El reconocimiento público del liderazgo del ITESO por la defensa de los derechos humanos nos compromete como comunidad para que, al interior de la universidad, avancemos en igualdad de género y erradicación de la violencia.
Podría leerse como una verdad de perogrullo que los contextos local, nacional e internacional de violencia que vivimos las mujeres demandan profundos cambios en nuestras formas de relación y que, por eso, todas las instituciones, y más las educativas, debemos avanzar firmemente hacia una cultura que erradique las formas de violencia y discriminación; pero esos mismos contextos nos revelan que no todas las personas son conscientes de la urgente necesidad de transformar nuestra cultura. Por eso es necesario decirlo una y otra vez y abrir el diálogo para construir una cultura de igualdad desde las más diversas voces.
“En el ITESO, como institución que ha sido reconocida por su liderazgo en cuestiones como la defensa de los derechos humanos, no podíamos quedarnos atrás en este compromiso”, dice en entrevista Mariana Espeleta, profesora e investigadora del Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia Francisco Suárez, SJ, e integrante del Comité Interdireccional para la Igualdad de Género ITESO.
Una de las acciones más recientes de la universidad es la creación de ese grupo de trabajo con el cual “es clarísima la apuesta de la universidad por incorporar al proyecto universitario la cultura de la igualdad de género, con metas a corto, mediano y largo plazo. El hecho de que participen todas las direcciones habla de un compromiso institucional como no lo habíamos visto”.
Un primer encargo para este equipo es hacer un diagnóstico, un inventario y una recuperación histórica para entender “dónde estamos parados en la universidad en términos de igualdad de género, desde una gran diversidad de aspectos, que además tome en cuenta la opinión y necesidades de la comunidad universitaria”. A decir de la especialista en género y ciudadanía, esta labor ayudará a entender los principales retos y a reconocer las fortalezas.
Posteriormente se trabajará en proyectar metas y crear los indicadores de cumplimiento de las mismas, para lograr un espacio universitario con condiciones de igualdad de género.
“Decimos que la igualdad de género es un proyecto porque siempre se está renovando, nunca se alcanza del todo. Lo que es importante es tomar en cuenta un horizonte de futuro, pero también las metas intermedias que se van logrando, tener avances concretos y seguir avanzando”, expresa.
Tras las primeras dos etapas las autoridades universitarias definirán cómo se da seguimiento a este proyecto. “Entendemos que queda mucho camino por recorrer y esfuerzos que sumar, pero en este momento tenemos buenas condiciones y muchas ganas”.
El Comité Interdireccional para la Igualdad de Género ITESO está integrado por Diana Ramírez Vázquez, coordinadora de Desarrollo organizacional y gestión del conocimiento de la Oficina de Personal, representando a la Dirección de Administración y Finanzas; Carmen Ruiz Velasco Tapia, encargada de Alianzas institucionales, de la Coordinación de Vinculación que pertenece a la Dirección de Relaciones Externas; Ana Georgina López Zepeda, profesora del Centro de Acompañamiento y Estudios Juveniles (C-Juven) y la propia Mariana Espeleta quienes participan por la Dirección de Integración Comunitaria. De la Dirección General Académica están presentes: Catalina González Cosío, del Centro Interdisciplinario para la Formación y la Vinculación Social y Carmen Díaz Alba, profesora del Departamento de Formación Humana.
Participación de la comunidad
Para mejorar las herramientas con las que cuenta la universidad en materia de género, se abrieron consultas a la comunidad universitaria. La primera versará sobre los ajustes de mejora al Protocolo de Atención a la Violencia de Género con el que ya cuenta el ITESO, los cuales se discutirán en sesiones virtuales a las que estarán invitadas personas que tengan conocimiento del protocolo y deseen participar.
Las fechas son:
Jueves 1 de octubre, 15:30 a 17:30 horas.
Miércoles 7 de octubre, 9:00 a 11:00 horas.
