Se presentará en la FIL una reedición del libro de 2006 La política cultural: temas, problemas y oportunidades, de Eduardo Nivón Bolán, un texto fundamental en la formación de gestores culturales y estudiosos del fenómeno de la cultura en México 

En 2006, el texto La política cultural de Eduardo Nivón Bolán fue parte de una colección que emprendió la Dirección de Vinculación del entonces Conaculta, que desarrolló un amplio programa de formación en gestión cultural. Dieciocho años después de aquella edición, este es un tema que ya forma parte del interés no solamente de los gestores culturales, sino de los investigadores y de muchos estudiosos de la cultura, incluso de artistas, periodistas y público en general. 

Tomando en cuenta el cambio de panorama a escala nacional e internacional y la importancia de la materia, el autor, quien es profesor-Investigador del Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, desde 1981 y doctor en Antropología (ENAH), ha reeditado este libro bajo el título La política cultural: temas, problemas y oportunidades (ITESO/RGC Editores, 2024), y será presentado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.  

Esta edición corregida y actualizada conserva su naturaleza como material introductorio que recupera la historia del concepto, las definiciones internacionales y regionales más relevantes y los campos de intervención de las políticas públicas culturales. Pero también toma en cuenta las discusiones que se han generado en los últimos años, los cambios en el mundo reciente y las transformaciones político-democráticas del país, y del sector, en especial con la desaparición del Conaculta y la creación de la Secretaría de Cultura y otros cambios legislativos y reglamentarios. 

¿Por qué consideras que es necesario seguir reflexionando en 2024 acerca de las políticas culturales? 

Las políticas culturales forman parte del panorama social-político-legislativo de nuestro país. Lo que sucedió a fines de los años 90 es que dejó de ser un tema de especialistas o de intelectuales. Se decía que era tan delicado que no convenía que todo mundo interviniera, sino sólo unos conocedores. En 2006 el tema amplió el interés y fue asumido por muchos otros actores, periodistas, promotores, legisladores: digamos que se desacralizó.  Sigue siendo necesario estudiarlo porque los cambios que se han dado en este campo, y que permitieron esta secularización de la política cultural, no son definitivos, están en constante movimiento por parte de quienes ejercen el poder en el campo de las políticas públicas de cultura. Aún es muy deficiente el tratamiento que se hace de la cultura bajo el esquema de política pública. Los objetivos, por ejemplo, se enuncian sin una clara definición de cuánto va a costar. Hay mucha deficiencia en la evaluación de los programas de política, y si a eso añadimos que es necesario revisar lo que pasa en los estados e incluso en los municipios, el tema se hace todavía más importante, porque es ahí donde hay las innovaciones culturales más relevantes.  

¿Qué cambios ha habido en el contexto internacional que puedan afectar las políticas culturales en nuestro país? 

Hay tres grandes momentos y algunos cambios. En la década de los 70 hubo importantes definiciones de la UNESCO. Una tiene que ver con el patrimonio: en 1972 se define la Convención sobre Patrimonio Mundial, que tuvo una repercusión tardía en México, porque el país fue reacio a adherirse a ella. En los 80 se adhiere con una firmeza tal que, a la fecha, México es el país, junto con Estados Unidos, que más sitios tiene en la lista mundial, sobre todo en lo que respecta a patrimonio monumental, como ciudades o zonas arqueológicas, etcétera. Otro cambio en las políticas de cultura internacionales, a las que México se suma tempranamente, tiene que ver con el patrimonio inmaterial, sobre todo con el paradigma de la diversidad, y este es el gran cambio. Lo que está sucediendo es que ahora la diversidad forma parte de las políticas culturales. México, por ejemplo, se define a sí mismo en 1992 como un país pluricultural, y con esto se asume un nuevo modo de gestión porque las políticas sobre la diversidad requieren la anuencia de las comunidades donde se van a desarrollar; esto supone un giro muy importante a fines de la década de los 2000. La pandemia aceleró estos cambios o los hizo visibles; las redes digitales y las plataformas asumieron un protagonismo que nos obliga de nuevo a pensar en estos nuevos actores y temáticas. 

¿Cómo debe intervenir el Estado en la cultura, tomando en cuenta esta diversidad y la explosión de las plataformas digitales? 

