Como punto de partida y para comprender la complejidad y el aliento que representa la lucha de las mujeres por visibilizar y contar nuestra historia y trayectoria, compartimos reflexiones en dos tiempos. Las primeras voces de las precursoras de la cultura de género en la universidad y la de una de las integrantes del recién creado Comité Interdireccional para la Igualdad de Género.

En 1983 Miguel de la Madrid Hurtado era el presidente de México, se creó el INEGI, Microsoft anunciaba la primera versión de Windows, desde la radio la voz de Cindy Lauper afirmaba que Girls just wanna have fun mientras Juan Gabriel le contestaba con Caray, yo tenía dos años y Ann Lovering y Gabriela Sierra, académicas del entonces Departamento de Psicología, trabajaban en la maestría de Desarrollo Humano e iniciaban el camino para colocarle al ITESO los lentes de género por medio de su trabajo con, para y por las mujeres. 

Semilla en tierra fértil

“Yo creo que nunca partimos del feminismo cuando estábamos trabajando con las mujeres”, cuenta Ann Lovering, “más bien era un trabajo y reflexiones acerca de las mujeres en el programa de Formación en Ciencias Humanas, dentro de la Maestría de Desarrollo Humano. Esa fue nuestra entrada a este asunto de los estudios de género”. 

Gabriela, a quien entrevisté junto con Ann para que me contaran esta historia, recuerda que en esa época: 

“Más nos iluminaban los estudios de género que el feminismo en sí. No era que no lo estudiáramos, sin embargo, para lo que hacíamos, la comprensión desde la perspectiva de género fue muy enriquecedora, porque en este programa de formación que te comenta Ann, en donde trabajábamos con mujeres, nos dimos cuenta, sobre todo al principio, de que a las mujeres les costaba mucho trabajo confiar en su inteligencia”. 

Ambas recuerdan que recibían a las alumnas en sus oficinas y las instaban a que dieran sus opiniones sobre las lecturas que les dejaban de tarea, para que comenzaran a acostumbrarse a atesorar y exponer sus propias ideas. Pero, a la par de que estas mujeres iban encontrando su propia voz, la respuesta de la mayoría de los maridos fue confrontante.

“Me acuerdo que los esposos comenzaron a cortar la colegiatura porque las mujeres, gracias al programa, empezaron a tener decisión, voz propia y a pedir cuentas ”, rememora Gabriela.

 Xavier Scheifler Amézaga, SJ, entonces rector del ITESO, apoyó con un programa de becas para que estas mujeres, que en apariencia tenían todo, pero no disponían de dinero propio, siguieran estudiando.  

“Por eso decimos que nuestro estudio fue más de género que feminismo, porque lo que empezamos a estudiar fue la opresión de la mujer en la familia, y esto nos llevaba a estudiar también lo que pasaba con los hombres; no es tanto que nos hayamos enfocado al feminismo como una lucha, sino más bien a la comprensión que nos daba el género”, señala Gabriela.  

La semilla ya estaba sembrada y no había vuelta atrás, así que, en 1990, con el deseo de aprender más sobre cómo favorecer el desarrollo de las mujeres, Ann Lovering estudió un curso intensivo de un mes en el Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer del Colegio de México, que fue vital para decidirse a institucionalizar el apoyo que brindaban.  

Así, en 1991, nace el Centro de Investigación y Apoyo a la Mujer (CIAM) del ITESO, con el objetivo de promover las reflexiones académicas y las intervenciones educativas en el campo de las mujeres. 

Ya aglutinadas en el CIAM, de 1991 a 1996 invitaron a grupos externos de académicas a seminarios de reflexión para escuchar y enriquecer experiencias. Recuerdan que el espacio que ofrecía el ITESO era especialmente valorado por una red de mujeres que estaba buscando justamente algo así.  

La investigación más relevante de esta etapa fue “Las Mujeres y la Transformación Social: Construcción de significados y resignificación de la calidad de vida en tres ámbitos de Desarrollo Humano”. 

