La autora nos comparte su experiencia y hallazgos en un año de trabajo en una investigación en modalidad virtual. Séptima entrega de la serie #AprendizajesDePandemia

Por María González Cisneros

El haber trabajado durante un año en una investigación no fue, definitivamente, algo sencillo. Fue la primera vez que me adentré en este campo gracias a la materia que llevé de Investigación Educativa I y II. Entré sin expectativas, no sabía qué esperar o cómo se llevaría a cabo una investigación con un salón entero y, además, en modalidad virtual.  

Desde el inicio la maestra – Elba Karina Vázquez Garnica – sugirió al grupo trabajar en una investigación que tuviera que ver con lo que vivíamos en ese momento de manera latente: la experiencia de transición de la educación presencial a virtual por motivos de la pandemia; por ello decidimos realizar el trabajo de investigación enfocado en estudiantes de licenciatura del ITESO. Se analizaron diferentes opciones en las que podríamos enfocar el trabajo y, al final, la investigación se enfocó en tres aspectos: 1) las experiencias emocionales presentes en las y los estudiantes al migrar a la educación virtual, 2) la influencia de las familias en el aprendizaje de las y los estudiantes y 3) la autogestión de las TIC´s en la transición a la modalidad virtual.  

Se realizaron equipos de acuerdo con los tres distintos enfoques y cada estudiante que cursaba la materia decidía qué tema era el que más le llamaba la atención. Yo me fui por la experiencia emocional de los estudiantes porque genuinamente me interesaba saber qué era lo que los demás itesianos estaban sintiendo al estar viviendo lo mismo que yo: clases en línea.  

Una vez elegido el tema en el que quería trabajar, mi equipo dio marcha a la investigación, comenzando por conocer la parte teórica: elementos de la investigación, el protocolo o incluso, el saber usar diferentes bases de datos para buscar literatura. Honestamente, hubo partes del trabajo que se volvieron cansadas y difíciles, era un constante ir y venir, regresar, corregir, volver a revisar, reacomodar y ajustar. Me di cuenta de que la investigación requiere de mucha congruencia en todas sus partes, es decir, si en el marco teórico mencioné una determinada teoría, esa misma, en definitiva, debe de ayudar a dar respuestas en cuanto a mi trabajo de campo y las observaciones que voy teniendo durante el curso de la investigación.  

Por otro lado, no todo en la investigación fue cansado y difícil, en definitiva, existieron pasos que estuvieron llenos de emoción, “veintes” y empatía. Uno de ellos fue el grupo focal que tuvimos con alrededor de 10-12 estudiantes del ITESO. En él hicimos preguntas tales como ¿qué es lo que se les hizo más difícil y más fácil durante la modalidad virtual? ¿cuáles son las emociones que experimentaron con mayor frecuencia? ¿consideran que sus emociones cambiaron tras llevar clases a distancia? ¿qué hicieron para regular sus emociones?, entre otras. 

El grupo focal fue, más que un espacio de pregunta-respuesta, un momento en el que verdaderamente nos escuchamos, comprendimos y dialogamos, lo más valioso de este espacio fue darme cuenta de que había muchos más estudiantes que se estaban sintiendo de la misma manera que yo – desesperación, nostalgia, desmotivación -, pero también agradecimiento y sorpresa, por lo que todos y todas las participantes empatizamos y nos sentimos acompañados. Nos dimos cuenta de que a pesar de que la pandemia fue difícil para todos porque cambió el rumbo y ritmo de nuestra cotidianidad, la cercanía con las personas que queremos, nuestras actividades diarias y la forma de vivirnos como universitarios, también fue un momento en el que reflexionamos sobre nosotros mismos y nuestras vidas, valoramos las oportunidades que tenemos y sobre todo, existió una visión esperanzadora de que no estamos solos y de que siempre hay alguna manera de verle lo positivo a lo que pudiera parecer todo de color negro.  

