El próximo 29 de abril se conmemora el Día Internacional de la Danza, así que te invitamos reconocer en este texto todo lo positivo que esta disciplina aporta a nuestras vidas 

Por Nancy Sámano, profesora del Departamento de Estudios Socioculturales

¿Te has preguntado por qué las personas bailan o por qué algunas lo hacen mejor que otras? La revista de genética de la Public Library of Science (PLOS) de Inglaterra argumenta que, en nuestros ancestros, la capacidad de bailar estuvo relacionada con la de sobrevivir. Los científicos creen que los primeros humanos que eran coordinados y rítmicos pudieron haber tenido una ventaja evolutiva, pues también se ha descubierto que quien baila es un buen comunicador social. 

Además de haber sido una aptitud para sobrevivir, Steven J. Mithen, arqueólogo de la Universidad de Reading en el Reino Unido, dice que las personas bailan para atraer a una pareja. Y esto no es exclusivo de los seres humanos. Las aves utilizan el canto y el baile como cortejo para seducirse. El macho baila y danza para conquistar a la hembra y, si esto funciona, ella también se mueve para darle a entender que lo acepta. Y, no menos importante: bailamos porque nos hace felices.  

Bailar y danzar libera serotonina en el cerebro, una sustancia química conocida como el “químico feliz” que contribuye al bienestar. Además, la danza y el baile no son solo actividades divertidas o disciplinas con las que nos podamos ejercitar, adquirir fuerza y condición física; danzar y bailar son un arte. El ser humano no solo tiene las palabras escritas u orales para expresarse. Cuando éstas no son suficientes para decir lo que se siente tenemos al cuerpo que también habla, grita, ríe, se emociona y se estremece, todo ello a través de movimientos. Además, la danza ayuda a desarrollar el intelecto gracias al proceso de memorización y repetición de movimientos; ayuda a conocer el propio cuerpo, a mejorar la postura, a desarrollar flexibilidad y autoestima; a crear y fortalecer vínculos sociales, y algo que necesitamos hoy más que nunca: a reducir el estrés, la ansiedad y la depresión. 

Schopenhauer, filósofo alemán, dice que el ser humano está destinado a sufrir y que una de las dos maneras de superarlo es a través del arte pues éste nos despoja del espacio y del tiempo y, entonces, de nuestra razón y sufrimiento. Por otro lado, Le Breton, antropólogo francés, establece que cuando una persona sufre afecta todo aspecto de su vida, incluso durante toda su vida. Él mismo argumenta que la causa del sufrimiento actual es la falta de recursos internos que la cultura se ha visto incapaz de otorgar en las últimas décadas: “Hace 40 o 50 años en la sociedad occidental, los individuos tenían recursos internos que su cultura les brindaba para que resistieran el dolor de la vida cotidiana. Hoy en día es al revés: ahora estamos desculturizados. Hace apenas algunos años había todavía respuesta cultural y recursos personales para afrontar la adversidad o el dolor… Es comprensible que alguien que se sienta mal busque la manera de sentirse mejor rápidamente. Actualmente usamos la tecnología (medicina) pero las sociedades antiguas contaban con la ventajas y recursos que brindaba la cultura.” [1]

Imágenes de Peccatum, presentación final del taller extracurricular coreográfico de danza contemporánea.

En el ITESO he sido testigo del sufrimiento y del revés que la danza y el baile le dan a este padecer, de cómo estas disciplinas son precisamente ese recurso interno que Le Bretón comenta. Si Schopenhauer tiene razón (y la tiene, en breve te doy evidencias), imaginemos las implicaciones que puede tener la experiencia artística de bailar y danzar en una persona que padece ansiedad, depresión y estrés; imaginemos que por un momento su sufrimiento se detiene sin necesidad de pastillas, terapia u otras sustancias. Y no solo que se detenga, sino que, a través de la práctica del baile, su pesar y sufrir finalmente se desvanezcan.   