Martha Arias Vázquez, Xóchitl Cortés Zambrano, Natalia Guillen Baumgarten, Silvia Moreno,  Pedro Solís Cámara, López y  Tania Zohn Muldoon, también figuraron como cuerpo académico del CIAM. 

“Yo creo que nunca partimos del feminismo cuando estábamos trabajando con las mujeres, más bien era un trabajo y reflexiones acerca de las mujeres en el programa de Formación en Ciencias Humanas, dentro de la Maestría de Desarrollo Humano. Esa fue nuestra entrada a este asunto de los estudios de género”. Ann Lovering 

De CIAM a CIEG 

En 1996, la llegada de la influencia de los estudios de género abre una nueva visión para entender las relaciones entre los sexos, lo que transformó la perspectiva de estudio y dio pie a la creación del Centro de Investigación y Apoyo a la Mujer (CIAM), que se enfoca a la problemática de género y que, tanto Ann como Gabriela coinciden en que les dio un mayor peso institucional, que se vio reforzado con las investigaciones e intervenciones realizadas por el centro.  

De esta etapa, Gabriela recuerda que uno de los trabajos más fuertes que se hizo con las mujeres era el llevarlas a aprender a valorar económicamente el trabajo que se hace en casa, que es tan invisible. Ann cuenta que lo que más le impresionaba de las mujeres con las que trabajaban era el anhelo de estudiar.  

“Lo que nos cohesionó mucho en el centro fue hacer la investigación ‘La cultura de género en los y las integrantes de la comunidad ITESO’, que nos llevó varios años. En esta investigación creamos nuestros propios instrumentos, que luego nos sirvieron para hacer la segunda”, dice Ann.  

En 1996 llegó al CIAM la influencia de los estudios de género, lo que abrió una nueva visión para entender las relaciones entre los sexos. El resultado fue la transformación de la perspectiva de estudio y la creación del Centro de Investigación y Estudios de Género (CIEG). 

Este nuevo centro abordó la problemática de la transmisión de patrones de masculinidad y feminidad, de valores y creencias, así como la vivencia de patrones de comportamiento producidos y reproducidos a través de instituciones sociales como la familia, la escuela, la iglesia, el Estado y las organizaciones laborales.  

En 2001 terminaron la investigación sobre “Cultura de género en el aula”, que les permitió escuchar voces tanto de maestras como de alumnas; y en el 2002 realizaron una sobre el acoso sexual en el ITESO, cuyo documento final se redactó en el 2005 y se presentó ante distintas autoridades académicas.  

“La investigación sobre el acoso sexual fue muy fuerte, muy confrontante y muy bien recibida por algunos académicos importantes. Ahí investigamos tanto a los muchachos estudiantes hombres como a los maestros. Los descubrimientos de que sí había acoso sexual fueron muy fuertes. No era secreto”, comenta Gabriela.  

La entrevista removió recuerdos amables en la memoria de Ann y Gabriela, pero también algunos agridulces, como el cierre sorpresivo del CIEG en 2011

“Decimos que nuestro estudio fue más de género que feminismo porque lo que empezamos a estudiar fue la opresión de la mujer en la familia, y esto nos llevaba a estudiar también lo que pasaba con los hombres; no es tanto que nos hayamos enfocado al feminismo como una lucha, sino más bien a la comprensión que nos daba el género”. Gabriela Sierra 

Volver a hacer camino 

Mantener formalmente las reflexiones y procesos sobre género y feminismo es una carrera de largo, de larguísimo aliento, en la que se requiere invariablemente de relevos que renueven el ritmo y la forma de llevar los temas a la discusión dentro de una comunidad. Es una tarea transgeneracional y no siempre se transita por caminos formales, a veces hay que abrir brecha, otras, toca ir a toda velocidad, como en autopista. 