A pesar de que la pandemia fue difícil para todos porque cambió el rumbo y ritmo de nuestra cotidianidad, la cercanía con las personas que queremos, nuestras actividades diarias y la forma de vivirnos como universitarios, también fue un momento en el que reflexionamos sobre nosotros mismos y nuestras vidas, valoramos las oportunidades que tenemos y sobre todo, existió una visión esperanzadora de que no estamos solos.  

Una vez realizado el grupo focal, inicié el análisis de los datos cualitativos que esta entrevista me arrojaba. Primero, fije categorías y subcategorías (me tomó tiempo e implicó regresar y corregir) de acuerdo con aspectos fundamentales expuestos en el marco teórico y también, con mis preguntas iniciales de investigación, entre estas categorías se encontraban: emociones positivas, emociones negativas, formas en las que se canalizan las emociones, emociones influidas por las relaciones sociales, entre otras. Una vez hecha la categorización, me regresé a leer y revisar minuciosamente la transcripción del grupo focal para así, tomar fragmentos de este que encajaran en mis categorías y posteriormente, me ayudaran a redactar mis resultados y discusión. 

Este proceso fue divertido y muy interesante, ya que los puntos fragmentados e identificados en distintas categorías me permitieron tener un panorama mucho más amplio de lo que se comentó con más o menos frecuencia, incluso, me ayudó a quitar muchos prejuicios que yo tenía al iniciar la investigación. Por ejemplo, yo creía que iba a ver una carga emocional muy negativa en los estudiantes, sin embargo, me sorprendió darme cuenta de que los estudiantes también habían experimentado emociones positivas durante las clases en línea como el sentimiento de sorpresa ante la realidad de la virtualidad (los estudiantes se dieron cuenta de que rescatan aspectos positivos de la misma) o la tranquilidad y paz porque esta experiencia significó un espacio para reflexionar, resignificar y buscar nuevos canales de aprendizaje.   

Otro aspecto relevante encontrado en mis resultados es que la mayoría de los estudiantes comentó que las relaciones sociales que tienen diariamente influyen completamente en su estado emocional, lo que se relaciona por completo con lo que todos y todas experimentamos en las clases en línea. De los comentarios mencionados con más frecuencia en el grupo focal fue que lo que más hace falta en las y los estudiantes es la interacción cercana y conexión con sus compañero/as y profesores/as, ya que estaban muy acostumbrados al convivio y cercanía con los demás. Varios estudiantes construían su vida en el campus y en sus pasillos e interacciones en la universidad, ahora hay un vacío en esto porque las relaciones escolares están mediadas por el Internet.  

Finalmente, algo sumamente positivo encontrado en mis resultados fue que varios estudiantes realizaron acciones que a ellos o ellas les funcionaban para canalizar todo este bagaje emocional experimentado por la transición de la presencialidad a la virtualidad. Algunas de estas actividades fueron el hacer ejercicio, videollamadas con amigos/as, retomar hobbies, desconectarse los fines de semana, actividades fuera de casa como andar en bicicleta, meditar, compartir sentires, entre otras. De hecho, existió una inclinación en los y las estudiantes hacia la idea de la importancia de compartir sentires como proceso de acompañamiento y motivación entre personas.  

Esta idea del acompañamiento entre pares y el compartir sentires fue de lo más valioso y enriquecedor que me llevo de toda esta experiencia, fue muy emotivo poder tener un espacio con otros estudiantes en en el que compartimos, nos desahogamos y sobre todo, nos entendimos. Es increíble cómo después de todo un año de trabajar en una investigación, de darle con todo a la parte teórica, formal y procedimental, lo que más se queda conmigo fue el compartir con otras personas, el escuchar activamente y el empatizar. Me di cuenta de que todo el caos y emociones que estaba experimentando, también las estaban sintiendo muchas otras personas al mismo tiempo que yo, y al final, ahí está la magia de empatizar, de sentir con el otro y de acompañar, porque, precisamente te das cuenta de que no estás solo/a.  

María González Cisneros es estudiante de quinto semestre de Ciencias de la Educación. Le interesan los temas de migración, educación popular e investigación.

FOTOS: Andrea Piacquadio en Pexels y cortesía de la autora