Segunda de tres reflexiones de estudiantes en torno al tema “Mirar con atención. Primer acto para pensar la convivencia desde la Universidad”, abordado en la Lectio Brevis 2023, dictada por Alejandra de la Torre Díaz

Por Rubem Gael Velasco Castillo, alumno de la Licenciatura en Arte y Creación

Desde el inicio de la filosofía, o al menos desde que empecé a excavar en el tema, me he dado cuenta de que la reflexión del individuo en relación con todo lo demás es la idea que protagoniza todo. Detrás de los kilómetros de palabras rebuscadas y viejas que son la filosofía, creo que la única constante que existe es una necia incomodidad del humano con todo lo demás que lo rodea, y creo que esa manera de excluirnos del mundo es lo que nos hace personas. Nuestra humanidad radica en nuestra capacidad única de crear valores y dar significado a nuestra existencia. Nos hace personas nuestra habilidad para trascender nuestro estar en el mundo y cuestionarlo, para afirmar la vida en su totalidad y para ejercer nuestra voluntad en la creación y la expresión de nuestra individualidad.

Bajo esta premisa en la que asumo que el ser humano se constituye en relación con lo que lo rodea, puedo afirmar que somos seres totalmente sociales y que nuestra interacción con otros es inevitable. Sin embargo, también desafiaría esta idea afirmando la importancia de no perder nuestra individualidad en medio de la colectividad. Vivir nuestra condición de seres sociales significa equilibrar la influencia de la sociedad con nuestra autenticidad y creatividad personal, resistiendo la presión de la conformidad y manteniendo nuestra capacidad de cuestionar y crear nuestros propios valores, asumiendo que esta individualidad es subjetiva y existe siempre por y desde algo más.

Reconocer nuestra naturaleza convivencial es esencial, ya que nuestras interacciones sociales influyen en nuestra comprensión de nosotros mismos y del mundo. Sin embargo, poner la convivencia en el centro de nuestra vida implica un riesgo de caer en la mediocridad si nos conformamos ciegamente a las normas sociales. La clave, a mi parecer, es equilibrar la convivencia con la afirmación de uno mismo y la búsqueda de valores auténticos; la idea de que no se puede escapar de una imposición ideológica me parece un estancamiento postmoderno, limita la capacidad o al menos el intento del individuo de estirar nuestra percepción y nuestra subjetividad: es como dejar de caminar sólo porque siempre existirá un horizonte. Esta introspección implica una profunda reflexión y un examen crítico de nuestra propia naturaleza y del mundo que nos rodea. Supone cuestionar las verdades establecidas y enfrentar la verdad, incluso si es incómoda: ya sabemos que la incomodidad es nuestra marca de humanos.

Si aprendiéramos a mirarnos y a observar nuestro entorno con esta atención crítica, podríamos contrarrestar problemas como la conformidad, la falsedad, la falta de autenticidad y la opresión que a menudo son perpetuadas por la falta de reflexión y autoexamen en la sociedad. Al hacerlo, podríamos liberar nuestro potencial creativo, artístico, y vivir vidas más auténticas y plenas.