“Ann Lovering es la persona que me dio las primeras herramientas que tuve para conocer la teoría feminista, porque antes de conocerla no había reflexionado con perspectiva de género, así que ella es mi gran maestra”, me dice Mariana Espeleta, académica encargada del Comité Interdireccional para la Igualdad de Género, cuando le cuento que apenas horas antes las entrevisté a ella y a Gabriela, “entonces siento que mi trabajo, de alguna manera, honra el trabajo de Ann, de Gaby y de todas las que estuvieron antes. Parece que las cosas se terminan, pero a veces quedan, como las venas subterráneas de los ríos, que no se ven, pero siguen funcionando”. 

Para Mariana es importante señalar que, aunque la preocupación por los estudios de género y el feminismo en el ITESO dejó de ser un tema de estudio formal cuando se deshizo el CIEG, hubo muchas académicas de diferentes centros y departamentos que del 2012 al 2017 se aglutinaron en una red de género, interesadas en transversalizar la perspectiva de género, en empezar a observar la universidad con perspectiva de género, discutir temas de la teoría feminista, en tratar de generar una política pública universitaria y un protocolo de atención a las violencias. 

“Éramos un grupo voluntario que no logramos la legitimidad suficiente para arrancar procesos que eran importantes, por lo que dejamos de operar y reunirnos tan seguido. Pero la mayoría somos las mismas que ahora estamos empujando todo lo que se está preparando en materia de perspectiva de género en la actualidad”, dice Mariana. 

“Siento que mi trabajo, de alguna manera, honra el trabajo de Ann, de Gaby y de todas las que estuvieron antes. Parece que las cosas se terminan, pero a veces quedan, como las venas subterráneas de los ríos, que no se ven, pero siguen funcionando”. Mariana Espeleta 

Despertar

La fuerza y consolidación de los grupos estudiantiles y colectivas como Clit, CODI y Lavanda fue sumamente importante para volver a abrir esta conversación.  

En 2013, tras una jornada de chiflidos, gritos y manifestaciones de acoso en el campus a estudiantes de preparatoria, en el marco de una visita organizada por la Oficina de Admisión, el ITESO hace una expresión pública y enfatiza “La universidad rechaza los actos de violencia contra la mujer y dará seguimiento al caso mediante la construcción de una cultura de respeto que incluirá cursos, talleres y sanciones conforme a sus reglamentos”. A partir de entonces el ITESO retoma formalmente el trabajo de género. El entonces Centro de Formación Humana puso a reflexionar a alrededor de 5 mil 400 estudiantes de 180 grupos de todas las carreras sobre cómo lo que estudiantes catalogaban como juego de piropos se conoce como violencia verbal, violencia comunitaria y violencia de género.  

 En abril de2016, cuenta Mariana, el padre Rector José Morales Orozco, SJ, le encargó al académico Carlos Peralta Varela – en ese momento coordinador del Programa Interinstitucional de Derechos Humanos y Paz – elaborar el primer protocolo universitario para atender violencias de género, lo que hizo arquear varias cejas de algunas integrantes de la entonces Red de Género ITESO 

“Fue muy raro, pero como no existíamos institucionalmente tuvieron que buscar a alguien que sí; Carlos fue muy amable y muy considerado al convocarnos a varias de nosotras para que le ayudáramos con eso”, cuenta Mariana. 

Ese protocolo no se publicó, pero luego se retomó en algunas de sus partes para elaborar el que actualmente está publicado. “Tal vez no estaba lista la universidad, o un sector de ella, para esto”, reflexiona Mariana. 

No obstante, el 8 de marzo de 2016 nace la Comisión para Atender Asuntos de Género en el ITESO formada por Ángela Godoy, del Departamento de Estudios Socioculturales, Alejandra de la Torre Díaz, del Departamento de Formación Humana, y Agustín Verduzco, en ese momento contralor de la universidad y abogado integrante de la Clínica de Derecho Ignacio Ellacuría, SJ. Este equipo lanzó una serie de procedimientos internos para atender la violencia de género.  

