La violencia que vive el país hacen que su pueblo sea mártir, dijo Diego Vargas Quesada, escolar jesuita durante la misa en la que se conmemoró a los mártires de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” a 29 años de haber sido asesinados durante la guerra civil de El Salvador.

29 años después de su asesinato, los nombres de los mártires de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, en El Salvador, conocida como la UCA siguen presentes en las escuelas jesuitas en una conmemoración que invita a no ser mansos o inmóviles ante la realidad.

A ello instaron las palabras de Diego Vargas Quesada, escolar jesuita, en la homilía de la celebración religiosa del pasado martes 20 de noviembre en la capilla del ITESO en memoria de Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Amando López, Joaquín López, su colaboradora Elba Ramos y Celina, la hija de esta, quienes fueron asesinados el 16 de noviembre de 1989 en su residencia por el ejército durante la guerra civil de El Salvador.

“Se conmemora porque siempre corremos el riesgo de perder de vista la pregunta fundamental del martirio ¿cómo vivían? ¿cómo amaron? –  y, lo fundamental dinamiza. Si no conmemoramos nos podemos volver apacibles o acomodados”.

Al señalar que el pueblo de El Salvador es un pueblo martirial, el escolar jesuita afirmó que en la actualidad México también lo es.

“250 mil homicidios, 37 mil desaparecidos, más de 300 mil desplazados, matanzas en serie como los 300 de Coahuila en el 2011. Es un pueblo mártir no por el hecho de que se le mate, sino porque no podemos dejar en la muerte, no los podemos dejar en la muerte, no podemos dejar que la muerte tenga la última palabra”.

Diego Vargas resaltó que los mártires asumieron su papel como universitarios, creyentes, cristianos y jesuitas al denunciar las injusticias y construir la verdad.

“Si en el ITESO, no anunciamos y denunciamos lo que acontece en el pueblo mexicano, estamos abandonando la primera vocación de la universidad, que no es formar profesionales, sino construir la verdad y entregarla, a veces como abrazo, a veces como puño”.

Agregó que en el entorno hay una voz que desalienta la participación, que invitan a cada persona a vivir su momento, es una voz poderosa que se instauró en el sistema político-económico, “que se apropia del trabajo y que desplaza gente de su tierra para instaurar sus negocios, en un Estado que desaparece y tortura a estudiantes y que negocia la vida y la muerte como un ejercicio del poder. Un crimen organizado que controla territorios y comercia seres humanos como se comercian flores”.

El escolar dijo que los martes de la UCA le fueron fieles al Jesús encarnado en los vulnerables, “los que nos dicen algo de cómo es Dios son aquellos que fueron desaparecidos, son sus familiares que los lloran y los buscan, son esas personas que huyen en caravanas diarias de sus países, son los que viven en la incertidumbre de que sus tierras están concesionadas a la minería y ven incierto el futuro, y un terrible etcétera”.

Afirmó que la esperanza no es optimismo ingenuo de que todo mejorará, es una forma de hacerse cargo de la realidad.

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