Hace 30 años, militares salvadoreños asesinaron a seis jesuitas y dos colaboradoras de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”.

Los jesuitas Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes,  Juan  Ramón  Moreno, Amando López, Joaquín López, su  colaboradora  Elba  Ramos  y  su  hija  Celina  no  tuvieron  miedo  de  defender  al  pueblo  desprotegido,  se  pusieron  de  su  lado  y  lo  pagaron  con  su  vida,  señaló  Gerardo Valenzuela, SJ, durante la misa con la que se recordó a los mártires de la UCA el pasado 19 de noviembre en el ITESO.

“Todos ellos, al igual que el P. Miguel A. Pro en México, estuvieron del lado del pueblo, animándolos, reafirmando su fe, les escucharon y fueron al lugar donde estaban para compartir necesidades, sus problemas, sufrimientos, angustias y su marginación”.

Militares de El Salvador asesinaron, hace 30 años, a los seis jesuitas y a sus colaboradoras de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, conocida como la UCA, en la Guerra Civil de El Salvador. Los jesuitas promovían que el conflicto salvadoreño se resolviera de forma pacífica, ejercieron un liderazgo a favor del pueblo y denunciaron las injusticias sociales.

“Nuestros mártires supieron abajarse, como lo hizo un Dios que fue engendrado en las barriadas de un pequeño poblado de Judea. Bajaron a los barrios marginales, a las comunidades campesinas, allí dejaron que les compartieran sus vidas y como Jesús, sintieron compasión de ellos porque andaban como ovejas sin pastor; aún bajo amenazas de muerte sobre ellos… también eso compartieron con el pueblo pobre”, enfatizó Gerardo Valenzuela, SJ.

En la homilía, el director del Centro Universitario Ignaciano del ITESO resaltó que la conmemoración es una invitación a que “pongamos ‘lo que somos y tenemos’ como universitarios y como universidad al servicio de la fe y la justicia, de la reconciliación y el cuidado de esta casa que es de todos y no solo de unos cuántos”.

Y como ellos, dejarnos conmover por aquellos que cruzan las fronteras y reciben un trato como extraños y criminales, que son desaparecidos y masacrados, a hablar por los que no tienen voz.

Relatos #MártiresUCA. Estos son los testimonios de personas que conocieron a los mártires de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”. Conoce más en facebook.com/pg/UCA.ElSalvador

“Como quedar huérfanos”

Rafael Ibarra, ex director de Redes de Información de la Universidad http://bit.ly/2O7zuoA

Cuando empezó la ofensiva, estaba cerrada la Universidad, pero yo entraba. Cuando llegué, don Raúl (en aquel entonces, vigilante del portón), desde adentro, me dijo: “Mire, ellos son periodistas y dicen que han matado al padre Ellacuría”. Le dije: “No, no puede ser… si ya otras veces han dicho eso y no, debe ser un rumor”. Entonces, di la vuelta con el carro y fui a la otra residencia de los padres UCA. Llegué allí y estaba la puerta abierta. Entré y vi al padre Pedrosa, un jesuita, y él hablaba por teléfono. Y le escuché decir: “Esta mañana nos han matado a seis”, y comenzó a decir los nombres… Fue bien duro.

“La última clase”

Adilia Beatriz Pineda Juárez, psicóloga, graduada de la UCA en 1992 http://bit.ly/37lVDY5

El padre Ignacio Martín-Baró fue mi profesor en la materia Psicología Social, en 1989. La última clase que tuve con él fue el 10 de noviembre, a las 17:00 horas. Ese día se dirigió a nosotros de una forma diferente. Esa tarde no daría clase, nos habló del papel del psicólogo en un país como El Salvador, y nuestro aporte para lograr la paz.

Nos advirtió que no nos convirtiéramos en aplicadores de pruebas psicológicas, porque, de ser así, él se revolcaría en su tumba si ya estaba muerto. Luego nos dijo que nos cuidáramos, porque antes de alcanzar la paz en El Salvador las aguas se enturbiarían y muchos morirían.

Seis días después, cuando estalló la ofensiva, él fue asesinado.

“Una tarde frente a la biblioteca”

Herbert Granillo, docente del Departamento de Organización del Espacio http://bit.ly/2OA9H7v

Recuerdo nos encontramos al padre Ellacuría. Tengo presente que se nos acercó y solo nos dijo: “Estoy pensando decirle al doctor (Guillermo Manuel) Ungo y a Rubén Zamora que abandonen esa sangría, y les voy a decir que mejor se dediquen a la lucha política porque es más viable”; ellos eran dos líderes de la oposición.

Cuando terminó de hablar, me di cuenta de que él realmente quería que terminara la guerra y apenas estábamos a medio camino. Por esta razón, me indignó que sus asesinos lo acusaran de que era él quien la promovía, cuando cuatro años antes él mismo había tratado de evitarla. Yo soy testigo de eso. Él se oponía a la guerra.