignacio, sobre todo el pensamiento central contenido en los Ejercicios Espirituales”, explica el tapatío de 85 años.
“Los ejercicios son sumamente densos en su contenido y provocan muchas cosas que fácilmente esquivamos y no enfrentamos en nuestra vida, por ejemplo el discernir, el encontrar la voluntad de Dios en tu vida. A todos nos cuesta mucho más trabajo seguir la voluntad de Dios que seguir nuestros propios dictados, gustos y tradiciones”, complementa “El Colorado”, un personaje poco dado a maquillar sus observaciones cuando analiza su entorno.
-¿Y cómo le hace para que las personas se interesen en estos ejercicios?
-Pues con audacia y a partir de sus vidas. Primero los dejo que hablen, que digan cuál es su situación existencial. ¿Les vale gorro lo religioso? ¡Díganlo!: ¡Me vale gorro! Los ejercicios de San Ignacio son para buscar cuál es, para mí, la voluntad de Dios. En los talleres no empiezo a bajar las escaleras desde arriba, sino que me voy al suelo donde están los otros y desde ahí tratamos de subirlas. ¡Díganse con toda honestidad, desnúdense, ¡¿qué les dice esto?! A partir de allí empezamos a ver qué se puede hacer, siempre siguiendo las vetas de sus vivencias, no mi doctrina.
Hacerle frente la “larga mediocridad de la Iglesia católica”
La dura línea que siempre manejó su maestro Rahner hacia la Iglesia católica está presente en Vergara, quien percibe una institución que requiere urgentemente alejarse de la ostentación, vivificar sus rituales y ser coherente con los principios cristianos que la fundaron.
“Hace 50 años yo estudiaba en Europa con el padre Rahner y él hablaba muy vivamente de Jesús y decía que la Iglesia seguía una larga, larga y tediosa tradición de mediocridad, es decir, que la Iglesia no vivía con entusiasmo la vida de Jesús, sino que la repetía casi de memoria, como tú lo ves todavía hoy en las iglesias”, afirma el jesuita, quien en las misas detecta gente aburrida, distraída y que no entiende el Evangelio, y a sacerdotes que realizan la eucaristía de manera mecánica y monótona, a veces cansados después de oficiar más de cinco al día.
“Las personas van a misa porque desde chicos los obligan a ir a misa, es decir, están yendo a misa por una tradición religiosa –que de religión tiene menos y de tradición fija tiene más–, pero ya no es una tradición viva, es mediocre”.
Ante la realidad de rituales agotados y la existencia de un sector de la curia católica que califica de “mediocre”, Vergara considera que si bien es cierto que el Papa Francisco (de formación jesuita) ha dicho y emprendido diversas acciones para adaptarla a los retos religiosos, sociales y políticos de los nuevos tiempos, no podrá hacerlo sin ayuda.
“Él solo no puede revertir esta mediocridad, necesita tirar una línea muy larga y buscar gente muy dispuesta a ayudar a cambiar a la Iglesia, porque incluso muchos cardenales y obispos están felices como están en esa larga mediocridad, porque van y vienen en avión a Roma… Son todavía príncipes decadentes cuando ya la Iglesia debería volver a la pobreza de Jesús: ‘¡Si quieres venir conmigo niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme!’”, expone Vergara.
“No todos los jesuitas son ejemplares, tenemos fama de malévolos también [risas]. Creo que él [Francisco] desde luego no puede ignorar la formación que tuvo, y además él mismo fue formador jesuita; ha dicho cosas muy serias, por ejemplo yo ayer estaba leyendo algo que me gustó mucho de él, pero en este momento se me escapa porque ya tengo 85 años, jajaja”.
Una vocación intacta y apasionada
Amante de los atardeceres y los amaneceres, de la sabiduría indígena que se detiene a observar y reflexionar sobre la naturaleza circundante y de las conversaciones con sus semejantes, Vergara reconoce que él mismo esquivó y sigue esquivando algunos asuntos que los Ejercicios Espirituales le han puesto frente a la cara:
-¿Usted alguna vez esquivó algo?
-¡Hombre claro, y lo sigo haciendo!
-¿Qué cosas esquivó?
-Pues mira, por un tiempo el llamado a ser jesuita, y me quedaba muy claro a mí que yo tenía que ser jesuita… Y no quería.
-¿Y por qué no quería?
-Hombre, pues te atrae la vida del mundo, las muchachas desde luego, la vida conyugal, el tener una familia, el tener una posición; mi padre era pudiéramos decir de la clase alta y mi madre también. Yo viví una vida muy acomodada, y dejar todo eso para venir a seguir a Jesús por donde me manden, pues es canijo. Y pude, y le agradecí mucho a Dios, ¡y he vivido feliz¡ Y te voy a decir -porque esto no es mérito mío, es gracia de Dios-, nunca he dudado de la vocación que escogí de ser jesuita, ¡y la escogí muchísimo antes de que tú nacieras!”
Desde su cubículo en el Departamento de Filosofía y Humanidades del ITESO, Vergara, con sus irrenunciables gorra y chamarra, mira pasar cada mañana a decenas de colibríes que llegan a refrescarse en el bebedor que colocó en su ventana, un pequeño recordatorio del inmenso festín natural que existe más allá del tren moderno de vida que llevan millones de seres humanos.
“Los seres humanos de hoy están acostumbrados a sentarse y estar pegados en la computadora y parece que se les olvida la creación, el sol, los animalitos que vienen a chupar este néctar…, se les olvida la belleza de la naturaleza, están acostumbrados a conocer solo las pantallas, entonces ya no tienen una apertura de sentimientos, ¡ya no disfrutan una noche estrellada!”, señala este doctor en teología y leal seguidor de las Chivas Rayadas del Guadalajara.
“Creo que las universidades jesuitas [de todo el mundo, incluyendo el ITESO] tendríamos que dar un sesgo mucho más notable al trabajo de unir una fe vivida por una institución junto con un saber que ya no es cristiano muchas veces. ¿Qué le dice un universitario cristiano al mundo de hoy, a ese mundo con indiferencia hacia todo lo religioso? ¿Cómo vive un universitario con fe ante un mundo que no tiene muchas veces fe y cómo le dice por qué sí tiene fe?”
Gran amigo de Luis Morfín, otro jesuita fundamental –como él– para la historia del ITESO, Vergara lo recordó emocionado:
“Luis tenía ese afán de cristianizar a la moderna. Ese es el mensaje que quiero escribir cuando me llegue una cierta inspiración, que no siempre llega: Luis Morfín hablaba contigo, se interesaba por tu vida y en que tu vida cambiara, no por adoctrinarte. ‘En función de lo que me dices a mí, luego yo te hablo del Evangelio’. Ese fue Luis Morfín”. Texto Enrique González Fotos Roberto Ornelas