Temidas por muchos e indispensables para el planeta, las tarántulas (México es el primer lugar mundial en número de especies) fueron el personaje central del Café Scientifique.
POR ENRIQUE GONZÁLEZ

“Ahorita tengo nada más seis mil tarántulas”. El hogar de Rodrigo Orozco, uno de los expertos mundiales en tarántulas, no debe ser un espacio muy acogedor para una buena cantidad de personas.

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La repulsión que pueden llegar a producir estos arácnidos de lentos movimientos, largas y velludas patas e incontables tabúes persiguiéndolos, es inversamente proporcional a la enorme pasión con que Orozco trabaja, desde su laboratorio en Zapopan, para criar unas 10 o 12 mil al año, controlar así su tráfico ilegal y evitar la extinción de algunas especies.

La fascinación que despertaron Rodrigo y sus arañas entre los asistentes al más reciente Café Scientifique –sesión titulada “Tarántulas de México, un esfuerzo de conservación y desmitificación”– , pocas veces se había visto en este proyecto de divulgación científica cuya sede es la Casa ITESO Clavigero.

Para reconocer esa pasión de Rodrigo, solo hizo falta escucharlo describir la manera en que la hembra teje una especie de cama y se prepara para “acostarse” y vaciar en ella su ovisaco para traer al mundo unas cuantas tarántulas bebés.

“Dos meses antes empieza a hacer una tela que es impresionantemente blanca y fina; es lo más bonito que he visto en mi vida”, describió.

“Hay personas que se comen esos huevos porque suponen que son afrodisíacos. Qué estupidez”.

A la valiosa finca ideada por Luis Barragán llegó acompañado de una joven hembra “patas rosadas”, una brachypelma klaasi típica de las costas de Jalisco, una de las especies más asediadas para convertirla en mascota, pero no más que la brachypelma emilia, también habitante de la costa de este estado y en peligro de extinción debido a que la confunden con la popular “rodillas rojas”, la Brachypelma smithi. Todos querían verla de cerca, fotografiarla, tomarle video y, unos cuantos, tocarla.

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El proyecto que Rodrigo inició hace años, y en el que poco a poco fue embarcando a otros entusiastas como él y a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), es la Unidad de Manejo Ambiental (UMA) “Tarántulas de México” (www.tarantulasdemexico.com), el cual se apoyó en la idea de un buen amigo para salvar a las tarántulas silvestres.

“Invadir el mercado con tarántulas reproducidas en cautiverio para que así, en automático, todas las del campo dejarán de ser extraídas”, explicó el zoólogo naturalista.

Estados Unidos es su mercado principal. Recordó cómo, para combatir el tráfico ilegal de especies, varias veces él mismo se tuvo que sentar a “negociar” con traficantes que le confesaron que en algunos de los embarques clandestinos llegaban cientos de tarántulas muertas, pero que aun así continuaban haciendo sus pedidos sin recato alguno. Rodrigo subrayó su absoluto desprecio por esta gente.

“Lo bueno es que cubrimos totalmente la demanda con las de cautiverio”.

“La belleza está en los ojos de quien mira”

Pocas veces esta frase tendrá más sentido que con las tarántulas. “Feas”, “horribles”, “asquerosas” son adjetivos colgados popularmente a las tarántulas, pero que en el caso de Rodrigo se transforman en “hermosas”, “bellas”, “imponentes”. Pero más allá de cuestiones estéticas, el trabajo que realizan las más de 900 especies conocidas de tarántulas es fundamental para la vida en la Tierra.

Ellas –que pueden vivir hasta 30 años–, y ellos –que no pasan de los cinco y solamente pueden copular en su último año de vida, tratando de evitar no ser devorado por la hembra durante o después del acto–, se alimentan de millones de insectos, manteniendo el equilibrio en infinidad de ecosistemas, principalmente en el Cono sur, que es donde vive la mayoría.

“La aracnofobia es el miedo más común en el ser humano. Es una lástima, porque se alimentan con millones de insectos para que estos no se conviertan en una plaga; si no lo hicieran, el mundo sería completamente inhabitable”, afirma un documental de Discovery Channel.

Las tarántulas son los artrópodos (insectos, crustáceos y arácnidos) con el cerebro más grande, los que más mitos acumulan sobre su peligrosidad –su mordida será dolorosa, pero incapaz de matar a un ser humano, porque el veneno solo aniquila insectos, pequeños roedores o serpientes– y requieren que se afinen los métodos para protegerlas.

El experto mexicano recordó que evitar la venta clandestina es responsabilidad de cada comprador de tarántulas, ya que debe pedir una factura en la que se incluya la “tasa de aprovechamiento” que otorga la Semarnat, cumpliendo así con la Ley General de Vida Silvestre. Foto Archivo