El académico del CUI, Elías González, presentará en la FIL el texto Encuentro, re-ligación y diálogo (Buena Prensa, ITESO, 2024) que pertenece a la colección InterFÉ, y que busca propiciar el diálogo interreligioso y espiritual
Ante la certeza de vivir en un mundo cada vez más globalizado, el dialogo interreligioso es una urgencia civilizatoria. El ritmo de la vida de cada persona está atravesado por Internet e insumos de muchas culturas y religiones, pero, además, los flujos migratorios son cada vez mayores, por lo que es prácticamente inevitable encontrarse con el misterio del otro.
Con esto en mente, desde la Cátedra Jorge Manzano, y las editoriales del ITESO y Buena Prensa se lanzó la colección InterFé, que busca propiciar el intercambio entre espiritualidades y cuyo primer tomo se lanzará en la Feria Internacional del Libro, bajo el nombre Encuentro, re-ligación y diálogo (Buena Prensa, ITESO, 2024) de Elías González.
“Hasta donde conozco, no hay ninguna colección como esta en América Latina, hay publicaciones, pero no un proyecto de varios libros con sustento universitario y académico, y la potencia de una editorial como Buena Prensa. La idea es aprovechar este momento en el que estamos a tiempo en México, que está creciendo en diversidad religiosa, para que las personas conozcan distintas maneras de relacionarse con otras religiones de manera más dialogada y armoniosa”, dijo González, quien es coordinador de la Cátedra Jorge Manzano y académico del Centro Universitario Ignaciano (CUI).
González, quien es egresado de filosofía, ha trabajado en el diálogo interreligioso no sólo en México, sino en América Latina, Estados Unidos, Canadá y Europa. Ha vivido el diálogo interreligioso en su propia búsqueda espiritual, primero como un joven cristiano y después metido en el budismo, en comunidades indígenas donde se acercó al chamanismo, y de nuevo en el cristianismo revalorando su propia dimensión espiritual.
A partir de esas vivencias, considera que México está en pañales en el tema, primero por una hegemonía católica histórica a nivel nacional, –si bien la identidad religiosa mexicana es más flexible y sincretista–, pero también considerando que en el país quienes se auto escriben dentro del catolicismo cada vez son menos, y está creciendo el número de personas que entran a iglesias cristianas, o que el yoga y las prácticas orientales cada vez están más presentes.
Para el autor, cuyo texto está basado en la recuperación de su tesis de licenciatura de hace 9 años, a la que ha añadido nuevas experiencia y reflexiones, el diálogo interreligioso es pertinente en la sociedad actual, primero, porque nos puede llevar a una mejor convivencia en la diversidad humana, pero también porque es una plataforma de encuentro espiritual o místico con el misterio de la vida.
“Cuando entras al diálogo con el otro te das cuenta de tus propias pretensiones de imponer tu verdad, de leer al otro en tus términos, aunque lo respetes, pero con cierta condescendencia. Todo eso de ir reconociéndose en el rostro del otro, este icono del misterio, como yo le llamo, está en el encuentro con la otra tradición espiritual o la persona que practica otra fe”, expresó.
Viendo el espíritu con que arranca esta colección, con el dialogar y el encuentro con lo distinto. ¿cómo nace la idea de este proyecto?
Este libro estaba trabajándose para su publicación en Buena Prensa cuando surgió la Cátedra Jorge Manzano en el ITESO. Nos contactamos y decidimos ir publicando en conjunto y abrir una colección con un objetivo: generar un espacio de diálogo y encuentro entre las tradiciones espirituales y religiosas. El objetivo es impulsar el diálogo interreligioso en distintas facetas, aprovechando la coyuntura política, espiritual y eclesial en México y América Latina de una sociedad más plural en términos religiosos.
¿Cómo fomentar o vivir esta figura del diálogo interreligioso, sobre todo ante posturas fundamentalistas o dogmáticas que no conciben otro modo de interpretar lo espiritual?
Hay mucho camino andado, en el caso de la Iglesia católica, el Concilio Vaticano II abrió las puertas de manera increíble, si la iglesia viviera lo que ella misma escribió ahí, tendríamos un diálogo interreligioso a nivel católico fascinante. Todas las tradiciones espirituales se van abriendo cada vez más, pero siguen subsistiendo algunas narrativas y grupos que no les interesa, que ven justamente el encuentro con el otro como un peligro a su propia fe. Eso, desde mi perspectiva, no habla de lo mal que hace el diálogo, sino de los dialogantes y del miedo, de lo enclenque que es su fe.
¿Cómo trabajaste la base teórica del libro? Tus dos mayores referencias son Raimon Panikkar y Emmanuel Lévinas.
