Daniel Maidana, integrante de la coordinación de la Red Universitaria de Economía Social Solidaria, llamó a visibilizar y reconocer las prácticas de la gente del pueblo, más allá de la teoría en los libros

La economía social y solidaria es el conjunto de resoluciones en las que una comunidad privilegia la satisfacción de las necesidades de la gente por encima de las mercantiles. Para que las sociedades caminen en ese sentido es fundamental que las universidades ayuden a visibilizar y reconocer todas esas economías que se gestan y que suceden más allá de las teorías y de los libros. 

Daniel Maidana, integrante de la coordinación de la Red Universitaria de Economía Social Solidaria (RUESS) de Argentina, asegura que los modos en que el pueblo resuelve infinidad de situaciones tienen mucha más riqueza, y pueden aportar mayor conocimiento, cuando se buscan formas de cooperación que no estén basadas en la competitividad y en las que la producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios cumplan con criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios.  

Durante su ponencia virtual “Otra universidad para otra economía”, el profesor insistió en la importancia de visibilizar las prácticas que ya existen: “Aprender a leer lo que está pasando en la realidad. Hay mucha economía que sucede afuera de la teoría. Es importante la conceptualización de todo eso que vemos. Se necesitan palabras nuevas, criterios nuevos, teorías nuevas, para pensar lo que se está pasando en esta sociedad”, y es ahí donde las universidades tienen mucho trabajo por hacer. 

La economía social y solidaria rompe con la visión ortodoxa del neoliberalismo, eficientista y rentista, según la cual hay que ganar la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible, todo para cubrir las necesidades del mercado.  

En este sentido, el director de la revista Otra Economía aclara que este concepto no se refiere a desechar el concepto de mercado, lo cual sería imposible: “El mercado es una herramienta muy valiosa: no se puede descartar como herramienta. Lo que no se puede es que sea el que mande a través de sus organizaciones gubernamentales o no gubernamentales. No tiene que ser abolido: tiene que ser utilizado, domado, disciplinado por la sociedad. La disputa es quién disciplina a quién, la sociedad no puede seguir disciplinada por el mercado”. 

“Hablar de otra universidad para otra economía es importante porque esta perspectiva parte de la afirmación de que la universidad es un factor relevante en la reproducción social y en la transformación de las sociedades. Tiene mucha incidencia en el sentido común de la sociedad y en la formación de la conciencia colectiva de una sociedad. Es un actor social relevante”, aseguró el argentino. 

Además, la universidad siempre asume, más o menos de forma explícita, cierta idea sobre la economía: “Es una pieza clave en la forma en que una sociedad entiende lo económico. Siempre hay supuestos sobre lo económico. Por ejemplo, en este tiempo lo que las universidades transmiten tiene que ver con un imaginario de una sociedad de empleados. Eso ya está cambiando”. 

“Hay muchos conceptos relacionados con lo económico que han adquirido nivel de creencias. Hay gente que no cree en la vida eterna, pero cree en la eternidad del capitalismo. La universidad tiene mucha influencia en estas creencias”, agregó el especialista. 

Lo que las universidades pueden hacer para que se propague la economía social solidaria es, para comenzar, asumirse como un objeto de intervención: “No sólo como una institución de donde salimos de estudiar e investigar, sino que la universidad pasa a ser objeto de intervención. La universidad es una institución muy refractaria a los cambios. Suele tener más disposición para actuar hacia afuera que para modificar sus propias dinámicas”. 

“Las prácticas socioeconómicas que acompañamos, investigamos, enseñamos desde la universidad tienen que aprovechar esos puentes con la universidad misma para operar como antenas de la novedad; para preguntarnos si nuestros modos de funcionamiento y nuestras institucionalidades son adecuados y corresponden a lo que pasa afuera, o si es necesario repensarlos, mirarnos críticamente”. 

El especialista habló de la necesidad de crear dispositivos institucionales para desarrollar capacidades que resuelvan problemas de la sociedad ante los cuales las universidades no suelen estar capacitadas: “Solemos tener muy incorporado el hábito de que, cuando hay un problema, nuestra respuesta universal es un curso. No desarrollamos habilidades para ayudar a resolver esos problemas. Suele haber un déficit en desarrollar capacidades para resolver problemas, acompañar políticas públicas, emprendimientos, organizaciones sociales”. 

La sesión virtual formó parte del Seminario Permanente Economía Social y Solidaria que organizan la Coordinación de Programas de Incidencia Social (Coincide), el Centro Universidad Empresa (CUE), el Centro Interdisciplinario para la Formación y Vinculación Social (Cifovis), y el Departamento de Economía, Administración y Mercadología (DEAM) del ITESO.  

También estuvieron presentes las investigadoras y docentes Natalia Stein y Guillermina Sansotera; y Rodrigo Rodríguez Guerrero, como moderador. 

FOTOS: Luis Ponciano