El Estado, sobre todos los Estados democráticos, no deben intervenir en la promoción de los bienes culturales ni definir lo que se hace, pero sí deben proteger a los ciudadanos de los abusos que se pueden cometer. La libertad de los creadores es uno de los principios en los cuales se basa la intervención pública, y otro es la defensa de los ciudadanos. Todos los días vemos en el campo de la cultura la necesidad de establecer estos equilibrios. Por ejemplo, el tema de la censura, que aparece muy raramente en nuestro horizonte, pero existe. Es en la cultura y las artes donde más claramente lo hemos vivido. Podemos recordar aquella exposición en la que un Zapata desnudo cabalgando fue objeto de discusión, sobre todo por los herederos del Caudillo del Sur. Más recientemente, una exposición en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM sobre sexoservidoras fue muy polémica, y objeto de debate por la exclusión de dos piezas. Esto muestra cómo es necesaria la vigilancia constante en el campo de la cultura. 

En el terreno de las plataformas, el gran tema en la actualidad es el anonimato, el hecho de que las redes sociales son espacios de odio, pero también de creación. La discusión es permanente. ¿Qué tanto derecho tenemos al anonimato? ¿Qué tanto es un derecho humano hasta que se convierte en un recurso para el ataque y la ofensa? ¿Hasta dónde mantener este derecho o limitarlo? Es un tema muy importante en el terreno de la de las artes y de la gestión cultural.  

Otro punto interesante es que es en las plataformas dónde está buena parte de las audiencias ahora. ¿Deben considerar esto los nuevos gestores culturales en formación?  

Todavía los bienes tradicionales siguen importando: México, por ejemplo, sigue siendo una plaza muy importante en el mundo del cine tradicional, ocupa el cuarto o quinto lugar mundial en audiencia en las salas de cine. Pero la otra difusión del cine ha crecido muchísimo y aquí es donde tenemos que hacer un uso creativo, porque estas plataformas permiten la innovación, permiten que mucha gente con intereses creativos encuentre una vía para hacerlo. Por eso el documental ha crecido muchísimo. Falta el desarrollo de una política sobre los derechos de las audiencias y de los creadores, son temas que están puestos en el orden del día.  

¿Hacia dónde crees que se dirigen las políticas culturales de este sexenio y dónde se deben poner los acentos?  

Estamos a la expectativa por el hecho de que hay un partido aplastantemente dominante que puede transformar todo nuestro orden con sólo una decisión: eso nos obliga a esperar. Si, por ejemplo, se mantuviera nuestro sistema de creación, se tiene que elaborar el Plan Nacional de Desarrollo, presentarse en seis meses y luego el Poder Legislativo lo aprueba y entonces se tendrán que elaborar los planes sectoriales. Yo esperaría la honestidad suficiente para que este gobierno evaluara al anterior en cuanto los planes nacionales de cultura. Desde los años 90, que se elaboró el primer plan sectorial de cultura, son siempre muy interesantes por las declaraciones y objetivos, pero casi nunca son un instrumento de construcción del siguiente plan. Yo aspiraría a que se tuviera una honesta evaluación de lo que representó, por ejemplo, el Programa Chapultepec, al que se dedicó 15 por ciento del dinero de cultura del sexenio. Cómo se evalúa el programa de Cultura Comunitaria, muy pujante por dos años, o qué hay que hacer en términos de la institucionalidad cultural: tenemos instituciones, pero luego los programas crean aparatos paralelos a las instituciones, como sucedió por ejemplo con este programa de Cultura Comunitaria, teniendo una Dirección General de Culturas Populares. 

Habría que buscar una revisión de nuestro entramado normativo porque hay posibilidades de una redefinición de ciertos temas que se ha prometido, por ejemplo, que algunas cuestiones sobre los grupos étnicos pasarán a ser materia de legislación. Será interesante para nuestras políticas de diversidad ver en qué términos se elabora esto. Revisaría cómo se toma en cuenta a los estados en la elaboración de los programas que son, creo yo, los actores más ausentes en la elaboración de las políticas federales de cultura. 

 

FOTO: Cortesía Eduardo Nivón Bolán

El libro La política cultural: temas, problemas y oportunidades, de Eduardo Nivón Bolán, se presentará el lunes 2 de diciembre, a las 18:00 horas, en el stand del Sistema Universitario Jesuita en la FIL (H31).