Viernes 9 de octubre, 16:00 a 18:00 horas.
“Este año en el que el protocolo ha operado hemos encontrado aspectos a mejorar desde la Comisión de Género, y con observaciones por parte de académicas, alumnas y colectivos”, comenta Espeleta.
La segunda consulta es para la elaboración de un diagnóstico, en el que está contemplada toda la comunidad universitaria con la aplicación de instrumentos diferenciados para personal de tiempo fijo, incluyendo administrativos, de apoyo y académicos, además de profesoras y profesores de asignatura y para estudiantes.
“Estamos diseñando estos procesos de la forma más incluyente posible, el objetivo es entendernos como comunidad, asumir cada quien su responsabilidad y entender que estamos en el mismo barco, la meta es colectiva”.
DISCURSOS DE ODIO ANIQUILAN LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
POR JUDITH MORÁN
El discurso de odio cancela la posibilidad de negociación “reduce la complejidad sociocultural, histórica, a una ecuación de bandos antagónicos, donde forzosamente uno de estos bandos tiene la verdad” señaló Alina Peña, profesora del ITESO en el seminario “Discursos de odio y conflictos de género en redes sociales: ¿Qué nos toca como comunidad universitaria?” que organizaron el Comité institucional para la igualdad de género y la Comisión de Género de la universidad.
La profesora explicó que los discursos de odio suponen una interpretación de la realidad social a partir de un supuesto moral que minimiza la complejidad sociocultural a la simple oposición de dos bandos, donde solo uno tiene una verdad que es amenazada por el bando contrario. “El discurso de odio configura un escenario social que hace imposible a la política y eso me parece peligroso. Va en contra de lo social”.
Pedro Reyes, SJ, integrante de la Comisión de Género, agregó que el discurso de odio propone estrategias que buscan quitarle el carácter de interlocutores válidos a las personas o a los grupos que quieren hacer valer asuntos que les parecen importantes.
Por eso, dijo el profesor, crean estereotipos para descalificar a las personas incluso antes de ser escuchadas en la arena política.
En esto coincidió Alina Peña quien señaló que los términos como el de “feminazi” descontextualiza lo que es el nazismo y reduce lo que son los feminismos, así como cosifica a las personas que concuerdan con el feminismo.
El jesuita recordó que la libertad de expresión “es un reclamo que viene desde grupos determinados a los que se les ha negado esa participación en la esfera política, y esa característica no abandona a la libertad de expresión como derecho humano”.
Alejandra Pedrosa, periodista e investigadora, detalló que el discurso de odio invalida o descalifica “a las personas por lo que son o por lo que les define, esto puede ser por religión, nacionalidad o género. Entonces aquí salta la pregunta ¿por qué ocuparnos del discurso de odio en términos de género? La violencia contra las mujeres tiene distintas formas en las que la vemos materializada puede ser violencia sexual, física, verbal y el canal para la violencia verbal es el discurso de odio”.
La periodista destacó que al identificar los discursos de odio se previenen otras formas de violencia. “Al prevenir discurso de odio estamos previniendo la normalización de la violencia estamos atacando un ambiente de violencia en general”.
En cuanto a los discursos de odio en redes sociales, Alina Peña señaló que han devenido en un diálogo de sordos y en el abaratamiento del derecho a la libertad de expresión porque esta “se termina cuando de por medio va la dignidad de alguien”.
“Las redes sociales son arma de doble filo, cuando entramos a twitter o Facebook y nos embalamos en alguna discusión el punto de encuentro se pierde. Se cancela cualquier posibilidad de construcción política. El gran desafío para redes, para nosotros y la universidad es como salir del impasse de la polarización”.
Para Pedro Reyes, SJ, “nuestras universidades deben seguir siendo espacios que respeten el principio fundamental buscar promover el consenso, pero respetando el disenso”,
recordó que las universidades nacieron como organizaciones de estudiantes y profesores que se declaraban libres para discutir los problemas de la vida pública.