De la figura mitológica de Casandra a la ficticia de Kate Dibiasky, el autor nos lleva a reflexionar sobre la importancia de la ciencia en una sociedad que, en su mayoría, pareciera escuchar más fake news y teorías conspirativas que evidencias basadas en el proceso científico 

Por José Luis Pizano Escalante, coordinador de Ingeniería Electrónica

Según la mitología griega Casandra, hija de Príamo y Hécuba, era una hermosa mujer de Troya de la cual se enamoró Apolo, el dios Sol hijo de Zeus. Apolo le promete a Casandra el don del presagio a cambio de que se entregue a él. En un primer momento Casandra acepta, sin embargo, una vez instruida en el arte de la adivinación se rehúsa a entregarse a Apolo; como represalia, Apolo escupe en la boca de Casandra y sobre ella cae la maldición de que sus presagios serán desestimados.  

Ante el arribo de los griegos Casandra se enfrentaría a el pueblo y poder político de Troya para evitar la caída de la ciudad. Cuando Paris lleva a Elena a Troya, Casandra presagia la desgracia de la ciudad, pero nadie la toma en serio. Cuando Príamo ordena introducir el caballo dejado por los griegos a las afueras de Troya, Casandra les advierte que está lleno de guerreros griegos y, de nueva cuenta, nadie le hace caso. Casandra acabaría como la loca que se niega a ver la victoria de los troyanos, pero eventualmente Troya ardería. 

En la reciente película Don’t Look Up tenemos a nuestra Casandra moderna en Kate Dibiasky, interpretada por Jennifer Lawrence, no favorecida por un dios mítico o poseedora de artes adivinatorias, sino educada en el proceso del desarrollo de la ciencia moderna, basado en el método científico. Kate, como estudiante de doctorado, hace el descubrimiento que todo estudiante quiere tener, un descubrimiento que representa una aportación clara y contundente a la ciencia, y de paso tener una forma de obtener su doctorado, pero que, más que un logro, se convierte en parte de su maldición.  

A partir de este momento comienza la travesía de Kate, al igual que Casandra, al enfrentarse al poder político y a la humanidad. Kate se niega a entregarse a lo que dicta el poder político y lo que gana es su maldición, ser considerada una loca que está presagiando el fin del mundo sin razón de ser, ya que el gobierno tiene otros datos. Kate acabaría desacreditada y trabajando como empleada en una tienda de conveniencia y claro, como una loca representada en memes. Al final Kate tendría la razón como Casandra, y al igual que Troya la tierra ardería. 

En mi opinión, una de las múltiples reflexiones que plantea Don’t look up es la importancia del quehacer científico en nuestras sociedades. ¿Por qué motivo hemos llegado a este punto en donde los hechos basados en un proceso científico parecieran que no tienen incidencia en la sociedad y/o son desestimados? Vivimos una paradoja. Por un lado, la gente confía más en los mitos (fake news, teorías conspirativas) que vio en redes sociales, desestimando que el covid-19 sea verdadero, creen que las vacunas tienen un microchip para controlarnos, que el calentamiento global es un cuento chino, que la tierra es plana (es verídico, en el siglo XXI todavía hay gente que cree que la Tierra es plana) y podemos nombrar muchos más. Pero, por otro lado, ignoran u omiten que ese mismo proceso científico, que da prueba de la existencia del covid-19, de la eficacia de las vacunas y que la tierra es redonda, es el mismo proceso que hace posible el desarrollo tecnológico para ver vídeos en YouTube, enviar un meme por WhatsApp o desarrollar tratamientos contra el cáncer. Pareciera que el ser científico es una vocación para estar solo y a pie y no ser escuchado como Casandra. 

Los mitos han sido una parte esencial en el desarrollo del ser humano en sociedades. Por ejemplo, el historiador Yuval Noah Harari propone que la creencia en mitos fue una parte evolutiva esencial para el desarrollo y dominio del homo sapiens en el planeta Tierra, por ejemplo, el creer en el rey, la nación o un dios, son mitos que en momentos diferentes de la historia nos ayudaron para asociarnos en bandas de homo sapiens y salir de las cavernas. ¿Será que ahora esta parte evolutiva, intrínseca y tan arraigada en el homo sapiens juega en nuestra contra y nos llevará a la extinción, al impulsarnos a creer en mitos y no las evidencias a partir del proceso científico? 

Diría Jim Morrison: The future’s uncertain, and the end is always near, y tal vez más cerca como nunca antes lo ha estado. Mi única claridad en este futuro incierto es apostar por el desarrollo en nuestros jóvenes de un pensamiento científico, entendido como la habilidad de establecer un criterio próximo a la verdad en base a datos objetivos, con la esperanza que en un futuro Casandra ya no será más la loca de Troya. 

FOTO: Luis Ponciano