Antes de elegir ese tema, estuve de intercambio académico en Ecuador. Ahí aprendí mucho sobre pensamiento latinoamericano e interculturalidad. Raimon Panikkar empezó a ser un pilar, a pesar de que no lo vimos en la carrera, pues es un autor contemporáneo. Comencé a leerlo y me fascinó. Cuando estaba planteando la tesis surgió la palabra alteridad. No sabía qué era y encontré a Emmanuel Lévinas, este filósofo judío de la Segunda Guerra Mundial y posterior. Entonces, se me ocurrió que el marco teórico del trabajo fuera un diálogo entre las posturas de Lévinas y Panikkar. Claro que aparecen otras personas, no es una tesis de autor, sino que yo voy planteando mi propia hipótesis usando este lenguaje panikkarniano y leviniano, de ahí surge lo que a nivel experiencial tiene que ver con una sospecha, que yo la llamo la sospecha de la totalidad. La totalización, que es un término de Lévinas, me ayudó a entender algo que percibía en la praxis del diálogo interreligioso, que muy fácil se daba el salto a decir, ‘todos creemos en lo mismo, o todos creemos en el amor’. La máxima de cierto diálogo interreligioso es que hablemos de lo que nos une y no de lo que nos separa. Y yo digo: ‘si la violencia está en lo que nos separa, ¿por qué no hablamos de eso?’. La violencia está en querer eliminar lo que nos separa para quedarnos con lo idéntico, y ahí Lévinas habla justamente de este mecanismo de la mismidad, en donde toda otredad o alteridad la engulle y la convierte en lo mismo, lo llama el dinamismo de la alimentación.
Y que, curiosamente, es el mecanismo del capitalismo también, ¿no?
Exactamente, para mí, el diálogo interreligioso es anticapitalista, si lo tomamos, radicalmente el juego sería cambiar esa lógica del consumo o de la alimentación a una lógica de ir hacia afuera, de escuchar al otro en tanto que otro, aunque esa alteridad radical me duela y tenga que asumir que no hay un piso común, que el otro es totalmente otro y que hay siempre un misterio en ese otro. Ahí es donde voy a Panikkar, a esta diferencia entre el diálogo dialéctico y el diálogo dialogal, el primero en el que teológicamente vemos las diferencias entre religiones, en qué están de acuerdo y qué no’; el segundo cuando te metes en serio y llegas a descubrir que, por más que lo debatas a nivel lógico, siempre algo se te escapa, que es la experiencia de fe del otro, y esa no es transmisible. Por eso en el título lo separo, y pongo “inter-re-religioso”, un diálogo que religa con el otro.
Una idea que desarrollas es esta de que las relaciones interreligiosas no son algo nuevo, tan es así que el cristianismo bebe del judaísmo y de otras creencias, encuentros que han sido pacíficos o violentos, ¿Qué te abonó esta idea al argumento de tu libro?
Si tuviera que reescribir el libro, lo matizaría. Me doy cuenta de cómo el concepto de religión fue un invento moderno, antes de la modernidad, no había religiones como tal, cada una tenía su nombre. Pero, efectivamente, todas las tradiciones espirituales, siempre son el producto de encuentros culturales. Esta idea de la identidad fuerte de cada religión es un invento moderno, las ciencias de religiones empezaron a investigar y dijeron, ‘este cajón es el cristianismo o el budismo’, cuando en realidad, hablando de estas dos tradiciones, se habla del diálogo budista-cristiano en el siglo 20, cuando ya tenemos, por ejemplo, el greco-budismo desde tiempos de Alejandro Magno. Es decir, incluso antes del cristianismo ya existía un diálogo entre el mundo budista y el mundo griego. De hecho, hay padres de la iglesia cristiana, que hablan de los yoguis indios y les llaman los gimnosofistas o los sabios gimnastas de la India, porque el mundo griego no tiene el concepto del yoga, y lo más cercano a ello era la gimnasia griega.
¿Hay alguna idea vinculante entre el diálogo interreligioso y la pedagogía ignaciana?
Totalmente. Al final del día, como alguien formado dentro de la espiritualidad Ignaciana, es imposible no ubicarla. Hay una frase fundamental en San Ignacio, en los ejercicios que dice, ‘el cristiano tiene que estar más presto a recuperar la proposición del prójimo que a condenarla’, Para mí eso es una máxima de diálogo interreligioso. O sea, tienes que estar abierto a tratar de recuperar esa alteridad, a ver qué está experimentando la otra persona, pero también esta sensibilidad de encontrar a Dios en todas las cosas. No por nada la compañía de Jesús, históricamente, ha sido punta de lanza en la Iglesia en el encuentro entre religiones.
Por último, ¿hacia dónde quieren dirigirse con esta colección de InterFÉ?
Se está trabajando un libro colectivo de académicos y académicas sobre las espiritualidades heterodoxas en Guadalajara. Esta noción de que Jalisco y el Bajío son el último bastión del conservadurismo de derecha tiene en parte razón, pero también hay una diversidad espiritual impresionante que ha estado en diálogo con el cristianismo, ahí el rol de Jorge Manzano fue muy importante. Muchas de estas comunidades fueron pioneras. En Guadalajara y alrededores nacieron pequeños grupos que después se convirtieron en pequeñas tradiciones del camino rojo, el yoga o la Gran Fraternidad Universal. Fue fundamental lo que se vivió aquí con el (Teopantli) Kalpulli, o todo el tema del agnosticismo desde los años 70. También estamos con un libro sobre Santa Teresa de Jesús, desde una perspectiva de personas de varias religiones, con uno sobre mística en varias religiones y otro sobre la cultura mesoamericana.
FOTO: Zyan André