A la llegada del Rector Luis Arriaga Valenzuela, SJ, un jesuita abogado con amplia experiencia en la defensa de los derechos humanos, “lo primero que dijo, al tomar posesión fue que iba a luchar por la igualdad de género, y acto seguido buscó a algunas académicas y académicos para tener una idea general de por qué no había protocolo y cuáles eran las urgencias en esta materia y comenzó a tomar las acciones que ahora son públicas y todo el mundo conoce”, dice Mariana.  

El tema de la violencia de género es una preocupación cada vez más importante de las, los y les estudiantes de la universidad y diferentes instancias universitarias habían estado emprendiendo acciones de todo tipo, «pero quizás lo que se perdió de vista es que si se hacen las cosas de manera desestructurada, con buenas intenciones, pero sin elementos técnicos, que no incluyen a los colectivos que han acumulado experiencia y conocimiento sobre estrategias, lo que va a suceder es que  no va a haber colaboración, porque no hay reconocimiento, no va a haber identificación”, afirma Mariana. 

Por ello, considera que en los grupos de trabajo que se han ido armando, es fundamental el trabajo de Yolo Molina – Coordinadora de Participación Estudiantil – y la estrategia de estar comunicando resultados de forma estructurada, incorporando a académicas, académicos y colectivos.  

El generar un grupo que incluya a representantes de las cuatro Direcciones, es eficiente y más democrático, una buena idea en esta nueva época, con Luis Arriaga, SJ; y les ha permitido ir sumando voluntades: «No es un grupo de profesoras feministas trabajando y decidiendo qué se hace y tomando decisiones sin implicar transversalmente incluso a la Oficina de Personal, a la de Finanzas, a la de Seguridad, etcétera; […] como hemos logrado transversalizar esto, siento que la comunidad universitaria está sumándose al carro y está jalando más parejo, lo que se nota en un mucho mejor ambiente y en una mejor recepción de estos procesos, incluso en grupos que eran resistentes al tema”, afirma Mariana. 

Para ella, vivimos un contexto que favorece mucho la integración articulada de esfuerzos para dar a conocer que las acciones por erradicar las violencias de género van acordes al modelo itesiano, con la forma jesuita de ser y aprender. Cimentar la política institucional para erradicar las violencias de género requiere no solo la publicación de reglamentación y la creación de instancias que observen y regulen, sino de la articulación del trabajo hacia toda la estructura universitaria y luego hacia todas las persona que la integramos: “No solo las violencias, sino la política universitaria con un  horizonte de futuro, con metas e indicadores y con estrategias puntuales para hacer de este campus , además de sustentable, igualitario”. 

Actualmente, los esfuerzos están concentrados en mejorar el Protocolo para atender la violencia de género en el ITESO para hacerlo más próximo a las personas, práctico en su instrumentación. Para lograrlo, han sido consultados los colectivos estudiantiles, académicas y alumnas que presentaron denuncias en algún momento y tienen observaciones respecto del proceso. Además, Mariana señala que hay apoyo en distintos espacios de la universidad con un interés genuino por el tema, como la Oficina de Personal, Servicios Escolares, además de distintos Departamentos y Centros académicos. Y esto es precisamente lo que la emociona, porque este esfuerzo es acompañado por equipo multidisciplinario. 

Ilustraciones: Andrea Gutiérrez

Camino inagotable

Aunque alejadas de la vida académica, Ann y Gabriela no han dejado sus lentes de género ni perdido el compromiso que hace más de 30 años hicieron con las mujeres. Confiesan que nunca se sintieron pioneras ni valientes, tal vez sí “activistas académicas” porque su activismo no era en la calle, sino desde la estructura académica, pero saben que las semillas plantadas en aquellas mujeres a las que les ayudaron a encontrar su voz propia y a levantarla, han dado frutos. Y uno de ellos es el trabajo de estas generaciones que hoy toman la estafeta 

Si quieres conocer más sobre los hechos que hemos narrado en CRUCE respecto a las acciones universitarias en torno a la erradicación de la violencia de género en nuestra comunidad, estudios, avances y retos, ingresa a https://cruce.iteso.mx/category/genero/