Llegó al ITESO a finales de los setenta y casi por accidente terminó matriculada en Ciencias de la Comunicación. Todavía era estudiante cuando comenzó a dar clases y ahora está a punto de recibir el nombramiento como profesora emérita

María Martha Collignon quería estudiar “abogacía, leyes, medicina”. Las opciones incluían también Historia, en la Universidad Autónoma de Guadalajara. Un día, una amiga le pidió que la acompañara a hacer su examen de admisión. “Así conocí el ITESO”, recuerda y añade que, ya en el campus, vio un tríptico de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Lo que pasó después, podría describirse como una cadena de eventos afortunados: un jesuita le preguntó si ella también iba a hacer examen, la amiga dijo que sí, ella agregó que también quería considerar Derecho, sacó buena calificación en el examen, a mitad de la carrera el padre Coronado la invitó a dar clases, después se incorporó al equipo de la Secretaría Académica y la cadena continúa hasta mayo de 2024, en que la académica recibirá la distinción como profesora emérita de la Universidad. “Me siento súper, súper honrada, contenta. Que la institución diga algo tan bello, es un honor”, afirma. 

Aunque no lo dice, María Martha Collignon Goribar (Guadalajara, 1960) también podría ser directora de orquesta: cuando habla, sus manos forman parte de la conversación mientras arma las frases. Como cuando recuerda qué fue lo que despertó su curiosidad para estudiar Ciencias de la Comunicación: una línea en el tríptico afirmaba que los comunicólogos ayudaban a recuperar información para hacer buenos guiones. “Los medios no eran un perfil al que aspirara, pero sí me gustaba trabajar con la información, buscarla y que ya otro le diera forma”. Una vez echado el gancho, dice entró a estudiar en 1979 y hacia la mitad de la carrera recibió la invitación para dar clases de parte de Juan José Coronado Villanueva, SJ—recordado por la comunidad como el padre Coronado. “Él era un profesor formador de nuevos cuadros docentes y me marcó mucho su invitación. No vengo de una familia con tradición académica ni docente, y él me ayudó mucho a enmarcar mi trabajo docente en un trabajo académico más amplio”, dice la investigadora del Departamento de Estudios Socioculturales (Deso) de la Universidad. 

Después de concluir sus estudios en 1983, estuvo fuera de México un par de años, hasta que en 1985 regresó a la ciudad y al ITESO para integrarse al equipo de la Secretaría Académica—hoy Dirección General Académica—, desde donde continuó dando clases en licenciatura, luego en maestría y después en doctorado. “Pero mis pininos en la docencia fueron gracias al padre Coronado”, reitera. 

Incorporarse ahora desde el ámbito administrativo fue como descubrir todo lo que ocurre detrás de la capa de un mago: “Fue maravilloso entender las entrañas que sostenían la experiencia formativa. Pude conocer las razones y los fundamentos del por qué había disfrutado tanto estudiar. Pude ver los hilos conductores y todos los intríngulis del diálogo académico. Aprender sobre la marcha cómo se toman las decisiones, al tiempo que ponía en operación lo que había aprendido en la carrera, fue un campo de formación maravilloso”. 

Collignon Goribar dice que a lo largo de los años la práctica docente en general, y la relacionada con el ámbito de la comunicación en particular, “se ha visto obligada a moverse de sus centros” para dejar de ser la mera transmisión de conocimientos para convertirse en un proceso que facilite la producción de sentido. Así, la búsqueda ha sido cómo ser buenos docentes desde la comunicación y cómo incorporar la investigación de la comunicación a la práctica docente. Andar este camino siendo profesora del ITESO “es una tarea padrísima”, dice la académica, porque aquí la docencia “es una práctica muy generosa que te permite aprender día a día. Es algo que se realiza en colectivo, con acompañamiento. Además, tiene la particularidad de que se puede compartir e intercambiar la experiencia. Yo me sigo formando como profesora, al tiempo que facilito los procesos para que otras personas mejoren, generando metodologías muy colectivas”. 

