Profesores, estudiantes y egresados del Doctorado Interinstitucional en Educación celebraron dos décadas de trabajo académico y compromiso social con una jornada que incluyó conferencias, reflexiones y la presentación de proyectos que muestran cómo la investigación puede transformar realidades
La comunidad universitaria conmemoró el vigésimo aniversario del Doctorado Interinstitucional en Educación con una jornada que incluyó conferencias y la presentación de proyectos. Uno de los momentos centrales fue el panel “20 años transformando realidades desde la educación”, donde se reflexionó sobre la importancia de la formación doctoral en la transformación social.
Durante el conversatorio se subrayó que la educación no puede desvincularse de los problemas sociales, culturales y políticos que atraviesa el mundo. “Vivimos un momento tan caótico que uno se pierde en tanta verdad y tanta mentira”, señaló Marai Colmenares, académica del ITESO. Destacó la importancia de diseñar programas que no sólo enfoquen en lo técnico sino también en formar profesionales críticos capaces de analizar fenómenos como la desinformación y la polarización.
El panel también permitió reconocer los esfuerzos colectivos de investigadores, instituciones y comunidades. Los participantes coincidieron en que el conocimiento debe trascender para convertirse en una herramienta que atienda realidades complejas, desde la desigualdad social hasta la incorporación ética de tecnologías digitales en la enseñanza. “Desde el programa que ofrece esta universidad, se espera que los resultados de investigación ayuden a modificar aspectos de la realidad que duelen y que duelen bastante”, apuntó María Valdés.
Entre los ponentes estuvieron Carlos Araujo, director de Relaciones Externas del ITESO, quien enfatizó la responsabilidad de construir entornos educativos que fomenten la participación y el pensamiento crítico; Valdés, con más de 45 años de trayectoria docente, quien resaltó la importancia de la formación continua y el compromiso social de la investigación; y Colmenares, especialista en innovación educativa, enfocada en fortalecer prácticas pedagógicas y promover el uso responsable de inteligencia artificial (IA), en los procesos formativos. Todos coincidieron en que el doctorado no solo representa un logro académico, sino un compromiso ético hacia lo colectivo. “La generación de conocimiento debe cobrar nuevos sentidos, vinculados con la construcción de un sistema de vida más respetuoso con la dignidad humana”, afirmó Valdés.
Proyectos que cambian vidas
La celebración también fue escenario para conocer dos proyectos que ejemplifican cómo la investigación doctoral puede trascender las aulas.
El primero fue presentado por Jesica de la Torre, quien trabajó sobre el aprendizaje colectivo. Su estudio siguió durante más de una década la organización comunitaria en la Región Valles de Jalisco y derivó en una intervención que acompañó a campesinos en la transición hacia prácticas agroecológicas. El resultado: la creación de una biofábrica comunitaria de fertilizantes orgánicos, que hoy abastece a productores locales y fomenta la soberanía alimentaria.
El segundo proyecto fue presentado por María Durán Domínguez, fundadora de la asociación civil Corazones Educados. Su investigación recuperó las voces de niñas, niños y adolescentes que viven en centros de asistencia social, con el propósito de comprender sus experiencias escolares. A partir de estos hallazgos, logró que dichos centros mejoraran su acompañamiento socioeducativo. Además, se desarrolló EscuelaGratis.com, una plataforma que garantiza la continuidad educativa de menores en constante cambio de centros y familias, bajo el lema: “Donde estés, tu educación te acompaña”.
Estos proyectos reflejan la esencia del Doctorado en Educación: investigación rigurosa con compromiso ético y social. “La educación es un encuentro y una apuesta por la dignidad del otro”, afirmó Durán, mientras que De la Torre destacó la importancia de construir conocimiento útil para transformar contextos.
FOTO: Luis Ponciano