A diferencia de otras disciplinas, el vehículo de expresión de la danza y el baile (al igual que el teatro) es el cuerpo mismo: la expresión facial, la voz, el movimiento corporal, incluso la respiración y sudoración queda al descubierto. La escena nos permite conocer y reconocer la potencialidad que tenemos de ser una pieza artística viva y efímera, y con ello liberar nuestro interior. El uso de nuestra corporalidad como medio de expresión y creación nos da seguridad, control, amor y reconciliación sobre nuestros propios cuerpos. El baile nos desnuda emocionalmente y en ese momento de liberación, nuestra esencia y la del movimiento se fusionan. 

Su impacto no es solo en lo individual. La danza se hace sola, con dos o con cien. Bailar es una manera de conectar con él y la otra, de sintonizar, de trabajar en equipo, de conducir y/o dejarse guiar. Es un acuerdo de dos o más personas que no precisa de palabras sino de intención, ritmo y sintonía. La profesora de Bailes de Salón del ITESO, Sandra Susana Rodríguez, dice: “si sabes caminar, sabes bailar”. Al igual que aprendimos a caminar, bailar es cuestión de reconocer nuestro cuerpo, nuestro ritmo, cadencia y estilo.  

Dos asuntos antes de terminar: en mis 15 años en esta Institución me han llegado comentarios directos por parte de estudiantes y colegas del ITESO sobre lo que sienten al bailar. Además de compartirte algunos, te dejo aquí palabras textuales de estudiantes que cursaron las materias de danza y baile en esta Universidad, y que expresaron en sus evaluaciones:

“Me reconcilié conmigo misma”.
“Hice las paces con mi pareja”.
“Fue la motivación de mi semestre”.
“Es mi terapia”.
“Me ha ayudado a establecer nuevas relaciones tanto amistosas como profesionales.”
Me ha ayudado a tener mayor empatía con otros y a socializar”.
“…a obtener más confianza ante las demás personas y en mí misma”,
“…es un medio  de des estrés”,
“…me ha impactado (positivamente) en otras áreas de mi vida”,
“…me ayuda a distraerme y liberarme del estrés”,
“logré vencer miedos, temores, traumas y prejuicios sobre mí misma”.
“…me cambió la vida”,
“…me desestresa, me anima, me motiva, me inspira, me ayuda a sacar mi lado más creativo, mi felicidad con cada paso”,
“…me ayudó a contactar conmigo misma y con mi cuerpo”,
“…me ayudó a dejar fluir las cosas y a disfrutar más la vida”,
“…he tenido un crecimiento personal en mi forma de relacionarme con otros individuos”,
“Me desenvuelvo más fácil en la sociedad, tengo más seguridad”.
“…aprendí a controlar mi cuerpo quitando juicios”,
“…a entender mi cuerpo … e improvisar ante la adversidad”,
“…descubrí que es importantísimo dedicarle tiempo al cuerpo”,
“…la danza es un abrazo que recibes todos los días que la practicas”,
“…me quitó malos hábitos y ahora soy capaz de logar muchas cosas”,
“Me ayudó a reducir mi ansiedad y a mejorar mi condición física”.
“…es un medio de transformación personal y colectiva”,
“…sin esta clase me hubiera ganado la depresión y la ansiedad”,
“…los lazos con mis compañeras se fortalecieron”,
“…a trabajar en equipo”,
“…la danza transforma la manera de sentir”,
“…mejoró mi calidad de vida y mi desempeño”,
“Me ayudó a conocer y a abrirme, a controlar mi mente y dejar todo para que tu cuerpo ceda”
“…cuando avanzas el cuerpo lo agradece con sentimiento de satisfacción y felicidad como respuesta”,
“Me ayudó a mejorar mi estado de ánimo y salud… este semestre no me he enfermado tanto”.

Segundo y último asunto: desde 1982 el 29 de abril es el día Internacional de la Danza. Se eligió esta fecha para conmemorar el nacimiento del maestro Jean-Georges Noverre creador del ballet moderno.  

[1] Le Breton, D: “Dolor, con David Le Breton | Revista de la Universidad. TV UNAM. 2021 en https://www.youtube.com/watch?v=eKdRrXgHxb8