Cuando María Martha Collignon entró por primera vez al ITESO, el campus era otro. “Sí era bonito”, dice y recuerda que “era chiquito”: los edificios A, B, C, el Censa (ya no existe) y el edificio central. En poco más de 40 años “ha crecido en tamaño, en población, en programas. Antes había tres edificios y tres o cuatro caminos por los que caminábamos todos. Era fácil ver todos los días a todos los colegas. Nunca había más de un evento a la vez, entonces podías ir a todos”, rememora y afirma que, si bien la institución ha crecido, “yo he crecido más que el ITESO, me ha permitido volar y descubrir capacidades que yo misma no sabía que tenía”. Al pensar en sus lugares favoritos del campus, mira fijamente por la ventana, tratando de ver lo que ya no está: la célebre jacaranda que estaba frente a Rectoría. También menciona el jardín de las cabañas que están frente al edificio A y la plaza de los 50 años.  

Además de docente, María Martha Collignon ha sido, en diferentes momentos a lo largo de los años, coordinadora de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación y del Doctorado en Estudios Científico-Sociales; directora de la División Académica de Ciencias Sociales y del Hombre, responsable de evaluación docente y coordinadora de la Unidad Académica de Producción Social de Sentido y Prácticas Socioculturales, entre otros encargos. 

De entre toda esta trayectoria, destaca tres momentos. El primero, cuando ya trabajaba en la Secretaría Académica y el padre Coronado le hizo ver, dice, “lo difícil que fue para él perderme como ayudante de sus clases y verme en ese otro nivel en la vida de la Universidad. ‘No te dejes llevar por las ansias de dirigir’, me dijo y fue un momento que me marcó” 

El segundo momento fue cuando la Secretaría Académica cambió de titular. “Desde la entraña, tuve que entender los procesos de decisión que toma una institución para depositar la responsabilidad de un cargo de esa naturaleza en alguien y cómo esto obliga a tomar una postura. Me marcó en el sentido de aprender que a los cambios en las direcciones uno debe imprimirles reflexividad y compromiso, y si uno no puede con el cambio, uno tiene que dejar el lugar”. 

Finalmente, cuenta que el tercero fue cuando se incorporó como profesora del Doctorado en Estudios Científico-Sociales. “Me obligó a salir de la zona de confort. Manejaba yo suficientemente bien y con mucha tranquilidad, a gusto, mis clases en la licenciatura y en la maestría, pero entrar a procesos de formación doctoral como parte del cuerpo académico me revolucionó. Me llevó a cuestionar todas mis certezas. Tuve que ponerme a la altura para aprender y desaprender. Fue un momento muy posterior, pero si no hubiera vivido los dos momentos previos, creo que no habría aprovechado tan bien la oportunidad de incorporarme como docente al doctorado”. 

María Martha Collignon concluye la charla como comenzó: agradeciendo. “Quiero enfatizar el agradecimiento que le tengo al ITESO por la confianza que tanta gente depositó en mí para hacer diferentes cosas. No tengo más que un gracias enorme por permitirme hacer una carrera tan bonita”. 

 

¿Qué es un profesor emérito? 

Según el documento Políticas y procedimientos para las distinciones académicas, las y los profesores eméritos pueden ser docentes “de tiempo fijo o de asignatura con una larga trayectoria académica que se caracteriza por una manera particular de ser y proceder, en tanto encarna la Misión de la Universidad y sus Orientaciones Fundamentales”. Pueden recibir la distinción quien “por los méritos obtenidos en su historia profesional y por sus servicios en la institución se ha convertido en un referente para los demás, en tanto se reconoce como un profesional que crea y recrea el sentido fundamental del ITESO, el cual hace patente a través de formas renovadas en las tareas universitarias que se le han encomendado. Por su labor enmarcada en la excelencia, la comunidad le reconoce y aprecia; al distinguirse de manera significativa, distingue a la institución” 

Son requisitos: 

  • Haber sido profesor titular del ITESO por lo menos durante 20 años de manera continua o discontinua.  
  • Estar en ejercicio pleno de sus funciones académicas.  
  • Tener por lo menos 60 años de edad a la fecha que se otorgará la distinción.  
  • Ser propuesto al Consejo Universitario por acuerdo de un organismo colegiado.  
  • No ser miembro titular del Consejo Universitario, ni de sus comités, ni propietario o suplente de la Junta de Gobierno.

FOTO: Luis Ponciano